Con “Secondo”, tercer episodio de la tercera temporada de “Hannibal”, hemos llegado a su primera gran proposición después de ese gran aperitivo que supusieron “Antipasto” (3x01) y “Primavera” (3x02). El Dr. Lecter va a tener que meditar esas palabras de Will Graham: «Hannibal… te perdono». ¿Qué es el perdón para ese ‘monstruo’ definido en el primer capítulo como el mismísimo Lucifer y en su segunda entrega como un Dios? ¿Existirá un punto de encuentro entre ambos o una solución a tan tremendista y macabra historia de amor (o vínculo entre dos almas gemelas)? Hannibal guió al propio Graham y ya ha dispuesto un regadero de migas de pan y cadáveres hacia ese palacio mental que forma su psique. La Capilla de Norman en Palermo fue el principio para un viaje a esos lugares del interior de Il Mostro a los que nadie puede llegar con seguridad. ¿Qué esconde el Dr. Lecter? ¿Conectaremos en “Secondo” con el ‘origen del mal’, con la historia de Mischa que tan nefastamente llevó a la gran pantalla Peter Webber? ‘Hannibal Rising’… pero de otro modo más oscuro, tétrico y, por supuesto, atmosférico. Vincenzo Natali cierra su peculiar trilogía dentro de esta tercera temporada de la serie de NBC, una perfecta introducción para que comencemos a saborear ese gran despliegue de horror (amor, venganza y perdón) que amenaza, cual violento huracán, por acabar con todos los protagonistas. Repasemos “Secondo”.
Antes de que “Aperitivo” (3x04) proponga nuevas sorpresas en esa extraña narración elegida por Bryan Fuller para esta temporada, hemos llegado a la concepción del perdón por parte de Hannibal. Puede que nos sorprenda (y nos alegre mucho) ver viva todavía a Bedelia Du Maurier pero planteemos que bien pudiera actuar como esa consciencia dentro del cerebro de Lecter; algo similar a lo que Graham necesitó para despedirse apropiadamente de Abigail Hobbs. Los intereses del Dr. Lecter son distintos al tener, como buen caracol, la compañía necesaria en sus comidas y festines caníbales y, además, sumar el concepto de disponer de su antigua psiquiatra para tratar de entender y diseccionar su monstruo interior. Amén de someter al personaje a sus macabros y desagradables juegos, cazas y asesinatos. Mads Mikkelsen y Gillian Anderson forman una estupenda y magnética pareja en la pantalla pero Du Maurier pudiera ser una variación de Lady Macbeth atrapada dentro una mortal mantis religiosa que se camufla como una sibilina doncella en apuros. «El perdón es demasiado grande y difícil para una persona. Requiere de dos: el traidor y el traicionado». El problema es que no sabemos si Hannibal es el traidor o el traicionado, si ese sentimiento entre él y Will es similar al amor o la atracción de dos almas gemelas. Bedelia, cual Casandra, también sabe que esa maniobra hará que Lecter sea capturado y en esos códigos que encierran las conversaciones de ambos no sabemos realmente hasta qué punto la retirada psiquiatra controla la situación o manipula la misma a sus intereses, creyéndose todavía una víctima en ese esquema que ella misma ha podido diseñar.
Esos juegos entre Bedelia y Hannibal —y esa preparación de su platos suculentos y grotescos al mismo tiempo— van a estar también presentes en “Secondo”, asesinado a Sogliato con un punzón de hielo tras servirle la misma (y última) cena que a los viajeros de primera clase del Titanic. Tanto su no-muerte como la reacción de Du Maurier, provocando su técnica y definitivamente defunción, encajan en ese habitual recital de cenas, toneladas de impostada sátira e ironía y crímenes del show. «No se puede preservar la entropía. Desciende gradualmente en desorden». Dos hombres de la Capponi están muertos pero el Dr. Lecter está encantando dentro de ese teatro de terror en el que él es el absoluto rey… dios y demonio. Que invite a un matrimonio, los Albizzi, sobre la misma mesa para que todos ellos devoren a Sogliato —y critiquen su ausencia— no deja de marcar ese territorio que queda resumido en los ojos y rostro de Du Maurier y sus socorridas ostras y bellotas: el horror teñido de una fina y afilada comedia cruel y negrísima. Aquello que queda claro es que todo aquel que vuelve a la morada de Il Mostro no regresa por una tercera vez…
La llegada a Palermo de Jack Crawford, como su encuentro con el Inspector Rinaldo Pazzi, era un movimiento previsible de la serie para esta entrega. No obstante, Jack no está allí para cazar a ese monstruo que regresará presumiblemente a Florencia sino para tratar de salvar el alma de Will Graham. Que dicho personaje revele que busca a Hannibal —ya que nunca se había conocido tan bien a sí mismo como cuando estaba con él— no deja de marcar ese sentimiento de incontrolable atracción (y amor por el pecado mortal) que sienten el uno por el otro. Mefistófeles —como Fausto— sigue presente en el guión y también esa reconocible impresión de la fe que tan bien describe Crawford. Todos, al fin y al cabo, somos creyentes al sumirnos en la imaginación como posibilidad de vivir después de la muerte. Todos murieron esa sangrienta noche que cerró la memorable segunda temporada de “Hannibal”… pero todos siguen vivos después de la expiración. Incluso se pudiera decir que también Abigail sobrevivió de algún modo. Jack se siente todavía culpable por usar esa ‘imaginación’ de Will y quebrar su juguete para resolver crímenes y seguramente quiera compensarle salvando su alma de ese terrible monstruo y demonio. No quiere que Will, en definitiva, se convierta en Hannibal. He ahí el sentido de su nueva y renovada fe.
La investigación de Will también está confeccionada por un derroche de atmósfera e imaginación, por ese habitual despliegue donde luciérnagas, ramas encorvadas, caracoles y escenarios tétricos dibujan y construyen ese cuento de hadas tan mágico como amoral. «Nuestras mentes inventan todo tipo de fantasías cuando no queremos creer algo». Will desea entender a la bestia y su pasado es primordial… Las pistas le remiten al hogar que nunca volverá a pisar Hannibal por los malos recuerdos que yacen en ese lugar. El destino es Lituania, el Castillo Lecter y hogar de la casa ancestral de la familia Lecter. El tono es oscuro, y espeluznante, claramente extrasensorial hasta que la imaginación se quiebra y aparece un elemento con el que no contaba tanto Will como el espectador. Una japonesa marca como objetivo de su escopeta tanto a él como a nosotros… La presa, no obstante, es un faisán al que dispara y mata. Esa presentación ya implícita del conflicto del personaje nos lleva a que Will investigue con sus prismáticos a esa mujer que arranca las plumas del ave y se rodea de más faisanes cazados… ¿Qué esconderá en la bodega? La realidad es mucho más cruel y esa ‘nakama’ y amiga cercana del Dr. Lecter vigila al asesino de Mischa, aquel que se la comió… Evidentemente el espectador sabe que esa historia no es cierta pero, rápidamente, la voz de Bedelia Du Maurier revela los rincones más oscuros del subconsciente de Il Mostro: Hannibal se comió a su propia hermana. El Dr. Lecter decidió dejar a Chiyo (Tao Okamoto) vigilando al verdugo de la misma… aunque la prueba real era ver si ella podía convertirse en una asesina. La llegada de Will va a activar los deseos de Hannibal, liberando a ese hombre encerrado allí para que éste regrese a acabar con Chiyo y ésta tenga que elegir entre su vida y de aquel que decidió salvar en el pasado. Todo ese material es utilizado —aparte de unir a Chiyo y Will para que ésta sirva de guía hacia el Dr. Lecter— para que veamos que Mischa no define realmente a Hannibal, ni cuantifica aquello que hace. Simplemente fue el acto que abrió su apetito hacia su irrefrenable canibalismo. Fue el ‘origen del mal’. Interesa más la concepción de los personajes de Will y Bedelia interactuando con las ‘víctimas’ del monstruo (y diablo) al que han quedado sometidos y ligados. Ambos utilizan las armas de la manipulación como su maestro, con ese sentido de la delicadeza. Will devolverá ese regalo a Hannibal con forma de corazón. Utilizará el cuerpo de ese prisionero —usando ramas cual alas y fragmentos de vidrio de las botellas de la bodega que servirán como plumas— para construir una gran luciérnaga que quedará suspendida en el lugar por una cuerda. Will ha comenzado a someterse al lado oscuro de ese Fausto que busca el perdón de su peculiar Mefistófeles.
Esta temporada de “Hannibal” se está ciñendo al misticismo, la imaginación y las fábulas teñidas de oscuridad. ¿Es el Dr. Lecter la reencarnación de Lucifer o un Dios? ¿Es la traición o el perdón? Tras la sesión de psicoanálisis de Il Mostro con Du Maurier y la recapitulación de todo lo sucedido con Mischa llegamos a la gran proposición para esta tercera entrega de la serie de NBC: «Si el comportamiento pasado es un indicador del comportamiento futuro, sólo hay una manera de que perdones a Will Graham. || Tengo que comérmelo». ¿Aceptará el perdón ahora Will?
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