Esto es no es el Apocalipsis. Este es nuestro comienzo… El fin de la muerte en sí. La vida eterna.
Es interesante que “Fear the Walking Dead” decida explorar ciertos conceptos que evidentemente no surgieron ni fueron tratados en el show original de AMC, aunque es obvio que la creación de esta producción pasa precisamente para dar otro tipo de espectro a ese Apocalipsis Zombie que destruyó el mundo tal y como lo conocemos. Es cierto que vivimos sobre pequeñas réplicas y conexiones respecto a las vivencias de Rick y los suyos y todo el arco argumental alrededor de esa finca cerca de Baja, Mexico, nos remite a la granja de Hershel Greene y a la divergencia de su fe (y necesidad de mantener ‘vivos’ a los caminantes) respecto a ese contraste más oscuro y macabro que propicia Celia Flores. El problema es que todo ese crisol y perspectivas ―y focos de interés― no tiene una posibilidad de crecimiento pese a tener una planificación de temporadas de 15 episodios. Si bien en “The Walking Dead” podíamos acusar los productores y escritores de estirar tramas aquí no va a existir ninguna clase de respiro para los protagonistas bajo el leitmotiv de esta segunda entrega: no hay puerto seguro. Hemos pasado de un viaje marítimo en Abigail a tener distintos y peligrosos encuentros con esa continuidad y, finalmente, tomar tierra… para partir de nuevo. Y es el que arco argumental iniciado en “Sicut Cervus” (2x06) se cerrará en “Shiva”, séptimo episodio de la segunda temporada de “Fear the Walking Dead” sobre esa sensación de mid-season finale. Repasemos el episodio.
Vayamos a lo interesante que es precisamente todo lo que ha aportado ese personaje llamado Celia Flores, que en dos capítulos ha ofrecido bastante más de lo aportado por algunos caracteres principales. Pero, de nuevo, volvemos a esa idea de ofrecer pequeñas dosis temáticas por parte de los escritores y dar en cierta forma sentido a los conflictos de todos sus protagonistas. Ahí aparece la figura del monstruo respecto a un conflicto paternal/maternal. Ya sabíamos que ese nuevo mundo no era lugar ni para los débiles (de cuerpo y mente) ni para los más pequeños y prueba de ello vuelve a ser “The Walking Dead”, con el desarrollo de personajes como Carl o Enid, siendo juguetes rotos que tratan de sobrevivir sin importa cómo (JSS). En los Anderson vimos otro concepto autodestructivo mientras que Lizzie Samuels aportó esa idea de monstruosidad de ese nuevo orden que gobierna un mundo en el que la muerte camina. ¿Y quiénes son los monstruos aquí? ¿Los vivos o los muertos? Celia Flores ha sido introducida en la serie para dinamitar todos esos conceptos y que los distintos personajes hagan frente a sus temores, que presenciemos cómo un tipo duro como Daniel Salazar sea víctima de ciertos problemas y traumas que habían quedado enterrados en los más profundo de su psique. Y si la muerte es capaz de emerger y resucitar, también todos esos muertos que arrastra su conciencia. No creo que todas esas alucinaciones, pesadillas y recuerdos del personaje molesten para plantear aquello que necesitaban los guionistas, que no es otra cuestión que enfrentarlo a su pasado, que sea al final un peligro tanto para él mismo como para los demás. Y he ahí ese patrón autodestructivo que ya divisamos en “The Walking Dead” y en el que protagonistas como Sasha o Abraham, por ejemplo, consiguieron exorcizar junto a sus demonios personales. Bien, en “Fear the Walking Dead” no hay tiempo más allá de la propia inmediatez, como si los productores todavía no tuvieran claro qué tipo de show quieren plasmar ante las dudas de la audiencia al otro lado de la pantalla.
“Shiva” es un episodio pensado como clímax y para separar a los personajes presumiblemente durante un tiempo hasta un encuentro venidero. No es una mecánica novedosa en el universo zombie de AMC y aquí los escritores han encontrado un material para remitirnos a “Beside the Dying Fire” (2x13) aunque con muchos matices y diferencias. En realidad, esa finca es sumamente segura pero no así las intenciones de Celia Flores como los conflictos y problemas de los dos hijos de las familias de la serie. Anteriormente comprobamos que Chris Manawa se está dando cuenta de que se está convirtiendo en un monstruo como Lizzie Samuels, que acabará haciendo daño (o asesinando) a los seres que ama y que únicamente encontrará respuestas si abandona a todo y a todos. Por su parte, Nick Clark es más difuso de los que inicialmente pudiera parecer un ex drogadicto en fase de recuperación, amplificando esa sensación de estar atrapado entre la vida y la muerte y los dos mundos que gobiernan el mundo en la actualidad. Ha sido una imagen recurrente ver al joven cubierto de sangre de infectado y camuflarse entre los muertos, nunca estando complemente ‘sano’ (y aceptado) tampoco entre los vivos. Celia Flores da la impresión de ser la única persona en el mundo que lo entiende, ejerciendo como una figura maternal muy a pesar de Madison Clark. Y Celia evidentemente va a tomar una decisión respecto al acto cometido por Victor Strand, al declinar suicidarse junto a su amado Thomas Abigail y asesinarlo para disgusto de esa ‘madre’ que no es tal. Celia, en realidad, es aquella que gobierna sobre el resto y Victor va a enfrentarse a un exilio forzoso mientras que Nick ‘negocia’ con Celia (gracias a la recuperación de un transformado Luis Flores) que su familia pueda permanecer en el lugar.
Para que la situación se haga todavía más insostenible veremos cómo Daniel Salazar cae en la espiral enfermiza de remordimientos respecto a los muertos que dejó atrás en su pasado, siendo forzado a en la selva de El Salvador cuando era un niño a tomar una pistola y acabar con uno de los pocos supervivientes de un estanque lleno de cadáveres. Esa descomposición mental del protagonista le convertirá en peligro para todos los demás habitantes de la finca, decidiendo Celia atarlo para que sus alucinaciones cobren la forma de su mujer Griselda. Es obvio que esa tortura del personaje viene focalizada de los muertos que mantiene con ‘vida’ Celia y Daniel escapará para dar sentido a la crónica de un suicidio anunciado. Por parte de Travis, su preocupación será dar con el paradero de su hijo Chris en fuga, y acabará con sus pies sangrando y desgarrados por no llevar unas zapatillas adecuadas para el terreno. Será el encuentro con un desconocido que no habla inglés aquel que le dará evidentes pistas de que Chris se encuentra en la cabaña y que está amenazando la vida del hijo del mexicano para que éste se deshaga de su padre y pueda continuar su camino. Todas esas líneas argumentales acaban chocando. Nick localizará a Chris y a Travis, tras tratar éste incluso de atacar con su un cuchillo a su progenitor, pero éste declina de volver junto a Madison ya que su hijo necesita un padre para poder salir adelante a tal situación. Madison decide cortar por lo sano respecto a esa nueva droga ‘emocional’ que supone Celia y la dejará encerrada junto al resto de infectados de la bodega tras engañarla. Celia tampoco aquí pide ayuda, aceptando su papel y delirante fe. Tampoco dudo que nadie pudiera escucharla al estar el grupo principal ‘invitando’ a abandonar la finca a Strand e incluso Alicia despidiéndose en la distancia. Daniel, además, llegará al sótano de los horrores para incendiar todo el lugar en una secuencia en la que los muertos acaban transformándose en vivos delante de ese hombre ya envuelto a sus pies en llamas. Su despedida artificiosa (y en un plano mental) de su esposa es la superación a su propio conflicto y redención personal, como una especie de purificación para purgar sus muchos pecados. Finalmente, que Strand abandonara el lugar en una camioneta fue lo mejor que les pudo pasar a todos, ya que Madison, Alicia y Ofelia encuentran una vía de salvación ante varios dramas en ciernes y con los hombres de Celia amenazando desde el fondo del nocturno y caótico escenario. Daniel ha muerto aparentemente (salvo que lleve sangre Targaryen en su venas), Nick miente a su madre respecto al encuentro con Travis (porque éste así se lo había pedido) y, para colmo, el propio Nick decide dar la espalda a su madre y someterse a ese nuevo mundo de infectados. En resumen, Nick tiene razón: los protagonistas son unos monstruos (y gafes) que destruyen todo a su paso. Así que, de momento, cada uno por su lado (¿para así destrozar el triple o cuádruple más?). Continuará…
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