Páginas Bastardas

domingo, 29 de enero de 2017

Figuras ocultas: La inteligencia no tiene ni género ni color

“Figuras ocultas”
Título original: “Hidden Figures”
Director: Theodore Melfi
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

“Figuras ocultas” es la increíble historia de Katherine Johnson (Taraji P. Henson), Dorothy Vaughn (Octavia Spencer) y Mary Jackson (Janelle Monae), tres mujeres Afro-Americanas que trabajaron para la NASA y fueron los cerebros detrás de una de las mayores operaciones de la historia: el lanzamiento a la órbita del astronauta John Glenn, una impactante hazaña que devolvió la confianza a una nación, transformó la Carrera Espacial e impactó al mundo. El trío visionario rompió todas las barreras de género y raza para inspirar el gran sueño de las generaciones futuras.

Crítica Bastarda:

Muchas veces el cine tiene el papel de reivindicar figuras ocultas de la historia y dotar de sentido, a través de sus mecanismos audiovisuales, de la épica que escondían sus hazañas. En el caso del libro de Margot Lee Shetterly podríamos haber tenido un sólido documental sobre las mujeres afroamericanas que trabajaron en la NASA siendo los ‘ordenadores humanos’ (y grandes cerebros) de vital importancia para la carrera espacial en la década de los 60. Aunque el último acercamiento en el reino de la ficción (televisiva) había sido centrarse en el punto de vista de las esposas de los astronautas (The Astronaut Wives Club) la realidad es que innumerables profesionales consiguieron lograr la proeza de situar al hombre (americano) en el espacio. Si bien el laboratorio de Aeronáutica Langley Memorial (Hampton, Virginia) se convirtió en un hervidero de descubrimientos, todavía primordiales para la astronomía presente, la historia se centra en las mujeres afroamericanas con títulos universitarios que trabajaron para y por la NASA en plena era de las políticas de segregación. Eran tiempos difíciles para poder reivindicarse pero ellas lo consiguieron y es momento de que dejen de ser esas imágenes escondidas de la historia ya que el cine se ha caracterizado por ser ese spotlight de cara a la opinión pública. “Figuras ocultas” destaca principalmente por dejarse llevar por los estereotipos y clichés alrededor de un filme prototípico y académico en otro tipo de carrera por la relevancia y premios de la temporada pero, no obstante, ofrece otros alicientes más certeros, aparte de su clara vocación cómica, que se pueden disfrutar desde nuestra perspectiva actual. Y es que la película dirigida por Theodore Melfi puede resultar toda una contraproducente patada en los ovarios y testículos de feministas y liberales estadounidenses. ¿Un caramelo envenenado a la vista? 


En realidad, “Figuras ocultas” se podría sintetizar en la secuencia en la que una de sus protagonistas mira con cierta distancia las declaraciones que Martin Luther King hace en televisión. Simplemente la lucha de estas heroínas no puede llevarse a cabo protestando con pancartas (o tuiteando en nuestros días) ni mucho menos desnudándose en plena calle para hacer reivindicaciones huecas (salvo por el ridículo implícito) que no llevan a ningún lado. Katherine G. Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson necesitan hechos contra la injusticia y el racismo y su cruzada se va a desarrollar gracias a su inteligencia. Pensemos en que la propia secuencia inaugural ya nos avecina que son ellas las que llevan el mando y control de la situación debido a dos factores fundamentales: pueden valerse por sí mismas y no necesitan que un hombre repare su coche y, además, tienen el aliciente de la lucha contra los comunistas al ser figuras necesarias dentro de la carrera espacial. De este modo, ni un policía blanco arrogante puede frenarlas. Todo lo contrario. Han encontrado una vía para reivindicarse y acelerar su viaje de crecimiento personal. Es curioso que el único ‘delito’ que cometen nuestras protagonistas sea ‘robar’ el libro de una biblioteca segregada y debería servir de ejemplo a feminazis y demás fauna progre descerebrada y apartada de la lógica y la realidad. Ella paga, además, sus impuestos. Tiene derecho a ese libro de programación (solo para blancos) que ha obtenido por la única vía posible. Las luchas y cruzadas personales también necesitan de otros territorios para ejercer la justicia. Por ejemplo, Mary Jackson acude a los tribunales cuando es la única vía de poder continuar su camino para obtener un título de ingeniería que necesita. Seguir las reglas puede acabar en un callejón sin salida y solamente un juez puede concederle ser la excepción de la regla. Al fin y al cabo, siempre alguien tiene que ser la primera persona en conseguir algo pero, por el contrario, nada cae regalado del cielo o tras mojar las calles de bilis, saliva y lágrimas… sino que el camino suele ser duro con numerosas trabas y caídas de las que hay que rehacerse y levantarse constantemente. Si Katherine G. Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson vieran cómo una mujer norteamericana trata de reivindicar su valía con un tuit o una foto en Instagram seguramente la abofetearían hasta queda inconsciente. O la lanzarían libros de matemáticas en la cabeza para ver si chocan alguna de sus pocas neuronas… Y es que si algo nos enseña esta película es que hay que tener dos dedos de frente para empezar y seguir un camino lógico. Si, por ejemplo, las máquinas van a sustituir a los trabajadores de poco o nada sirve lamentarse o buscar una reivindicación fuera del marco netamente laboral. Lo suyo es renovarse o morir, ponerse al día y saber cómo programar a esos nuevos objetos que amenazan con destruir el orden y comodidad que enmarcaba tu vida y la de tus compañeros. No hay que ser egoísta sino llevar a todos ese nuevo nivel de supervivencia. Sigamos el paradigma racional que alcanza Dorothy Vaughan o fijémonos en Katherine G. Johnson y cómo consigue reivindicar la injusticia mediante su propio trabajo. Esas historias realmente son todo un sopapo en la cara de la comodidad y autocomplacencia que suelen enmarcar muchas de las reivindicaciones en nuestros días. Si quieres demostrar tu valía, en definitiva, ponte las pilas y deja los lloros y lamentos para los bebés.


En “Figuras ocultas” también existe una línea de evolución en esos personajes que podrían ser considerados racistas silenciosos como Paul Stafford (Jim Parsons) o Vivian Mitchell (Kirsten Dunst). Katherine no logra convencer a aquel que es su supervisor con pancartas a las puertas de la NASA o porque se lo diga un político o un juez para alcanzar una discriminación positiva. Katherine reclama los problemas que tiene para encajar en el equipo desde su capacidad como matemática brillante y la necesidad de su tiempo completo para desarrollar su trabajo. No existe, por lo tanto, una épica sentimental o barata, como por ejemplo en la destrucción de la segregación de los baños de la NASA, sino que los personajes consiguen desenvolverse y crecer debido a su trabajo y sacrificios constantes para ser consideradas como iguales por esos hombres que no van a desquitarse de su desconfianza hasta ver que están tratando con las mejores profesionales. Hay un bien común y mayor que está por encima de cualquier diferencia de género y/o color. Esa crónica del heroísmo, desde un punto de vista bastante poco explorado por el séptimo arte, sirve al libreto de Allison Schroeder para satisfacer cierta tensión dramática al mismo tiempo que la vida personal de las protagonistas amolda capas de comedia con tonalidades románticas. Es cierto que “Figuras ocultas” se articula sobre clichés y premisas y fórmulas bastante trilladas pero su discurso merece ser tenido en cuenta en tiempos en los que protestar se ha convertido en un acto tan estúpido como hueco dentro de nuestra sociedad. Tal vez la manera de ser escuchado y respetado no venga por un cartel y una protesta sino con hechos que desvelen que la inteligencia no tiene ni género ni color. Algo similar podríamos entender respecto al #OscarsSoWhite del año pasado y la llegada de otra variada hornada de producciones con las que la Academia ha tenido que rendirse. Y “Figuras ocultas” es un ejemplo y ejercicio de concepción claramente matemática para ser un éxito de público y conseguir sus nominaciones en los Oscars. Al fin y al cabo, el filme de Theodore Melfi también nos habla respecto a ese ‘imposible’ de colocar al hombre en el espacio frente a ese otro marco inverosímil en el que la mujer afroamericana no podía ser vista como una igual por el hombre blanco de los 60. ¿O no es claramente irónico que nuestra protagonista consiga el respeto del mismísimo Sheldon Cooper para marcar su nombre propio como figura dentro de la NASA? Posiblemente no haga falta pensar en el futuro sino que las viejas matemáticas nos pueden dar respuestas y soluciones a cualquier tipo de problema. Tal lectura se traslada al ámbito cinematográfico, como el formato clásico y convencional sobre el que se recrea el director de St. Vincent para proyectar ese manifiesto feminista en el que podemos acusar, no obstante, a la banda sonora de Hans Zimmer y las canciones de Pharrell Williams de no estar a la altura de la sutileza que debería remarcar el relato. Quedémonos con el implícito conocimiento por parte de la sociedad sobre las hazañas y proezas de esas mujeres claramente extraordinarias que deberían ser un ejemplo para la actual sociedad perdida en un feminismo muchas veces diluido y claramente disonante y caótico. ¿La ciencia y las matemáticas deberían poner un poco de orden e igualdad ante la injusticia? Tomen nota y resuelvan la ecuación o lloren con sus tuits y memes de descontento en el intento.

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2 comentarios:

  1. Una basura que desvie el análisis de una película contra el racismo al ataque directo al feminismo y socialismo.
    Una basura de blog y de review.
    Una basura de pensamiento crítico y objetividad en el análisis y sobretodo, una basura de persona.
    Buenas tardes.

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    1. Javier Bellido, tiene usted también todo mi desprecio como ser. Aquel que no tiene ni pensamiento crítico ni objetividad es usted, ya que el texto no es un ataque contra el feminismo o el socialismo sino una lectura que propone la película hacia ideas de 'dummies' sin cerebro como usted.

      En la actualidad (y podríamos irnos incluso desde después de la Segunda Guerra Mundial), las auténticas batallas para igualar derechos no se ganan en redes sociales ni con pancartas sino utilizando el cerebro y en el día a día trabajando duro para reivindicarse. La discriminación positiva que ejecutan muchos estados es discriminación. Hay que luchar por la igualdad, no por remarcar diferencias entre personas ni 'sugerir' que la vida de una persona vale más que otra por su sexo, raza y/o orientación sexual. Le puedo dar infinitos ejemplos (la película a la que hace referencia la reseña es uno) pero no pienso perder ningún tiempo con un ser 'subcerebralmente' desarrollado como usted.

      Usted es basura pestilente que no sabe ni escribir y de pensamiento contrariamente pseudofascista. 'Ascopena' que da.

      No vuelva por aquí. No queremos gentuza de su calaña.

      Aquí son mañanas, por cierto. ^_^

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