Corazones de acero: Los ideales son pacíficos. La historia es violenta.

“Corazones de acero”

Título original: “Fury”

Director: David Ayer

EEUU

2014

Sinopsis (Página Oficial):

Abril, 1945. Mientras los Aliados inician su ofensiva final en el frente europeo, un aguerrido sargento de artillería llamado Wardaddy (Brad Pitt) se encuentra al mando de un tanque Sherman y de los cinco hombres que componen su dotación, en una misión mortal detrás de las líneas enemigas. Superados en número y en armamento, y con un soldado novato metido en sus filas, Wardaddy y sus hombres lo tendrán todo en contra en su heroico intento de lanzar un ataque en pleno corazón de la Alemania Nazi.

Crítica Bastarda:

Los ideales son pacíficos. La historia es violenta.

Vayamos a la violencia, a la historia y su recreación. Brad Pitt no es el bueno sino que está bueno. Los tiempos no cambian, los ideales uterinos son pacíficos… pero la historia y vibración es violen-ta. “Corazones de acero” pudiera revelar mejor sus armas cuando abandona el campo de batalla, cuando esos soldados tienen que lidiar de nuevo con un ambiente cotidiano y hogareño. Sus heridas quedan claras cuando ese ‘padre de guerra’ llamado Don Collier (Pitt) se quita su camiseta y revela a unas germanas las marcas físicas de la contienda y la barbarie. El piano y la música rememora la mejor versión de la humanidad, el recordatorio a esa juventud que mientras tengan vida pueden seguir amándose… aunque la muerta en esos tiempos sea prácticamente fulminante. En “Fury” cohabitan dos películas enfrentadas por el propio autor. David Ayer tiene una historia de los ocupantes de un tanque y un soldado novato frente a dos grandes bloques estructurales: la vida y el otro lado de la contienda más existencial y, por el contrario, la muerte y el cambo de batalla.

Podemos hablar de Sam Peckinpah (o Sam Fuller), de la conexión bastarda de Brad Pitt con el film que protagonizó de Quentin Tarantino o de su alejamiento respecto a “Lebanon (Líbano)” de Samuel Maoz. Realmente “Corazones de acero” acaba atrapada en su propia disposición metálica. La primera película la ofrece el punto de vista de ese nuevo e impúber ocupante, una historia de descubrimiento, incluso para revelar todo el horror (y amor) que desfila en una guerra. Esa lucha entre la vida y la muerte y todo lo miserable o épico que puede albergar el ser humano es narrado desde el combate a la convivencia. El otro film se despliega en la batalla que lo cierra. Pretendidamente épico, concebido como un gran espectáculo de fuegos de artificio, dando cierta sensación de desproporción en los hallazgos anteriores de David Ayer. Toda esa representación sombría en un territorio devastado es explorada por Ayer para hablar de la bestialidad, de la épica, del patriotismo como también reverso del lado más miserable y truculento de la guerra. 

¿Dónde queda la humanidad y civilizado en ese reino de muerte, violencia y sangre? El camino a la gloria realmente lo establece la conexión de ese joven novato con su homólogo nazi, como si el entendimiento y la no agresión fueran la única solución para continuar con vida… aunque posiblemente Ayer quiere también contarnos que solamente los supervivientes (y ganadores) son capaces de contar la historia. O lo que es lo mismo, no existen los héroes sino el reverso de una caricatura que los fanáticos convierten en mitos de una fantasía con otra historia más cruel y brutal, donde se establecen las distancias entre la retaguardia y el campo de batalla, de la integridad frente a la amoralidad, donde los presos son ejecutados brutalmente o se les permite seguir en ese hábitat a punto de explotar. El film se pudiera sentir como el propio tanque que protagoniza la obra, entorpeciendo el camino y atrapando a esos personajes que encuentran fuera del mismo toda la completa libertad y mejor versión. A Ayer le importa más la grasa y el hierro, la virilidad de la obra de ingeniera inexpugnable y terror a su lento paso. Se quiera o no, el film no deja víctimas.

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