Páginas Bastardas

lunes, 8 de febrero de 2016

Truman: La despedida

“Truman”
Director: 2015
España
2015

Sinopsis (Página Oficial):

Julián recibe la visita inesperada de su amigo Tomás que vive en Canadá. Los dos amigos junto a Truman, su perro fiel, compartirán, a lo largo de cuatro intensos días, momentos emotivos y sorprendentes provocados por la difícil situación que está atravesando Julián.

Crítica Bastarda:

La última propuesta de Cesc Gay pudiera engendrar diversas películas y posibilidades con su materia prima. Por el contrario, ninguna variación que me parezca interesante o sugerente se ha plasmado finalmente al otro lado de la pantalla. El germen, no obstante, se encuentra en “Truman”, la historia de un adiós y despedida o, sintetizando, la crónica de ese final del camino del que ningún ser humano puede escapar. Se trata de articular esos mecanismos a los que se aferra toda persona cuando el negro abismo aparece en medio de su carrera vital. No hay escapatoria y el único consuelo es no desaparecer bajo el fugaz peso de la guadaña. Hay tiempo, poco… pero hay tiempo. Julián ve en la repentina visita de su mejor amigo Tomás, la posibilidad de escribir las últimas líneas de su carta de despedida, de cerrar cada renglón antes de sumergirse en el negror y vacío de la muerte. El cáncer es una enfermedad que conecta el argumento y drama de la cinta a la conciencia del espectador, como algo que le pudiera pasar a cualquiera y que seguramente hayan experimentado en sus círculos de amistad y/o familiares gran parte de esa audiencia que ha aplaudido un film que se reafirma en su sutileza respecto a un tema trillado. Gay, además, sorprende por no recurrir al manual de sensiblería más efectista, desplegando lo mínimo posible cualquier artimaña de dramatismo barato. En ese aspecto, puede que no definir un concepto en su historia, más allá del discurso de despedida, haga que la propuesta quede en tierra de nadie bajo ese pretendido toque de ingenuidad narrativa.


Nada brilla especialmente en “Truman” si uno saca a Darín del encuadre. Todo es sumamente irrelevante, dando a entender esa manifiesta desidia y sentimiento anacrónico de recrearse en lo inexpresivo y la simpleza. El argumento con el que trabaja Cesc Gay no deslumbra en ningún momento, engendrando una pieza tremendamente caduca, olvidable, que no aporta absolutamente nada salvo algunos acercamientos a la comedia negra existencialista. No obstante, Darín hace suya la película, se recrea en esos espacios sin fulgor narrativo que ofrece el libreto coescrito por Tomás Aragay y hace crecer una nimia propuesta al elevar ese discurso sobre el adiós y la herencia. Julián sabe que el foso mortuorio le espera y se encuentra cerca. Decide dejarse caer en el mismo, aunque trata de aferrarse a esa sucesión y legado que va a dejar en ese mundo que ya decididamente se prepara para abandonar. La sangre (su hijo), las deudas pendientes (una infidelidad pasada con la que rompió un matrimonio), su vocación (el relevo de su papel teatral) y, sobre todo, el destino de su perro Truman, su ‘segundo’ hijo, aquel elemento que define la obra y que establece el vínculo entre dos amigos separados tanto en la distancia como en el tiempo. Truman recoge en su ser aquello que define a Julián y establece esa ‘memorabilia’ que entiende como su testamento e incluso ‘reencarnación anímica’ tras su muerte. Es curioso que ese actor que interpreta Ricardo Darín quiera finiquitar todas sus cuentas pendientes menos con Hacienda… Y Hacienda somos todos. O eso se dice (y te obligan a hacer), menos a los parásitos vividores de las subvenciones según Cesc Gay, claro. Lo único que encuentro honesto en “Truman” es la interpretación de Darín y algunos matices en el personaje de Javier Cámara al también despedirse de todo lo que engloba su propio pasado (y echar un polvo en el proceso siguiendo el manual del cine casposo patrio), junto al tratamiento de la incomodidad social respecto a una enfermedad presente en nuestra realidad y que, a veces, se trata de hacer invisible. El resto me parece profundamente olvidable y peligrosamente sobrevalorado. Únicamente me podría satisfacer esta historia si al final el avión donde viajan Tomás y Truman se estrella y mueren todos, remarcando así esa moraleja que describe la fatalidad de la muerte y el sinsentido de la vida. Pero en cierto modo, que la película haya sido coronada en los Premios Goya remarca ya la implícita futilidad de luchar contra esa irracionalidad que es el mundo en el que vivimos (y morimos).

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