Páginas Bastardas

sábado, 4 de abril de 2015

Inside No. 9 (2x02) The 12 Days of Christine: Time To Say Goodbye



Una única palabra: brutal. Si alguien pensaba que La Couchette” (2x01) era el comienzo de una temporada que nunca estaría a la altura de las circunstancias —y lejos de las mejores entregas de “Inside No. 9”—, “The 12 Days of Christine” ha llegado para confirmar que Steve Pemberton y Reece Shearsmith quieren ofrecer una de las cimas seriéfilas del presente año e incluso de la televisión de la actual década. El nuevo capítulo de su propuesta nos remite a una obra maestra de la concisión narrativa y el lenguaje audiovisual para comprimir toda la esencia de una vida en apenas 30 minutos. Christine Clarke llega a su apartamento con un hombre después de una fiesta de Año Nuevo. Es el comienzo de algo… aunque también de una extraña presencia que acecha a la protagonista en ese escenario que se convertirá en una de nuestras constantes ante el paso del tiempo. Desde esa noche, que marca la apertura de un nuevo ciclo en la vida de Christine, vamos a ir saltando y avanzando —a través de un perfecto montaje y concepción cinematográfica— en esa aventura que acabó en una relación. Vamos a ir pasando por distintas fechas simbólicas para ir desmigando un gran secreto que no será revelado hasta el final… aunque se pueda intuir desde prácticamente el principio con esa suma de piezas y constantes. ¿Qué nos oculta “The 12 Days of Christine”

Un libreto como “The 12 Days of Christine” no va a sorprender por sus vueltas de tuerca a un seriéfilo o un espectador que haya visto “The Twilight Zone”, por ejemplo. Nadie puede hacer algo nuevo en la televisión de nuestros días y, en realidad, el capítulo es una reformulación —e incluso homenaje— del corto francés ganador de un Oscar titulado “La rivière du hibou (An Occurrence at Owl Creek Bridge)”. Ciertamente el desenlace y recta final del episodio nos remite a un álbum de fotos con las mejores, significativas y emotivas instantáneas que definen a una persona. Es un regalo… un regalo que llega en otra de esas fechas señaladas a lo largo de la narración. Y es que veremos que meses después de ese Año Nuevo llega San Valentín. Christine continuó su relación con Adam pero un extraño correo interrumpe una conversación con su compañera de piso. Se trata de una tarjeta de San Valentín de su primer novio al que no ha visto desde que ambos tenían doce años… El problema es que su madre (en el Día de la Madre) señala que ese primer amor murió cuando era un adolescente de leucemia y que, evidentemente, no pudo enviar esa carta. Algo no cuadra… y pasamos a otro salto temporal para remarcar las intenciones de su madre para que su hija se case debido a la enfermedad de Alzheimer que padece su padre y, así, acompañarla hasta el altar. Nos vamos a Pascua y Adam se muda con Christine… pero en ausencia de su pareja ocurre un suceso extraño y paranormal. Alguien lanza un huevo frente a la pared y más huevos aparece destrozados a su alrededor… En la cocina un extraño hombre (interpretado por Shearsmith) aparece de repente para abordarla. ¿Qué está pasando aquí? ¿Estamos ante una revisión de Insidious? ¿Ese novio de la infancia de Christine ‘creció’ y la está acosando cual proyección y posibilidad de una doble vida? ¿Por qué ese hincapié en las festividades?


“The 12 Days of Christine” utiliza la elipsis y ese juego de secuencias, a modo de álbum temporal, como recurso de suspense. Esas líneas de misterio dan la impresión de quebrarse cuando el corte marca una nueva escena… Pasamos a otro día festivo y ese encuentro con el extraño queda como una pesadilla en su propia memoria. Es hora de levantarse y revelarnos que está embarazada y casada con Adam. De nuevo y meses después, llegamos al Día del Padre para revelarnos un nuevo encuentro con esa voz del extraño a través de monitor de bebé… Su hijo ha desaparecido de su habitación… aunque rápidamente nos desvelan que estaba con Adam ya que trataba de calmarlo ante sus lloros. Seguimos con las elipsis y pasamos al cumpleaños de Christine para empezar a revelar ese deterioro de su padre y en la relación con Adam, al sobreentenderse que mantiene un affaire con otra mujer. El juego de la gallinita ciega no es que vaya a revelarnos alguna secuencia similar a “El orfanato” porque, de nuevo, el montaje evita el sobresalto. Hay risible trampa. ¿Por qué, entonces, esa reiteración formal? Volvemos a avanzar en el tiempo, su matrimonio se desquebraja, su padre ha muerto… su hijo crece y, finalmente, se prepara para ir a su primer día de colegio. Christine está divorciada, los fantasmas del pasado irrumpen en sus pensamientos y le sirven de consuelo. Llegamos a Halloween para revelar que su amigo Bobby es su compañero de piso y se preparan para ir a una fiesta… Alguien está con su hijo y no es Adam, que iba a cuidarlo, sino ese extraño que lo tiene en brazos. Volvemos a esa auto-defensa narrativa y visual, a ese modo de utilizar el montaje y la elipsis como herramienta para eludir un contexto que cada vez se hace más evidente. Nos guiamos por una protagonista cuyo punto de vista difiere con la realidad, cuya estructura y referente son las festividades… como esa Noche de hoguera en la que su hijo queda herido en la mano por una bengala. Su madre llega para ayudar pero, nuevamente, revela otro dato que parece no conocer Christine: su hijo no tiene ninguna quemadura sino ella. Su cicatriz en la mano confirma que ella fue la que quedó herida por esa bengala a la misma edad que su hijo. Christine da la impresión de quedar confundida con esa apreciación de la realidad, como si ya no pudiera evitar enfrentarse a ese pasado que siempre ha tratado de eludir. ¿De qué huye Christine?


Cerramos el ciclo y llegamos un año después a la Navidad, a una extraña cena donde se encuentran sus amigos y familiares. Algo no cuadra… de nuevo. Su padre está vivo y Adam vive con ella. Christine ya es consciente de esos saltos y lapsus temporales, de esas elipsis que esconden una revelación que llegará con forma de regalo por sus seres queridos. Se trata de un álbum de fotos de toda su vida, de esos recuerdos de su infancia y también de esas instantáneas de su reciente pasado… Hay un choque en cada página: el pasado, el presente, el pasado, el presente. La vida efectivamente parpadea ante sus ojos y se da cuenta de aquello que está sucediendo, de esa inevitable revelación a la que no quería hacer frente… y con la que debe enfrentarse directamente quiera o no. Todo lo hemos visto en ese apartamento nº 9 en “The 12 Days of Christine” ha sido producto de la imaginación de Christine. Su vida se extingue sobre ese volante mientras los servicios de emergencia tratan de liberarla. Ese extraño se revela como un peatón, que en plena lluvia, irrumpió frente al coche de Christine y provocó que ésta chocara. No sabemos si Jack es realmente su hijo… aunque entendemos que sí, que parte de esa otra historia son elementos de su propia vida integrados para aferrarse a sus recuerdos. Christine, como ese hombre inocente ahorcado en el cortometraje de Robert Enrico, trata de retener la vida mediante sus evocaciones, despegándose del concepto de la muerte, volviendo al magnetismo de las fechas señaladas. Por el contrario, nada ni nadie puede escapar del fin y desenlace vital. Ni siquiera el propio cerebro humano. La muerte ya está aquí y sentimos que la propia concepción episódica y formal de la narración incentiva esa otra lectura de otro engaño sobre nuestra mente; como recopilar elementos atmosféricos de terror (brujas, vampiros, hombres lobo, fantasmas) para ocultarnos otra revelación mayor e incluso más espeluznante. 


Ese extraño logró sacar a Jack del coche donde la compra quedó destrozada… Christine tomó los elementos (los huevos rotos, las luces, el traje de bombero, el coche de policía de juguete, etc.) para recrear una salida y solución, evitando esa otra constante que creaba el contexto: la canción de Andrea Bocelli y Sarah Brightman que tantas veces hemos escuchado en el episodio. ‘Time To Say Goodbye’ marca la despedida, ese adiós que la protagonista no desea formalizar y, ahora, todo ese concepto de la Natividad queda en evidencia con el abrazo final de su angelical hijo y la despedida a sus seres queridos. “The 12 Days of Christine” utiliza el suspense y la inteligencia en su guión como concepto para lanzarse al melodrama vital y revelar el mayor de los miedos y temores que ningún mortal puede tratar de eludir… No esperen reír sino estremecerse ante tan desgarradora realidad. La mirada final, de esa soberbia Sheridan Smith con la que hemos compartido esos anunciados doce días perdidos en el tiempo y su memoria, acaba en doce pestañeos tan inmensos como breves en los treinta minutos de tan sobresaliente televisión, de tan memorable pieza y joya al servicio de “Inside No. 9”.

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3 comentarios:

  1. Hola... sabes... guardando las comparaciones me recordó a Community, Modern War Fare .... en el cual al terminar pensé... no puede ser que hayan pasado 20 o 30 minutos.. esto para mi fue toda una película (de dos horas).. Que joya. En horabuena por encontrar estas series que son verdadero arte televisivo. Por ultimo, Vikings se puso espectacular (oh por Dios te amo Lathgertha ) y si.. es historicaaaaaaa.. HISTORICAAAAAAAAAAA ja ja ja.. Adios.

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  2. Excelente uso de la elipsis y el montaje. Da gusto que a estas alturas aún te consigan sorprender y emocionar. La mejor entrega de "Inside No. 9" hasta la fecha.

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  3. Acabo de ver este capitulo, leí tu reseña después. Nunca hago eso, pero la veré enseguida una vez más. Adhiero: una verdadera joya.

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