Título original: “The World's End”
Director: Edgar
Wright
Reino Unido
2013
Sinopsis (Página
Oficial):
En una peculiar mezcla de camaradería, astracanadas, desaforada ingestión
de cerveza, decisiones más que cuestionables, peleas cuerpo a cuerpo y
sorpresas explosivas, “Bienvenidos al
fin del mundo” vuelve a reunir al director Edgar Wright con los actores Simon Pegg y Nick Frost, después de “ZombiesParty/Una
noche de muerte” (2004) y “Hot
Fuzz/Arma fatal” (2007).
La historia de “Bienvenidos al fin del mundo” empieza el 22 de junio de 1990. En las afueras de la pequeña ciudad de Newton Haven, Inglaterra, cinco adolescentes deciden celebrar su graduación en el instituto con un recorrido épico de pub en pub. A pesar de su entusiasmo y después de beber un buen número de pintas, no consiguen llegar al último pub de la lista, ‘The World’s End’ (El fin del mundo).
Todo lo
bueno siempre tiene un final, incluso el delicioso helado Cornetto tricolor que
nos ha propuesto Edgar Wright con “Zombies Party”, “Arma fatal” y, en esta ocasión, con un verde menta con chispeantes
fragmentos de chocolate para que aterricen los alienígenas y la ciencia ficción
en “The World's End”, despedida y
último lametón. Es complicado enfrentarse al fin del mundo (y a todo concluyente
acto) y Wright es consciente del
adiós pero parece darnos la bienvenida no sólo desde su título en castellano
sino desde un argumento que podría admitir numerosas lecturas y vínculos con
sus anteriores entregas. Las citas y referencias propias y pasadas van a
aderezar y servir de golosina a una propuesta bajo una crema helada con la
textura de “La invasión de los ladrones
de cuerpos” y “Los hijos de los
malditos”. Pero el más inalterable encanto de la cinta, que vuelven a
monopolizar Simon Pegg y
Nick Frost, es la exploración tanto del pasado de la trilogía como la convivencia de
los logros de “Scott Pilgrim contra el
mundo”, reduciendo su sabor a las letras de canciones que compone su
acertada banda sonora como viaje nostálgico a principios de los noventa. La versión
de ‘I'm free’ los Rolling Stones a
manos de Soup Dragons sirve como carta
de presentación del personaje [«No tenga miedo de su libertad porque soy libre
de hacer lo que quiero (y conseguir mi bebida) en cualquier momento de mi edad»]
y ‘Loaded’ de Primal Scream sella la
declaración de intenciones de Wright
[Queremos ser libres para hacer lo que queramos / Y queremos emborracharnos / Y
queremos pasar un buen rato / Eso es lo que vamos a hacer].
En “Bienvenidos al fin del mundo” volvemos a los noventa y a la cassette y al inmovilismo ya visto en “Zombies Party” como forma de vida, pero esta vez Gary King —y su actitud de mantenerse fiel a su pasado— le enfrenta a mundo cambiante donde la tecnología se ha hecho con el poder y las juventudes clónicas campan a sus anchas en locales y pubs que parecen haberse sometido al multinacionales siendo copias inalterables. No hay distinción, no hay originalidad, no hay lugar a la sorpresa, el contacto humano está al alcance de un smartphone y cada vez parecemos una colmena… de robots. Sorprende, además, que Gary King sea un personaje llamativamente trágico sobre un fin nihilista aunque enfocado a una redención propia, mucho más acertado que esos jóvenes atrapados en cuerpos de adultos que la comedia norteamericana y extensiones apatowianas se encargan de utilizar cada año con el mismo agradado que utilizar un condón usado. Todo ese viaje sumado a la apropiación cultural de un pastiche pop, disparatado, extravagante —que entona el cruce perfecto entre el slapstick más surrealista y las coreografías de Jackie Chan— genera una nueva articulación de la parodia como elemento ejemplar y narrativo de una aventura burlesca e hilarante. Posiblemente Wright haya plasmado la película más políticamente incorrecta y con texto completamente anárquico sobre la imposibilidad de someter a reglas definidas y dictatoriales al ser humano. Somos seres libres y hedonistas, necesitados de un Winchester para divertirse, emborracharse, perderse y volver. La necesidad (y a veces necedad) de dar una conclusión a las cosas provoca que el protagonista decida reunir a sus amigos de adolescencia para finalizar la ‘Milla de Oro’ y darse cuenta de que la juventud nunca volverá y el inmovilismo es la navaja más afilada en tiempos en los que todo avanza más rápido que nosotros mismos, abduciéndonos dentro de un sistema pre-calculado que nos invita a ser más perfectos. Realmente estamos posiblemente ante la película anti-sistema más concisa precisamente por no tomarse en serio y dejar dispuesto el futuro de la humanidad a un puñado de borrachos egoístas que dejan clara la más profunda de las verdades: el ser humano es imperfecto por naturaleza y un animal indomable que nunca desea estar amarrado a reglas. Se agradece, como colofón, la absoluta sinceridad y transferencia de la propuesta en ese alegórico nombre del pub que marca el último destino y parada: El Fin del Mundo es, efectivamente, el Fin del Mundo.
De “Los
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