Páginas Bastardas

domingo, 15 de septiembre de 2013

Arma fatal: Arma cómica letal

“Arma fatal
Título original: “Hot Fuzz”
Director: Edgar Wright
Reino Unido
2007

Sinopsis (Oficial):

Cuando el agente Nicholas Angel (Simon Pegg), destacado policía londinense, es destinado a la tranquila ciudad de Sandford, tiene que vérselas con un mundo aparentemente sin delitos y con su zafio y torpe compañero, Danny (Nick Frost).

Crítica Bastarda:

El segundo lametón a nuestro Cornetto era de envoltura original y representada bajo el azul policial y en que Edgar Wright quería volver a apretar el gatillo de la parodia más inteligente como hizo anteriormente en Zombies Party”. En aquel momento apuntaba directamente a George A. Romero pero su estilo de dirección y montaje se encaminaba claramente a los vítores funcionales de Guy Ritchie. “Arma fatal” fue la confirmación de Wright, tanto de crítica y público estadounidense, como hábil parodiador de géneros, sintetizando en esta ocasión buddie movies de acción y policías y dejando intactas sus señas autorales: un montaje ágil y endiablo con Simon Pegg, Nick Frost y Bill Nighy como constantes y demostrando que la copia cómica se realiza sobre el homenaje evitando la senda de David Zucker o Keenen Ivory Wayans.


Buscar todas sus referencias es fácil si has visto (o padecido) “Le llaman Bodhi”, “Arma letal”, “Dos policías rebeldes” y un sinfín de películas que crearon escuela con aroma a videoclub. Divertirse con una propuesta tan planificada y estilizada fue más sencillo porque resultaba imposible no reírse y disfrutar con una cinta que llevó el género de parodias a otro terreno y estandarte al convertirse en lo que debería ser una película de acción: atractiva, dinámica, sorprendente, adictiva, entretenida y siempre divertida.


El tándem Wright/Pegg, además, se reservaba para el final un desenlace friki, inteligente y espectacular, desempolvando un western moderno inédito, que provocó que desde entonces fuera imposible tomarse en serio cualquier película de acción. Posiblemente sus chasquidos provocaron desde aquel entonces que la caricatura asomase como nuevo instrumento de fuego en los nuevos chascarrillos del cine de la hipérbole, dejando la sonrisa del espectador como arma más fatal y, por supuesto, letal.

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