Páginas Bastardas

domingo, 5 de junio de 2016

La bruja: ¿Quién es realmente la bruja?

“La bruja”
Título original: “The Witch
 (The VVitch: A New-England Folktale)
Director: Robert Eggers
EEUU
2015

Sinopsis (Página Oficial):

En esta increíble y aterradora película, los eternos conceptos de brujería, magia negra y posesión se unen de una forma innovadora para contar la fascinante historia de la desintegración de una familia asentada en el campo de Nueva Inglaterra en el siglo XVII. Nueva Inglaterra, 1630. Ante la amenaza de ser repudiado por su iglesia, un granjero inglés decide abandonar el pueblo y establecerse en plena naturaleza con su esposa y cinco hijos, en medio de un inhóspito bosque donde habita algo maléfico y desconocido. Enseguida empiezan a pasar cosas extrañas: los animales se vuelven agresivos, la cosecha no prospera, uno de los niños desaparece mientras que otro parece estar poseído por un espíritu maléfico… Las sospechas y la paranoia aumentan, y la familia acusa de brujería a Thomasin, la hija adolescente, algo que ella niega rotundamente. Las circunstancias empeoran, y la fe, lealtad y afecto de los miembros de la familia son puestos a prueba de manera inimaginable. El primer largometraje del guionista y director Robert Eggers, muy aplaudido en su estreno en el Festival de Sundance 2015, donde ganó el Premio al Mejor Realizador en la Sección de Narrativa Estadounidense, recrea con gran detallismo la época previa a los juicios de las brujas de Salem en 1692, en la que reinaba el temor de Dios en Nueva Inglaterra llevando las convicciones religiosas a la histeria colectiva. “La bruja”, contada desde el punto de vista de la adolescente Thomasin, interpretada por la recién llegada Anya Taylor-Joy, con una fascinante fotografía y una poderosa banda sonora, ofrece una visión escalofriante e imaginativa del género de terror.

Crítica Bastarda (con spoilers):

Considerada un clásico contemporáneo del género por la crítica desde su estreno, pienso que la película del Robert Eggers funciona gracias a la ambigüedad de sus varias lecturas y un discurso que nunca acaba de hacerse corpóreo. Tal vez el terror acabe siendo un espectro invisible que simplemente se alimente y refleje nuestros miedos interiores, dando la impresión de que han sido tan racionalizados y psicoanalizados que únicamente nos queda por enfrentarnos cara a cara con los mismos. Quizás demos a todo tantas vueltas ―normalizando objetos, elementos e ideas― que por norma general acaban difuminados por los debates y teorías de la era Reddit, por ese cosmos de internet y espontaneidad de las redes sociales que todo lo mastica y devora. O tal vez el truco sea entender que el terror, tal y como lo conocíamos, ha muerto y en esta segunda década del siglo XXI nos estamos limitando a exhumar sus restos para disponerlos en una morgue cinematográfica y someterlos en una mesa de lavado de cadáveres que acaba siendo la pantalla que tenemos enfrente. Vayamos a aquello que supone la cuestión de fondo, que no de forma, ya que considero que para disfrutar de “La bruja” se debe realizar un análisis partiendo de una visión histórica y sociológica ―con conexiones con nuestro presente― de aquello que trata de adaptar el autor, adentrándose en el hechizo del film, así como los ataques que ha recibido por parte del público, como si profundizaremos en esas matas y árboles argumentales tratando de llegar a un destino que nunca se concreta convenientemente. Seguramente todo pase por establecer el punto de vista al que hace referencia su propio título. ¿A qué bruja se refiere? ¿A una de aquellas que acecha en ese enigmático y mortecino bosque o a la transformación de Thomasin en la que será su nueva naturaleza? Incluso dentro de esos márgenes pudiéramos debatir la evolución del personaje principal como la propia carnalidad de ese aquelarre. ¿No es acaso la finalidad de los subgéneros de terror sobrevivir a toda costa? ¿Y qué ocurriría si la única vía de no perecer fuera transformarse en los monstruos que acechan en las sombras y que segaron la vida de tu propia familia? ¿Y acaso esas supuestas aberraciones son sobrenaturales cuando su origen a todos los niveles es netamente humano? Pero la cuestión pudiera ser otra menos todavía esclarecedora: ¿existen realmente esos monstruos o no son las propias personas aquellas que dotan de cuerpo y vida a sus temores más abstractos? 


Pensemos en que Eggers manipula diferentes materiales para dosificar convenientemente sus muchas lecturas, partiendo de la propia base de su acercamiento histórico, porque examinando el film en su concepto y créditos finales el conjunto se abriga en una adaptación de cuentos populares ―de hadas y leyendas― y relatos propios de la brujería desde una perspectiva fidedigna. El director desea trasladarnos fílmicamente allí bajo un testimonio realista, utilizando luz natural y exteriores, conocedor de que su libreto se ciñe a una investigación de fuentes directas, como diarios o documentos de juzgados, para remarcar ese discurso sobre un tratamiento y filtro ‘humano’ que describa un ámbito desconocido, capaz de detonar un mecanismo de autodefensa normalmente violento de la sociedad. En cierto modo, “La bruja” es al mismo tiempo una cinta religiosa y parte aquel ‘ideal pervertido’ del que hablaba Michael Haneke en “La cinta blanca”, aplicado al fanatismo y la creencia, a esa suma de contradicciones de un ‘Dios Creador’ que expone a sus hijos a los peligros y designios tanto de su naturaleza como del entorno hostil que los rodea. He aquí, en realidad, la historia de una ambigua posesión que también nos remite a su título original (“The VVitch: A New-England Folktale”) para trazar diversas líneas respecto a una lectura de esa oscuridad y miedos del folclore estadounidense. A Eggers le concierne sumergirse en la mitología y el nacimiento de una nación, cuando los colonos ingleses (calvinistas extremistas en el caso que nos ocupa) viajaron a un nuevo mundo y conformaron esa Nueva Inglaterra del siglo XVII. En realidad, resulta curioso que se designe el fin de la Edad Media con el descubrimiento de América y la introducción a esa Edad Moderna en la propia película venga de la mano de una sociedad rural y puritana, que expulsa de los terrenos de la colonia a la familia protagonista ―por un delito de ‘presunción orgullosa’― para que se asiente en los márgenes de ese denso y atemporal bosque que marca, al mismo tiempo, la impresión de un peligro venidero y la esperanza de volver a empezar de nuevo. Desde ese espectro, claramente religioso, a Eggers le interesa pivotar sobre dos grandes temas: 

1.- El miedo del individuo al aislarse de la sociedad y la predisposición de ésta de ‘castigar’ a aquellos que salen del sistema, utilizando el folclore como seña de identidad de la crónica negra de fábulas e incluso supuestas invenciones sobre su funesto destino.

2.- La naturaleza como una indomable, hostil y oscura amenaza para el ser humano a modo de discurso herzogiano. 

Entablando una comunión entre sendas alocuciones surge la histórica presencia de ese ‘diablo’, capaz de adoptar distintas formas de animales, conceptuado en la propuesta tanto en esos ojos de esa libre (que no desentonarían en Posesión infernal) y, sobre todo, en ese macho cabrío con ‘nombre propio’: Black Phillip. En el par de secuencias que protagoniza junto a William observamos en primera instancia como el hombre consigue hacerse con el control de ese agitado animal mientras que, finalmente, acaba siendo derrotado por el mismo, conduciendo al patriarca a su desaparición y a tal efecto dejando la idea tanto de un concepto sobrenatural como de otro plenamente corpóreo.


“La bruja” decide quebrar voluntariamente el punto de vista de su protagonista (Thomasin) para facilitarnos una lectura respecto a las maquinaciones de esa provecta ―y habitualmente desnuda― bruja, que nos introduce tanto en la ignorancia de William y su familia como en su fanatismo religioso como su única guía de racionalidad. Los elementos ya están dispuestos en un brebaje explosivo que, poco a poco, se va a ir caldeando junto a esa malsana atmósfera para conducirnos al frenesí de la locura. La banda sonora de Mark Korven, punteada sobre cánticos aterradores, ayuda a esa pretendida confusión entre lo humano y lo sobrenatural, como parte de ese leitmotiv que acaba siendo la gran constante de la obra. Tal vez aquello que también nos quiera contar el director es la disección de los pilares sobre los que se asentaron los miedos de la sociedad estadounidense, como los descendientes de esos colonos establecidos sobre estructuras sociales. Esas jerarquías van quebrando desde la premisa argumental de “La bruja”, siendo la familia protagonista expulsada de la sociedad, debiendo vivir en sus carnes otra brutal fragmentación interna debido a un cuestionamiento de su fe, su único pilar existente para mantenerse en pie. Resulta interesante ver cómo el ser humano ‘racionaliza’ la crueldad del destino y los reveses desde un prisma religioso, condenándole a la histeria y sufrir sus más desproporcionados miedos y paranoias en composiciones (como la familia) que consideraba inquebrantables. Eggers tampoco quiere posicionar una lectura clara, sumando a los citados elementos otro discurso sobre el despertar (de la edad) sexual (Thomasin, Caleb) e incluso la posibilidad de una visión inquietante sobre planteamientos alucinógenos. ¿Y si William y su familia fueran víctimas de consumir cornezuelo del centeno? ¿Y si todas esas alucinaciones, estremecimientos y delirios tuvieran una explicación científica? ¿Y si los terrores puritanos (la manzana como pecado, el diablo) o la desaparición de Samuel pudieran ser definidos? ¿O tal vez todo es una cuestión de sugestión alrededor de la fe? Incluso ese ungüento realizado con la grasa y entrañas de un bebé no bautizado pudiera tener efectos alucinógenos o sugestivos para esa provecta anciana que cree que con el mismo podrá volar hacia la luna en su escoba. No esperen respuestas ya que usted es aquel que debe encontrarlas.


Ninguna lectura está clara en los misterios y enigmas que expone “La bruja” utilizando la religión como parte de su entramado discursivo. Y es que las brujas también acaban siendo otras fanáticas adoradoras de un señor oscuro que marca la senda de su camino, susceptibles a los mismos mecanismos respecto a la fe de un puritano. En cierta forma, el viaje vital de Thomasin y su elevación final encaja perfectamente en esa conjetura en la que el ser humano está condenado a estar sujetado por hilos invisibles, haciéndole creer un éxtasis artificial y libertad que no es tal, simplemente ilusoria y bajo una perspectiva propia. Desde el comienzo de la película nunca sentimos a Thomasin integrada en esa familia de fanáticos e incluso “La bruja” se pudiera entender como la historia de una (falsa) liberación a través de la posesión. E incluso en ese aquelarre climático y con el que finaliza el film, todos los temas acaban integrados sin que tengamos respuestas satisfactorias. ¿Realmente esa secuencia sucede en un plano real o Thomasin es víctima de sustancias alucinógenas y de sus propios temores y/o fanatismo? Robert Eggers nos deja en un corte a negro y nos revela en sus créditos finales que aquello que presenciamos tiene un espectro real, sin que podamos amarrarnos a una idea fija salvo nuestro propio planteamiento subjetivo. La cuestión considero que es dejarnos claro que los nuevos tiempos del terror vienen de la mano de films como It Follows, “Babadook” o “La invitación”, donde los medios especializados son objetados por el público general (y viceversa). Que M. Night Shyamalan hiciera una comedia a golpe de parodia (involuntaria o no) del found-footage en “La visita” deja de nuevo en evidencia que películas como “La bruja” desean explorar el género desde el debate al otro lado de la pantalla, exhumando un cadáver exquisito e invitándonos a una disección propia y personal. Y aquí usted decide si se une al aquelarre de seguidores y adoradores de la cinta de Eggers o, por el contrario, agarra fuertemente su antorcha y se une a la turba iracunda de aquellos de desean acabar con la monstruosidad engendrada al otro lado de la pantalla. Al fin y al cabo, usted puede acabar siendo la propia bruja del cuento (y película) sin que conozcamos qué líneas se difuminan entre ambos bandos ideológicos enfrentados.

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1 comentario:

  1. Yo creo que esta película se revaloriza sobretodo por todas las películas de "terror" que se han estrenado hasta el momento. Una mención especial al tratamiento visual, mientras que la trama se nota que es de autor. El problema de la película es que no llaga a ser completamente redonda, quizás si hubieran optado por una "desaparición" al medio de la película hubiera funcionado mejor. Por lo demás todavía alucino con el final, un orgasmo literal. Saludos bastardos desde Perú.

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