“American Horror Story: Hotel” está basando todo su encanto en reconstruir y apuntalar toda la mitología alrededor del Hotel Cortez y sus habitantes mediante el lenguaje cinematográfico. A Brad Falchuk y Ryan Murphy siempre les ha encantado sumir el poder audiovisual de su antología en una completa y monumental estilización siempre funcional y sorprendente, asegurando en un amasijo de referencias al género fanático y de terror todo el potencial de una impecable carcasa. Pero, ¿hay algo más en el interior y, sobre todo, en esta ocasión? “Flicker”, séptimo episodio de la presente entrega revela las limitaciones interpretativas de Lady Gaga aunque, al mismo tiempo, se ratifica dentro de ese concepto de la comunión de la eternidad y el arte, como si fuera una escultura perpetuada a través del tiempo. Podemos criticar muchísimas cosas de “American Horror Story: Hotel” como esos apagados/encendidos de supuestas tramas importantes que suponen un terremoto de cara a la narración, siendo el motivo de reiteradas y preocupantes lagunas argumentales muchas veces retratadas en simples delirios o ideas que quedan en premisas sin desarrollo. ¿Qué fue de la venganza de Ramona Royale? ¿Del regreso de Donovan? ¿De la muerte de Tristan Duffy y el luto de Liz Taylor? ¿De la propia presencia de Scarlett Lowe o de esos niños-vampiros que andan sueltos por la ciudad? ¿De que alguien se plantee que el 98% de las personas que entran en el Hotel Cortez no salen con vida del mismo… desde hace décadas y décadas? No hay estrictamente un sentido argumental más allá de esa edificación de toda la mitología alrededor de la obra del mal perpetrada por Mr. James March y es precisamente ahí donde “American Horror Story: Hotel” brilla con luz propia, dando sentido a la vinculación de todos los protagonistas y, sobre todo, de la misteriosa Condesa Elizabeth. Todos los secretos serán desvelados en “Flicker” y es hora de repasarlo.
La maternidad y el amor verdadero son las constantes de “American Horror Story: Hotel” y “Flicker” va incidir en el segundo elemento para revelar todos los orígenes de la Condesa y cómo ésta quedó vinculada a James March y a la propia leyenda del Hotel Cortez. Precisamente el episodio comienza destapando el mayor secreto guardado en esa morada diabólica del mal, siendo las obras de Will Drake las detonantes de la revelación de una pareja que no desentonaría en absoluto en un episodio de “The Walking Dead”. En todo ese entramado se vuelve a revelar las múltiples debilidades de la temporada respecto al material presente. Que Lachlan dé la bendición a su padre para que éste convierta a Elizabeth en su nueva ‘mamá’ remarca de nuevo el escaso atractivo del presente que vive el Hotel en los delirios económicos de una necesitada y glamurosa vampira. El magnate de la moda simplemente está aportando, de momento, chistes sobre blanqueamientos anales y algún jocoso diálogo. Los adultos son complicados. Tampoco vamos echar en falta las peripecias de esa nueva institutriz-doctora aunque sí la reacción inmediata de Liz Taylor tras el asesinato del amor de su vida. Ese enlace lo establece ciertamente el motivo de la irresistible atracción de la Condesa respecto a Tristan Duffy y el juego de los productores y guionistas para disfrazar a distintos personajes con los mismos actores y reconocibles caras. No es que estemos ante un discurso sobre la trascendencia humana en plan “El atlas de las nubes” pero ahora comprendemos por qué Elizabeth eligió al problemático y drogadicto modelo. Vayamos al principio tras hallar los obreros de Drake una sección rodeada por un muro de una pulgada de acero. ¿Qué se esconde allí? Una pareja monstruosa que mucha sed de sangre… Muchísima.
James March ha sido siempre descrito como un sádico y despiadado sociópata y su vuelta de tuerca es precisamente la Condesa Elizabeth, de la que está enamorado y por la que ejecutará una depravada venganza para mantenerla a su lado… para siempre. Al fin y al cabo, él fue su creador en el sentido de evitar su suicidio y amarrarla dentro de su vida e incluso crímenes como voyeur. ¿Algún paralelismo aquí con el Asesino de los Diez Mandamientos? De eternidad va el asunto y la historia del personaje que interpreta Lady Gaga nos lleva directamente hasta Rodolfo Valentino y a un retrato del Hollywood de 1925. ¿Y adivinan quién lo interpreta? Sí, Finn Wittrock. El mundo pensó que la inmortal estrella y primer sex-symbol del séptimo arte murió en 1926, pero se equivocaba. Está vivo… es vampiro y se encontraba atrapado en el Hotel Cortez… hasta ahora. Elizabeth se convirtió en la amante de Rodolfo y su esposa Natacha Rambova (Alexandra Daddario), considerando a ambos como dioses tras bailar un mítico tango a tres. El matrimonio se convirtió, además, en seres supremos tras acabar Valentino en las garras y dientes de Friedrich Wilhelm Murnau, el director de “Nosferatu” y “Amanecer”. Éste encontró durante el rodaje de una de sus obras maestras, una orgía de sexo y sangre en los Montes Cárpatos gracias a un antiguo y desconocido mundo y ese peculiar virus vampírico. Con semejante material y el envoltorio —que homenajea a esos ‘flickers’ del cine mudo y primigenio— la diversión está asegurada. Tras la simulada muerte de Rodolfo, la Condesa no tuvo constancia de la misma convirtiéndose en la mujer de negro que dejaba diariamente una rosa roja en su tumba. Su luto e intento de suicidio también la transformaron en la esposa de March e impulsó al personaje a viajar al lado oscuro del alma humana. Aunque no fue el amor de su vida, ese psicópata se convirtió en el hombre al que quedó atada… hasta que Valentino y Rambova regresaron de entre los muertos para convertir al ratón en minino y viajar todos juntos por el mundo. El tango les esperaba. March lo evitó y redujo con sus hombres al matrimonio de estrellas para dejarles emparedados en esa sección del Hotel Cortez por toda la eternidad sin que su esposa tuviera constancia de tal venganza. Bien, ahora ya están liberados de sus cadenas… aunque pertenezcan a otro tiempo. Primero necesitan sangre y los productores han aprovechado para que Marcy (Christine Estabrook) de “Murder House” y unos strippers australianos sirvan del suficiente alimento para propiciar su rejuvenecimiento. Desconocemos si su salida del Hotel Cortez es para continuar con el plan que dejaron aparcado en los años 20 o, por el contrario, les volveremos a ver para tratar de plasmar una venganza frente al ya espectro que les encerró durante numerosas décadas. Yo apuesto por lo primero aunque el reencuentro de la Condesa con Valentino pudiera ser parte del material para la recta final de la temporada.
Si bien “Flicker” funciona bastante bien en todo ese concepto de homenajes y locas proposiciones respecto a una historia alternativa de Hollywood, también se agradece que el caso de John Lowe tenga más avances pese a estar éste fuera de la investigación. Le veremos ingresar por voluntad propia en un hospital psiquiátrico después del incidente con su hija, tras quedar completamente tarado en el Hotel Cortez y, sobre todo, agredir a su único amigo y compañero de trabajo: Andy Hahn. Todo, no obstante, obedece a una maniobra del propio detective al estar en el lugar el cómplice del asesino de los Diez Mandamientos y enterarse en esa disputa que le va a apartar definitivamente de la policía durante un largo periodo de tiempo. ¿Y quién es? En realidad hablamos de ella… y es una baby-vamp que pasó ya por el parque de atracciones infantil de la Condesa Elizabeth durante los 80, siendo rescatada por la misma al tratar de suicidarse dentro de un coche debido a que su padre quería abusar sexualmente de ella en el momento que creciera. Todo está vinculado con el Hotel Cortez y traumáticas experiencias. Y aquí entra de nuevo en juego la previsible teoría de que sea el propio John el Asesino de los Diez Mandamientos, siendo ‘rescatado’ Holden por la Condesa al saber aquello que podía hacer su padre con él. Sería, por el contrario, un material poco eficaz a estas alturas, pero la pequeña Wren no era una víctima sino que ella misma colaboraba en los crímenes del peculiar y sádico asesino en serie. John accede a sacar a la pequeña del hospital psiquiátrico para revelar quién está detrás de los asesinatos pero ésta decide quitarse la vida lanzándose en plena carretera ante un camión con unas frases previas que revelan una acertada dualidad entre la interrupción sorpresiva de la trama para evitar así que todo acabe antes de tiempo y, por supuesto, sin que sepamos si esa conexión entre ambos, bajo una gran dirección en los primeros planos y el tratamiento de la imagen, da a entender que John es el Asesino de los Diez Mandamientos… o alguien muy cercano a su entorno. La verdad está en el Hotel Cortez… aunque sintamos que esta trama se encuentra en una perpetua espiral, como si “Se7en” se encontrara con “Zodiac”… Todo vuelve al comienzo… aunque John esté cada día más loco y torturado por hallar la verdad. Tal vez él sea la verdad.
El episodio es carne de revelaciones. La Condesa ya sabe aquello que hizo su esposo tiempo atrás y que, ahora, puede recuperar al amor de su vida… aunque no sepamos cómo va a encajar tanto él como su mujer en ese nuevo orden que domina el mundo. “American Horror Story: Hotel” está acertando sobradamente en esa capa fílmica, donde ahora también entendemos la predilección de Elizabeth por una estrella del blaxploitation durante el final de los 70. Pero he aquí también los problemas de estructuración de la temporada, siendo más satisfactorio haber utilizado a un director de cine que a un magnate de la moda. E incluso un rodaje de una película dentro del Hotel Cortez pudiera dar sentido a una coherencia interna respecto a ese sentimiento de inmortalidad y del séptimo arte… más allá de una débil referencia a ‘Fast & Furious’ y Universal Studios Hollywood en el arranque de la temporada. Los destellos son el futuro y “Flicker” tiene luces y sombras, aunque sus resplandores en esta ocasión amortigüen sus muchas debilidades.
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