Título original: “The Boxtrolls”
Director: Graham Annable y Anthony Stacchi
EEUU
2014
Sinopsis (Página Oficial):
Debajo de las encantadoras calles adoquinadas de Quesberg viven “Los Boxtrolls”, unos seres desvergonzados que salen de las alcantarillas por la noche para hacerse con los bienes más preciados de los habitantes: sus hijos y sus quesos. Al menos, esa es la leyenda que todos creen. Pero en realidad, los Boxtrolls son una comunidad de inofensivos aunque extraños seres que habita un espacio cavernoso en el subsuelo y que llevan cajas de cartón reciclado como las tortugas su caparazón. Solo salen a la superficie de noche para recoger piezas mecánicas y chatarra que los habitantes han tirado. Los Boxtrolls han criado a un pequeño huérfano humano llamado EGGS desde su más tierna infancia y le han acostumbrado a una vida dedicada a rebuscar en las basuras para hacerse con los objetos más inútiles. Pero cuando el malvado exterminador de plagas Archibald Birlante decide erradicarlos, convencido de que solo así podrá formar parte de la alta sociedad de Quesberg, la amable y simpática panda de chatarreros deberá pedir ayuda a su hijo adoptivo y a una aventurera niña rica llamada Winnie para lanzar un puente entre dos mundos cambiantes… con olor a queso.
Aunque consiguió el pleno de nominaciones a los premios de la temporada (Oscars, Globos de Oro, BAFTA, Annie, Satellite Awards y Critics Choice Awards) se ha criticado mucho el guión de “Los Boxtrolls”. ¿Hubiera sido mejor película con un guión afilado y potente? Una cuestión es valorar la animación del film de Graham Annable y Anthony Stacchi y otra reflexionar sobre un argumento y personajes que deberían dar para más. El equipo ya trabajó en “El alucinante mundo de Norman”, “Fantástico Sr. Fox”, “Frankenweenie” y “Los mundos de Coraline” aunque pudiéramos encuadrar el resultado dentro del trabajo de Laika. O lo que es lo mismo, la productora que se ha puesta a la cabeza en esa gran porción del cine de animación en stop-motion que quedaría completado con la factoría Aardman en el mapa internacional. Pero si algo unía a la mayoría de las cintas nombradas era esa puesta en escena gótica y steampunk de la que también bebe aparte de “Bienvenidos a Belleville” de Sylvain Chomet.
Posiblemente la adaptación de novela ilustrada de Alan Snow, ‘Here Be Monsters!’ únicamente adquiera un interés visual con especial atractivo por la recreación de sus personajes. Los dos mundos, el pueblo victoriano de Cheesebridge y esa ciudad subterránea donde habitan los boxtrolls, que llevan unos cartones y cajas a modos de caparazones de tortuga. Puede que aquí llegue la personalidad de esos seres clónicos, acusados de robar bebés humanos y con uno de ellos pensando que forma parte de su comunidad. Están en peligro y alguien de ese aristocrático mundo persigue cambiar el color de su sombrero
Puede que los clichés o el tono ‘british’ impostado —nos remita a esa Europa con la que soñó Wes Anderson en “El gran hotel Budapest” y que muchas veces sentimos de pega en “Los Boxtrolls”. Falta un ingrediente en ese reciclaje, como esos seres que viven en un submundo, como si supiéramos o viéramos cada uno de los elementos y piezas que forman un gran mecanismo. En “Los Boxtrolls” al final no se sabe si importa más esa contradicción entre la obsesión al queso y la brutal intolerancia a la lactosa del villano. Precisamente Graham Annable y Anthony Stacchi desean revelar ese lado más monstruoso y grotesco de una sociedad auto-destructiva donde tanto el desorden y caos finalmente se imponen a esa maravilla animada que pudiera haber engendrado Laika. Demasiados clichés, lugares comunes y dramas muy trillados para una historia que hubiera incluso funcionado mejor con menos diálogos y potenciando la profundidad en las propias imágenes. Me quedo con la moraleja: siempre hay que enfrentarse al verdadero mundo por temible que sea y salir del caparazón.
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