El regreso de Louis C.K. a nuestras pantallas nos lleva al segundo capítulo de la quinta temporada de “Louie”. “A La Carte” condensa en apenas veinte minutos todos los pensamientos de ese personaje que conecta directamente con su autor, ejerciendo de álter ego en esa ruptura y digresión sobre el habitual cliché. No nos imaginamos a ese aburrido y depresivo Louie triunfando y convirtiéndose en Louis C.K. como parte de una narración circular. Puede ser un posible desenlace pero nunca la verdad respecto a esa caída a infierno de un cómico en busca de una vida cada vez con menos sentido. Louie ha quedado condenado a repetir esos recuperados títulos de crédito tras un par de temporadas en los que buscó múltiple salidas existenciales. Fracasó, aunque no del todo. Volvemos al escenario y a la propia letra y canción: Louie llorará, Louie morirá. Y no hay nada más. Repasemos “A La Carte”.
“A La Carte” es un capítulo formado por varios segmentos distanciados aunque nunca apartados a la mentalidad de Louis C.K., deseando formar una colección de postales sobre su estado vital, laboral, emocional y familiar. Comenzamos con un sketch de Louie con sus dos hijas. El protagonista comienza a tener problemas y a cagarse… en el sentido literal de la palabra. Sus hijas parecen ser conscientes del grave problema dando a entender que Louie ha vivido previamente y que tratan de evitar que su padre repita los mismos errores. Planteemos que “Louie” siempre ha ocultado el drama con toneladas de transgresión, escatología y humor políticamente incorrecto. Que sus hijas tengan que abandonar a su padre en plena calle —tras tratar inútilmente de encontrar un baño para que pueda defecar— nos remite a una parodia de esa tragedia que previamente ha abordado otras cuestiones como la falta de empatía de un mundo cruel, insultante e intolerante… en lo que mierda (y gente no blanca) se refiere. Esa viñeta también da la impresión de abordar un tema como la constatación de que el protagonista se siente como un completo inútil y ‘loser’ integral, cuya única y posible épica en su miserable existencia es cagarse encima de sus pantalones. Los diálogos parecen extraídos de una cinta bélica para potenciar la parodia y habitual humillación. Sus hijas, por el contrario, no le quieren abandonar… Al fin y al cabo, sigue siendo su héroe.
Volvemos a las gafas de pasta gruesa y a ver una película en blanco y negro sobre el divorcio… en francés… ¿para que a uno le hagan un francés? “Louie” trata de proyectar en sus imágenes todo el drama pero, en otro lado de la pantalla, vamos a la perversión sexual y los chistes inapropiados. Louie quiere dar el siguiente paso en su relación con Pamela pero ésta desea evitar el ciclo: amigos, sexo, amor, matrimonio, divorcio… ruina. ¿Han aprendido algo esos personajes o están condenados a tropezar una y otra vez en la misma piedra? En realidad, existe un contraplano en la conversación de Louie con ese joven aspirante a cómico frente a esa otra voz de la experiencia (en temas emocionales y desastres de pareja), respecto a aquel condenado e incapaz de escapar del dolor. Louie teme perder a Pamela en esa relación ‘a la carta’ aunque ‘atarla’ también le condene a perderla. No sabemos si “Pot Luck” (5x01) era un flashback o parte de eventos posteriores a esta comida en un restaurante italiano… donde no puede faltar una referencia a “El padrino”. La cuestión es que la única manera de disfrutar de su relación es tener de cierta libertad ‘a la carta’ para satisfacer las deficiencias del uno con el otro. Atarse y repetir el ciclo les condenará a la ruina. Posiblemente y, por lo tanto, podamos entender ese sketch final —con Bart Folding haciendo caso a Louie y triunfando en la televisión— como la existencia de una salida ante la sabiduría propia.
Esa auto-consciencia del show le lleva a Pamela, a ese corte abrupto sobre una de sus historias de colegio. No estamos en la cuarta temporada de “Louie” y ese choque con su actual pareja (o lo que sea) nos remite al propio título del capítulo. También a ese paralelismo entre la historia de la infancia de ese joven cómico sin gracia (Bart Folding) y a un personaje que siempre está deprimido o aburre a los demás. “A La Carte” también desea profundizar en la mente de Louie, haciendo que sus fantasías culinarias pasen por devorar grandes pechos bañados de queso parmesano recién rallado. Sexo a la carta. Pero al igual que Bart Folding, Louie se transforma de una persona escasamente divertida en esa vida real ficticia a la mayor y cómica de las sensaciones. La cuestión es cambiar el tono, someterse a una voz graciosa que transforme el drama por la comedia, aunque no sepamos —como esa secuencia onírica e irreal del restaurante— si ya es producto de su imaginación y búsqueda desesperada del optimismo en ese mundo cruel y poco empático donde nadie quiere ayudar al prójimo a cagar dignamente.
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