“Chutes and Ladders”, segundo episodio de “American Horror Story: Hotel”, aterriza en nuestras pantallas para dar forma al concepto que pretenden gestionar Brad Falchuk y Ryan Murphy en esta temporada. La maquinaria creativa y estética no se ha perdido porque, precisamente, nunca lo hizo en toda la antología siendo la imagen el propio salvoconducto a la redención televisiva. Podemos adentrarnos, eso sí, en el territorio de las odiosas comparaciones aunque la ‘sustitución’ de Jessica Lange por Lady Gaga obedece a un golpe de efecto con el que el show de FX pretende revitalizarse ante la constatada pérdida de audiencia que supuso “American Horror Story: Freak Show”. Nueva savia, distintos horizontes. En esta entrega, la más macabra y oscura hasta la fecha, ya nos quedó claro que los vampiros, fantasmas y asesinos en serie —que se rigen por los pecados capitales— iban a convivir en el espectro argumental Hotel Cortez. Hay un interés en revelar también la belleza y el horror conjugados en esas referencias y conexiones que abarcan desde el imaginario popular (Stephen King, “Saw”, “Nosferatu”, “Se7en” y un largo etcétera) hasta la inclusión de clásicos de la literatura. A ‘Mujercitas’ y ‘Ulises’ les va a seguir ‘Moby Dick’ dentro de ese juego con el que seguramente se pretende bascular aquello que puede generar el ser humano: la perfección frente al terror. “American Horror Story: Hotel” va a iluminar esos rincones del alma humana en “Chutes and Ladders”, revelarnos que las grandes obras de la humanidad van ligadas al horror y la mitología del Hotel Cortez va sintetizar todos esos conceptos que también se ligan al misticismo y la religión. El vampirismo o quedar atado como un espectro al mundo terrenal, va a divisarse como una vuelta de tuerca sobre la eternidad, siendo ese recital de drogas, sexo y sangre otro pastiche sobre el que gestar los placeres y perdiciones de los mortales… y también seres presumiblemente imperecederos. Repasemos este capítulo que nos va a descubrir muchos secretos del Hotel Cortez y acerca de la mitología vampírica de la Condesa…
Nos encontramos ante un capítulo cuya duración se acerca al de un telefilm y que desea profundizar en todo los planteamientos para esta temporada del universo ‘American Horror Story’. La Condensa Elizabeth, que está interpreta por Lady Gaga, no es Erzsébet Báthory aunque su personaje contenga guiños de la condesa sangrienta e incluso establezca cierto diálogo con las divas que pretendan ser eternas. Elizabeth nació en 1904 y su época favorita fueron los 70, donde se convirtió en una Diosa entre la desinhibición de la sociedad y libertad en esa década: era la reina del disco, la oscuridad era la luz, todos eran vampiros en aquel entonces… “Chutes and Ladders” incide en esa revisión del vampirismo como virus que se transmite, como la vía de conseguir una imperecedera belleza a través de un sobrealimentado sistema inmune. Hay reglas. «Sólo eres inmortal si eres inteligente». Tampoco hay dientes ni se muerde… sino que se ‘corta’. Y, por supuesto, nunca hay que beber de los muertos evitando a los enfermos, a los débiles o a los contaminados. La mala sangre es también sinónimo de enfermedad para un vampiro. Nada de ataúdes y bienvenidas las camas Dux y las cortinas opacas… El sol tampoco mata a estos vampiros pero debe ser evitado y la sangre se transforma en la savia para la vitalidad y, por extensión, la eternidad. Pero hay una regla sobre todas: nunca enamorarse. Y si algo quedó claro en la introducción del capítulo fue que Donovan está perdidamente enamorado de la Condensa, no aportando ese elemento salvaje que ella desea mantener como depredador. Los maratones de ‘House of Cards’ son para mortales… ¿y débiles que ‘envejecen’?
La función de esos niños vampiros, donde se encuentra también el desaparecido Holden, es alimentarse de los huéspedes del hotel y someterlos a una especie de diálisis para que así se pueda extraer el néctar y pócima de la eterna juventud que necesita la Condesa. A través de un modelo archipopular —completamente drogadicto y siempre polémico—, Tristan Duffy (Finn Wittrock), nos van a introducir más a fondo en el pasado de la Condesa y la concepción vampírica en “American Horror Story: Hotel”. El nuevo propietario (y magnate de la moda) organiza un desfile que va a ser utilizado para todo tipo de fines de cara los intereses de los guionistas. Vamos a conocer el personaje que va a propiciar el cameo de Naomi Campbell, por ejemplo. Se trata de una famosa editora de moda de la revista Vogue llamada Claudia Bankson y seguramente la veremos pulular más por el show. Tristan hace de las suyas, creyéndose intocable y utiliza la violencia como reclamo de atención. La Condensa quedará prendada de sus encantos y un celoso Donovan iniciará la crónica de un vodevil vampírico anunciado. Y es que Elizabeth se va a encaprichar con ese nihilista modelo que se ha auto-mutilado su cara para abandonar su profesión y al que le importa todo una mierda salvo dos cosas:
1) Salir en la próxima película de Lars Von Trier.
2) Esnifar toda la cocaína que encuentre en el Hotel Cortez (y a 20 kilómetros a la redonda).
El olfato de Tristan no falla y le lleva a la suite de la Condesa para desvalijarla con sus narices. Va a tener su primer encontronazo con Donovan y, por supuesto, con Elizabeth. La caza ha comenzado… pero antes tendremos ese juego de encuentros fantasmales y ascensores con vida propia. La cuestión también es introducir al psicópata de James March (Evan Peters), el primer dueño del hotel, y dejar claro que el bondage allí es simple postureo previo al asesinato y su celebración. Ese encuentro es profético, como si March supiera que ese joven se encuentra entre esos muros para convertirse en un depredador… Todavía, por el contrario, reniega de su condición. Más tarde Iris le contará a John Lowe la historia de aquel que construyó ese lugar donde se halla tanto mal reunido a lo ‘Muder House’… Pero nos interesa aquí continuar con la historia de Tristan, que acabará siendo convertido por la Condesa y se transformará en su nueva pareja, rompiendo con Donovan en el proceso. Veremos cómo Tristan utiliza una APP para quedar con aquella que será la primera víctima de ese nuevo dúo de vampiros adictos al sexo y a la sangre. Tristan ya apretó el gatillo… Bienvenido al club, le diría Mr. James March.
También la idea es que el hijo de Will Drake y Scarlett se conozcan y que éste le revele uno de los secretos del Hotel Cortez: una piscina vacía donde se encuentran los acristalados sarcófagos de los niños vampiro. Allí se halla también Holden y la pequeña regresará al lugar, escapándose de su casa y evitando la escolta y vigilancia policial, para encontrarse con su hermano… que ha dejado de crecer y que aprovecha un selfie para tratar de hincar el diente a la yugular de su querida familia. Por supuesto, nadie va a creer en su casa a Scarlett y el camino a la locura de John Lowe comienza a iniciarse. Esos mecanismos son los habituales dentro del género: pesadillas nocturnas, donde verá de primera mano el metálico e imparable consolador de Addiction Demon y obviamente un encuentro con su hijo Holden. John también se topará en el bar del hotel con Hypodermic Sally para que veamos la represión del detective, su abstinencia… su visión de ese mundo terrible con el que tiene que lidiar cada día de su trabajo. Sally tampoco nos aclara por qué está ‘obligada’ a buscar víctimas, como ese yonki que introdujo su personaje, y recluirlas dentro de los colchones. Sí sabemos que tiene que asustar a aquellos que se vayan demasiado lejos dentro del hotel… como a la pequeña Scarlett, que presenciará como la adicta pierde sus dientes de un modo grotesco y horripilante.
Todo lo anterior lleva a Lowe a incluso pensar en arrestar a Iris y ésta le explica la mitología del Hotel Cortez: quién lo construyó en los años 30 y las torturas y asesinatos que allí cometió… aunque tampoco nos explique si la Condesa fue esa esposa que la leyenda negra escribió que le traicionó no sin dar el visto bueno a sus emparedados previos. La historia de March encaja en la de un sociópata que no fue aceptado por la sociedad elitista de la Costa Este al carecer de pedigrí. En el Oeste pudo reinventarse construyendo tanto un monumento al exceso y la opulencia como para dar forma a su sed y apetito. Al ser un autodidacta y monstruo del diseño —y también un experto en desquitarse de arquitectos fisgones— construyó pasillos sin salida para sus juegos de caza, pasajes secretos, cámaras de tortura, lugares donde deshacerse de los cuerpos y paredes cubiertas de amianto para que pudieran silenciar los gritos… Patrick Bateman se masturbaría gustosamente pensando en el Hotel Cortez y esa gente que entraba allí para no salir jamás. La crónica negra dice que nunca se supo cuántos murieron allí aunque se promedian tres muertos a la semana… como poco. Ciertamente en esos marcados flashbacks nos van a mostrar que una de sus víctimas religiosas le reveló que no encontraría la paz y su mensaje al mundo se convirtió en matar a Dios. James March fue traicionado y se cortó su cuello no sin antes acabar con un tiro entre ceja y ceja con su fiel sirvienta, aquella señora que no para de limpiar sábanas repletas de sangre en el hotel interpretada por la veterana Mare Winningham. Lowe no quiere ampliar inicialmente su perspectiva respecto a presencias sobrenaturales y maldiciones, pero toda esa historia le sirve para vincular a March —y sus referencias bíblicas— con el asesino en serie que persigue y que se nos revela es un copy-cat del dueño del Hotel Cortez. De momento, el detective seguirá durmiendo en la habitación que fue la oficina de March, en ese lugar que representa un oscuro corazón…
El título del capítulo viene de ese juego de tablero (‘Serpientes y escaleras’) en el que también nosotros nos encontramos atrapados: podemos avanzar rápidamente pero una resbaladiza pendiente (argumental) pude llevarnos de nuevo al principio… aunque estemos en posesión de una perspectiva y experiencia vivida. El Hortez Cortez conforma ese escenario y laberinto de callejos sin salida y escalares. Del mismo modo que tuvimos esos flashbacks en blanco y negro —y de fotogramas sobreexpuestos y dañados— en “American Horror Story: Freak Show”— regresamos a revivir toda esa mitología del Hotel Cortez y James March donde los excesos conviven con el pasado y dan un sentido al presente. “Chutes and Ladders” vuelve a incidir en ese tono de soundtrack de temas que esta vez vienen de la mano de Bryan Ferry, Siouxsie and the Banshees o New Order. Precisamente acabamos como ‘Spellboud’ para remarcar todo el concepto de desean Brad Falchuk y Ryan Murphy para esa comunión donde la muerte y la vida eterna convivan. Existe también una lectura sobre la responsabilidad de los padres sobre sus hijos, un elemento que no es de extrañar se pula también con la relación de Iris y Donovan. Veremos a Alex Lowe regañar a una madre anti-vacunas por ser la responsable directa de que su hijo tenga sarampión pero, al mismo tiempo, ella revela ese conflicto interior sobre la pérdida de Holden… y la posterior fuga de Scarlett. También el caso ‘episódico’ al que se enfrenta el detective nos muestra la salida de un padre (volarse los sesos) al comprobar que su familia murió por una intoxicación por monóxido de carbono en su ausencia. Se entiende que “American Horror Story: Hotel” desea explotar la responsabilidad de la paternidad como leitmotiv también a través de ese ‘virus vampírico’ siendo Lady Gaga la madre de esos monstruos que habitan en ese laberíntico, sangriento y espectral hotel. Esta temporada, desde luego,quiere ser nuestra droga seriéfila. Veremos a dónde llega el chute.
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