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martes, 19 de diciembre de 2017

Sin City. Una dama por la que matar: Un BODRIO para matarse

“Sin City: Una dama por la que matar”
Título original: “Sin City: A Dame to Kill For (Sin City 2)”
Director: Robert Rodriguez y Frank Miller
EEUU
2014

Sinopsis (Página Oficial):

Los co-directores Robert Rodríguez y Frank Miller se juntan de nuevo tras la visualmente impresionante “Sin City” adaptando nuevamente las novelas gráficas de Miller y volviendo a traer a la pantalla ‘A Dame to Kill For’. Tejiendo dos de las novelas gráficas clásicas de Miller con nuevas historias, los más duros ciudadanos van a cruzar sus caminos con algunos de sus habitantes más notorios.

Crítica Bastarda:

Sé que aquello que voy a escribir suena terriblemente esnob pero “Sin City: Una dama por la que matar” tiene un raccord que provoca vergüenza ajena. Más que la segunda parte de la ya sobrevalorada “Sin City (Ciudad del pecado)” parece la continuación de la lamentable y horrorosa “The Spirit”. Llega tarde. Demasiado… y se nota. No porque la audiencia no esté sorprendida por los méritos y hallazgos visuales divisados en 2005 sino porque le falta alma a la impostada esencia. “Sin City: Una dama por la que matar”, como la coprofagia, tiene sus fans. Es cierto que el proyecto de Robert Rodriguez y Frank Miller habría que entenderlo como una antología e incluso se pudiera afirmar que en un programa doble con su antecesora se salvaría de la quema como extra. Por el contrario, se confirmó como uno de los grandes fracasos del 2014. Las críticas y el hype tampoco acompañaron. Que el filme se estrene en España a finales de 2017 por Netflix deja clara también su condición de obra maldita. 


¿Hay algo más dentro de su estética ya para nada novedosa? Las historias entrelazadas de venganzas y violencia desmedida cumplen con el guion de una secuela, que nunca supera al original, y copia desacertadamente cualquier mérito. Innecesaria y vacua, el alma se evapora de “Sin City: Una dama por la que matar”. Josh Brolin toma el relevo de Clive Owen y por mucha chica que luzca tanto desnudo como él, todo acaba siendo pulpa digital sin ninguna clase de sustancia. Sangre salpicada, puro efecto, neo-noir al defecto. Tras casi una década después del primer film, la novedad se ha esfumado y “Sin City: Una dama por la que matar” da la impresión de superar ese abismo cayendo torpemente en la autoparodia más involuntaria que impuesta. 


El principal problema del filme Robert Rodriguez y Frank Miller pudiera ser que no se distingue entre la prostituta y la femme fatale, entre esa maldad genuina en el cuerpo del deseo o la meretriz armada con el carmín más peligroso. Mucho nudillo y violencia, poco cine. Perdón, nada de cine, nada de villanos con clase sino personajes grotescos amparados en el delirio y atrapados en esa lluvia de balas y chicas. El único pecado que hay aquí es la propia estética, alegoría del monocromo narrativo, del brillo ausente y del más plano desvarío. Aquí la única chicha que importa es el culebrón de Rodríguez denunciando a los inversores de su película por fraude y falsas promesas. Su demanda es precisamente el mejor texto para cualquier crítica de “Sin City: Una dama por la que matar” o alguna de las siguientes esclarecedoras instantáneas:




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