“Rogue One: Una historia de Star Wars”
Título original: “Rogue One: A Star Wars Story”
Director: Gareth Edwards
EEUU
2016
Sinopsis (Página Oficial):
Una banda de combatientes de la resistencia se une por una arriesgada misión: robar los planos de la Estrella de la Muerte.
¿Existen los spoilers en las precuelas o ante la absoluta obviedad? ¿Puede habitar la sorpresa en películas alrededor del hundimiento del Titanic, la batalla de El Álamo o la acaecida en las playas de Normandía? En realidad, pensar en que en un film como “Rogue One: Una historia de Star Wars” pueden existir elementos que supongan destripes argumentales supone un acto de imbecilidad congénita teniendo en cuenta que “La guerra de las galaxias. Episodio IV: Una nueva esperanza” ya arruina cualquier sorpresa que pueda existir en la cinta dirigida por Gareth Edwards. El libreto de Chris Weitz y Tony Gilroy, por lo tanto, pretende tanto rellenar esos huecos que doten de sentido la mitología de la saga galáctica como de dar un sentimiento de spin-off a la franquicia ante futuribles productos como el que desarrollará, por ejemplo, los orígenes de Han Solo. Teniendo en cuenta todo lo anterior, resulta auténticamente preocupante que los medios proclamen a los cuatro vientos que sus reseñas no contienen spoilers de algo que revela la propia concepción cronológica de las películas y su propio cartel sin que sepamos, además, si se trata de los síntomas previos a un inminente síncope del autor o de una inusitada pérdida de neuronas. ¿O no resulta completamente patético que alguien trate de ocultar el destino del transatlántico británico, así como de sus protagonistas cuando tuviéramos como referente palpable y asimilado por la cultura popular el de una ‘secuela’ en el que se detalla quién siguió con vida y sobrevivió? Bien, si el spoiler es algo que considero subjetivo en esta película se puede afirmar empíricamente que es un concepto completamente inexistente. He dicho.
Aclarado lo anterior, el problema de “Rogue One: Una historia de Star Wars” no es que sepamos evidentemente del destino de sus protagonistas sino la falta de empatía de los mismos ante una conexión emocional que pudiera facilitar ese sentimiento de la audiencia similar al de Casandra. Sabemos qué ocurrirá con Jyn Erso o Cassian Andor pero, al mismo tiempo, entendemos que su sacrificio servirá a la Alianza Rebelde como vía para allanar ese camino que ayude a volver a levantarse y generar una nueva esperanza con la que vencer al Imperio. Sobre tal aspecto, resulta curioso que esos risibles rostros digitales que encarnan a la Princesa Leia, Lando Calrissian o Moff Tarkin favorezcan esa conexión con la saga original. Amén de las apariciones de Darth Vader… Por mucho que se cuestionase el rédito de la nostalgia en “Star Wars: El despertar de la Fuerza” por parte de J.J. Abrams a Disney le ha servido la estrategia para comenzar a rentabilizar la inversión realizada en la compra de los derechos a George Lucas. El inconveniente adicional pudiera generarse en la incapacidad de confeccionar un producto que sobrepase la pulpa comercial de todos los públicos, tanteando con calificaciones por edades que faciliten el acceso a ese mercado infantil que necesitan para adquirir su merchandising. Puede molestar que en “Rogue One: Una historia de Star Wars”, un film que debería acercarse más a “Battlestar Galactica” tanto en tono como envoltura, exista una contradicción entre una cinta claramente bélica, no demasiado agradable para niños, con otras capas de autocensura en la que productores y guionistas se encuentran menesterosos de suministrar la protección necesaria al target elemental de su producto. Al fin y al cabo, estamos hablando de una industria que tiene que justificar sus costosos presupuestos pero el público, entiendo, debe exigir un mínimo de carisma y trascendencia más allá de pasar por caja. Y la contrariedad del film de Gareth Edwards es que sus (nuevos) personajes adolecen de atractiva o personalidad y acaban sumidos en esa falta de emoción por la crónica de un sendero en el que el espectador ya ha puesto todas y cada una de las baldosas antes de que los protagonistas las pisen. Ni siquiera la banda sonora de Michael Giacchino puede despuntar en esa previsibilidad pasmosa en la que al asistente únicamente le queda disfrutar del empacho visual de brillantes efectos que allí se dan cita.
Olvidable e intrascendente de principio a fin, “Rogue One: Una historia de Star Wars” se disfruta sobradamente si uno es fan del Imperio y ve cómo sufren y mueren esas sucias cucarachas rebeldes. Sin acritud. El film de Gareth Edwards, no obstante, intenta acercarse al espíritu de las primeras películas protagonizadas por Mark Hamill, Harrison Ford y Carrie Fisher alejando a los jedis de la ecuación y focalizándose en ese enfrentamiento entre esos dos bandos opuestos. La Fuerza, por el contrario, sigue presente junto a esa necesidad de alcanzar una épica dramática que no consigue materializarse debido a algunos ridículos clichés como la aparición sorpresiva del héroe para salvar a la heroína un pomposo plagio al clímax “Deep Impact”. Hay más (bastantes más). Pese a todo, considero que la traba principal es esa falta de empatía con los personajes, que acaban convertidos en simples anécdotas, o un villano que quita-y-pon no ayuda ni proporciona mayor satisfacción que disfrutar de algunas brillantes ideas de las propuesta conectando el género bélico en diferentes tonalidades con la imaginería intergaláctica de la franquicia. Aquí, sin embargo, sigue faltando una gran revolución que consiga equilibrar lo entrañable con lo adulto sin notarse esa mano de clara diversificación racial y sexual como parte de un estudio de mercado; sigue faltando esa Fuerza que tanto reclaman y repiten los protagonistas y que parece perdida y a la deriva en una galaxia emociona todavía muy (y muy) lejana. A esperar toca pues, aunque, ¿no habíamos dejado de esperar ya muchos con ese cuestionado fanfilm millonario empapado hasta las trancas de nostalgia, réplicas y mercadotécnica perpetrado por J.J. Abrams?
Vayamos al destripe bastardo. A la nave la llamaron Rogue One… pero podía haber llamado Rita la Cantaora o Paquita la Churrera. ¿Qué esperaban? ¿Qué podían esperar al confiar tal misión a un tipo al que una babosa gigante con ojos de cocainómana le había pasado los tentáculos hasta en los repliegues del escroto? ¿Es que no tienen una máquina de la verdad? No, ¡toma babosa! En “Rogue One: Una historia de Star Wars” existen dos claros problemas que define la anterior premisa. El primero es que los personajes son víctimas de las circunstancias en el sentido literal del asunto, marionetas y títeres de un spoiler anunciado y, evidentemente cadáveres con los que muchos no conseguiremos empatizar como comentaba anteriormente. Mucho menos si uno se encuentra a Hannibal Lecter tratando de ganarse la nominación al Nobel de la Paz y a Forest Whitaker perdiendo miembros a cada laguna (y secuencia) del guion. Evidentemente falta algo… como descubrir cómo Jyn Erso es tan gafe: dónde va esta mujer va para allá el invento de papá a reventar todo lo habido y por haber. ¡Deja de moverte tanto, reina mora, y quédate debajo del rayo asesino para evitar que siga muriendo gente a tu paso! La otra cuestión viene del propio carácter improvisado del asunto en casi todas las escenas con personajes bipolares que toman decisiones sin que sepamos por qué en una secuencia anterior eran asesinos (o criminales) y en la siguiente quieren robarle el Nobel de la Paz a Hannibal Lecter o formar una ONG intergaláctica. Pero lo peor de todo es el momento ‘estrellita’. WTF!? Vas diciendo que eres un caballo de Troya que ha puesto un documento supersecreto con el que hacer un candelabro italiano a la Estrella de la Muerte y, ¿le pones de nombre… estrellita? ¿De verdad? ¿Estrellita? ¿De verdad? ¿Nadie revisa allí los documentos? Perdonen, ESO no es una palabra clave entre un padre y una hija es una soberana estupidez que solamente sería entendible en “La loca historia de las galaxias”.
Vayamos a la notas finales. Sobre el papel la cuestión puede ser que los protagonistas alcancen la epifanía de formar parte de algo más grande que ellos mismos y que dé sentido a su misión para un bien mayor. ¿Esa nueva esperanza es ver a Carrie Fisher con una Cara Anchoa de CGI? ¿Consistía en que todos los personajes una vez que consiguieran completar su destino la palmaran? ¿De verdad que una Cara Anchoa justifica los medios? Habrá que analizar si salvan la función entre la peor interpretación de Diego Luna, la gafe de Jyn Erso, un androide asesino-psicópata con chistes robados a Jorge Cremades, un oriental ciego adicto al postureo al que le tapan la cabeza junto a su amante de cañón bien dotado y un piloto violado por una babosa (que te vuelve loca). Yo digo que si vas con los malos disfrutas mucho viendo la película aunque no es recomendable sacar el sable de luz y masturbarse en la sesiones debido a que hay que niños por lo que se recomienda ir a los pases de V.O.S.E. y no olvidarse del lubricante. ¡VIVA EL IMPERIO! ¡BIBA! Solamente pensar en el Reino de Mordor en el que vive Darth Vader y es tener una erección, oigan. El resto, muy estrellita que no star. ¿Se me entiende o me tengo que sacar el sabe láser?
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