“Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2”
Título original: “The Hunger Games: Mockingjay - Part 2”
Director: Francis Lawrence
EEUU
2015
Sinopsis (Página Oficial):
“Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2” nos trae la impactante conclusión de la franquicia, en la que Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) se da cuenta de que ya no sólo está en juego su supervivencia, sino también el futuro. Con Panem sumida en una guerra a gran escala, Katniss tendrá que plantar cara al presidente Snow (Donald Sutherland) en el enfrentamiento final. Katniss, acompañada por un grupo de sus mejores amigos, que incluye a Gale (Liam Hemsworth), Finnick (Sam Claflin) y Peeta (Josh Hutcherson), emprende una misión con la unidad del Distrito 13, en la que arriesgan sus vidas para liberar a los ciudadanos de Panem y orquestan un intento de asesinato del presidente Snow, cada vez más obsesionado con destruirla. Las trampas mortales, los enemigos y las decisiones morales que aguardan a Katniss la pondrán en mayores aprietos que ninguna arena de Los Juegos del Hambre.
¿Cómo se construye un héroe? ¿Qué tiene de realidad o mito? ¿Qué mecanismos generan ese tránsito de la devoción al odio? “Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2” ciertamente aterriza en tiempos en los que la guerra, el fanatismo y la propaganda han enturbiado el contexto social, en los que el cine de entretenimiento se ha sumido a distopías que en cierto modo sintetizan los logros y excesos que condenaron a la humanidad a un apocalipsis. Esta obra, que culmina una franquicia, no está exenta todavía de tener que volver a repetir su ciclo o reiterar su revolución ya que en Hollywood no hay desenlaces felices, no hay conclusiones, no hay simplemente finales. Ese ciclo establece en realidad la lectura más gratificante del cierre de la saga, donde el personaje y su intérprete se confunden en numerosos diálogos y secuencias. Katniss, como un icono inspirador de esperanza para la sociedad, se anexiona con el carisma e influencia de Jennifer Lawrence, estableciendo una comunión dentro de esa simbiosis dentro y fuera de la pantalla. Retomando el discurso sobre la propaganda del film anterior, Francis Lawrence habla de turbulentos tiempos de guerra siendo un concepto tan arriesgado como maduro en el actual foco mediático y sociopolítico, pero también habita una lectura donde los tiranos se perpetúan en el poder —gracias al ‘veneno’— generando un enlace con los propios estudios de Hollywood dentro de sus contiendas propagandistas, creando e idealizando iconos, adoctrinando y seduciendo a las masas. “Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2”, por lo tanto, se trata de una pirueta tan mortal como reflexiva e irónica, atrapada incluso en su propia hipocresía al ‘dividir’ la última novela de la trilogía de Suzanne Collins en dos largometrajes para prolongar el último vuelo de su heroína.
Es posible que nadie conozca si existe una línea de intersección entre la ‘manipulación’ a la que somete a la sociedad la industria cinematográfica y ese ‘gran poder’ que despliegan los hilos políticos encadenando a la población, a modo de marionetas sumidas a sus intereses. “Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2” es, en cierto modo, un hábil discurso para adentrarse en los márgenes de ese oscuro espectáculo repleto de violencia que da la impresión de beber de los reflejos que habitan al otro lado de la pantalla. Collins se amparó en el mito de Teseo aunque la propia audiencia fue la que dictaminó las conexiones y referencias respecto a la obra. Hay más madurez y autoconsciencia, como si la inestabilidad y autocensura de la realización de Gary Ross hubieran transformado a esa ‘Barbie’ campera y rural perdida en Battle Royale en toda una líder inspiradora que se ha liberado de los hilos que pretendían manejarla. Es posible que el film de Francis Lawrence desee incluso ir más lejos. No hay héroes ni iconos de la libertad sino simple propaganda envuelta en el luto de la guerra, en esa alegoría de una ave creada artificialmente por ingeniería genética —y fílmica— que trata de imitar los sonidos de otras especies —y proposiciones cinematográficas previas—. Se trata de construir, en definitiva, una mera repetición que busque la autodeterminación y acabe finalmente arropándose y recreándose en su rebeldía sobre un sistema que simplemente quiere derrocar a otro para sustituirle reiterando sus excesos. La heroína se revela como una entidad indestructible, constantemente herida, magullada, atacada… pero siempre regenerándose y manteniendo intacto su rostro, su halo e identidad; siempre viva, como si fuera la idea de una revolución encarnada. Los ideales evidentemente dominan el mundo pero existen poderes que desean aprovecharse de los mismos e incluso transformarlos en idóneos mártires para una calculada causa. Katniss se encuentra, por lo tanto, atrapada en un fuego cruzado como icono de una revolución y, al mismo tiempo, haciendo malabarismos para encajar en los mecanismos de un manido e impuesto triángulo romántico que trata de bascular su preocupante falta de química con profundas heridas psicológicas. Posiblemente el gran mérito de la película sea difuminar y conectar visualmente a Snow (Donald Sutherland) con Coin (Julianne Moore), e incluso remitirnos a la malicia de una sonrisa que pudiera ser calcada a la de su interpretación como Sarah Palin en el premiado y estupendo telefilm “Game Change” de HBO. La heroína, como el propio espectador, es autoconsciente de la mentira y el horror que se ha desatado para acabar con un tirano y del precio de toda liberación. Y ese precio es el propio sacrificio para quebrar ese ciclo sin fin.
El Capitolio, además, nos remite a la caída de Berlín durante la Segunda Guerra Mundial pero el concepto sigue siendo el mismo: televisar la violencia, utilizar a la población para otro tipo de contienda de símbolos entre proyectiles y bombas. Katniss Everdeen se va a adentrar en esas cloacas —literalmente— para dar caza a su némesis mientras siente que dentro de su venganza sigue siendo un simple peón en manos de otros jugadores. “Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2”, no obstante, es una pieza sumamente imperfecta dentro de esos moldes impuestos en el actual panorama audiovisual en lo que triángulos románticos se refiere, utilizando todo el jugo que puede sacar la tensión de Katniss y Peeta, siendo unos personajes bidimensionales atrapados en ese forzado juego de realidad y mentira. El clímax se ha quebrado, ya no hay ‘Juegos del hambre’ salvo su propia cita ni tampoco demasiadas emociones reales más allá de sobradas y creíbles interpretaciones. En realidad, ese diálogo entre los propios actores que se someten a sus papeles lo establece a la perfección Effie Trinket (Elizabeth Banks), como si el elenco debiera sobrevivir bajo prototipos e imágenes impuestas por las apariencias de una sociedad decadente. Es en ese terreno donde sentimos el adiós de Philip Seymour Hoffman, escuchando sus palabras finales desde la ausencia, ‘viviendo’ dentro de los márgenes de la propia ficción, la caja tonta y esa constatada burla al sistema político en el que queda enmarcado su personaje. Si algo deja claro “Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2” como su predecesor film es que la mayor arma de toda guerra es la propaganda y, posiblemente, su retrasado estreno respecto a EEUU nos sirva para analizar su caída en lo que expectación y venta de entradas se refiere, como si ese espejo frente a nuestras pantallas ya no fuera tan distorsionado. ¿Vivimos ya en una distópia de duros matices morales o es demasiado dura la burla de ver cómo un gran estudio ejecuta, con cientos de millones de dólares, una franquicia sobre una revolución de los pobres y oprimidos sobre las elitistas, fashionistas y sanguinarias clases más opulentas que se aprovechan de ellos? Hay esperanza, al menos en la ficción, como si todos esos diálogos tuvieran también doble sentido respecto a la propia Lawrence. Ha luchado demasiado y se merece un descanso y recompensa, vivir su propia vida y abandonar esas pesadillas que todavía siguen presentes. Y es que existimos en tiempos de predominancia de franquicias distópicas donde el relevo pudiera suponer la propia antiutopía de calidad para el mainstream. Tanto ‘La serie Divergente’ como los films que está generando ‘El corredor del laberinto’ son de nuevo parte de ese doble sentido que se amolda en todo el inteligente y premeditado (?) discurso de “Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2”. Existen ‘juegos’ peores y esta franquicia, desde luego, no ha sido uno de ellos.
Reseña publicada originalmente en Cinema ad Hoc
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