El final de la cuarta temporada de “Episodes” me produce un absoluto sentimiento de tristeza. No me malinterpreten. Esta entrega me ha parecido incluso más divertida que las anteriores ni tampoco siento miedo o nostalgia porque pueda ser realmente el final de la comedia de Showtime. No, siento tristeza por la puñalada final de David Crane y Jeffrey Klarik para rematar esa gran metáfora de cómo funciona la industria televisiva en Hollywood. Es un mundo de locos y sociópatas, parecen decirnos, porque no hay nada agradable en ese desenlace. Nada. Ni siquiera esa intromisión de un arco argumental que se producen en estos nuevo capítulos alrededor del creciente (y auto-ignorado) embarazado de Myra Licht (Daisy Haggard). “Episodes” decide concluir desde un prisma satírico pero, al mismo tiempo, tremendamente cruel con todos sus protagonistas, dejando en evidencia tanto la venganza del destino sobre todos ellos. ‘Pucks!’ ha quedado como un mcguffin al servicio de otros intereses mucho más oscuros y dramáticos… que nos hagan reír pero también que produzcan que pensemos. Los creadores del show dan la impresión de que sonriamos finalmente ante la burla final, pero yo me siento en el infierno junto a ellos y la maternidad de Daisy —y su particular y genial/habitual mueca— no ayuda a endulzar un desenlace completamente agrio y decadente a nivel emotivo. ¿Quiere ser “Episodes” finalmente ‘Pucks!’? ¿Esa serie que todo el mundo aborrece y odia pero que sobrevive a todos y a todo?
—¿Cuál es su razón para entrar en el país?
—Matt LeBlanc.
‘Pucks!’ ha vuelto por venganza y, de hecho, la venganza es el motor sentimental de todos los personajes. Merc se vengó de Leblanc para que no protagonizara un piloto. Elliot Salad se vengó de NBC. ¡Todo el mundo odia esa cadena! Todos fueron infelices… pero la llegada de Helen Basch (Andrea Savage) dio una esperanza globalizada y generó un rayo de luz a todos los personajes. No se engañen porque tiene trampa el asunto. No obstante, y pese a algunos problemillas absurdos, Sean y Beverly pudieron dar forma a su nueva y deseada serie mientras que Carol Rance volvió a tropezar con la misma piedra y acabó liándose con Helen. En “Episodes” nada ocurre por casualidad y descubrimos rápidamente que el ex marido de Helen fue infiel con Carol mientras que ambas compartieron hombre: ¡Merc! ¿Merc? Esas dos poderosas y sonrientes mujeres acabaron con pareja lésbica… aunque a la Rance no le gusten las etiquetas. Todo avanzó rápidamente —que para eso es una temporada de nueve episodios— y el show aprovechó estupendamente la crisis financiera de Matt LeBlanc ante el suicidio del contable que le robó durante toda su carrera. Las deudas generaron todo tipo de estrambóticas situaciones tejidas de humor negro y ácido: intentos de reconciliación imposibles con su ex para ahorrarse la manutención de sus hijos, un viaje a una fiesta por y para el dictador más asesino del planeta —y encontrarse a David Schwimmer al que le han pagado el doble— e incluso cuestionarse qué sacrificar en caso de que su padre no superase una operación post-infarto.
Todo ese viaje de chistes basados en lo políticamente incorrecto —y siempre salvados por el talento de los guionistas— nos llevó a la diatriba definitiva. LeBlanc tuvo que elegir vender su lujoso apartamento o tragarse su ego presentando un reality que ha vendido Merc a la cadena. Se trataba de un acto vengativo de Helen Basch sobre aquel tipo que insultó su tatuaje y lo confundió con una esvástica. No hagan preguntas… ¡es holandés! El tatuaje nazi no, el reality. Y aquí llega esa tonalidad satírica y completamente triste para revelar en lo que se ha convertido la televisión. A pesar de los pequeños problemas y confusiones tras leer LeBlanc el piloto de la nueva serie de Sean y Beverly, finalmente su disputa no fue a mayores. La cuestión es que Beverly acaba metiéndose en la relación de Carol y Helen no siguiendo el consejo de su marido: no te metas en asuntos de lesbianas. Carol puso el pie en el freno en su avanzada relación con Helen y ésta creyó, mascó y se montó la historia de que su novia y Beverly tenían un affaire. La cosa acaba fatal para todos ellos. Carol Rance es humillada por Helen dentro de la cadena y acaba siendo un objeto pestilente al que nadie se puede acercar… Acaba fiándose del loco (y supuestamente recuperado) Castor Sotto, que le hace creer que es nuevo directivo de The CW y cuenta con ella. Sean y Beverly son víctimas de esa venganza de Helen y ésta contrata al problemático e incompetente ex compañero y amigo de Sean que tantos problemas legales y personales generó a la pareja al comienzo de la temporada. Tim Whittick regresa como director y jefe de ambos de esa deseada serie para lanzar su Yoko‘Oh-no’ final… A Helen le importa una colín que el show pierda calidad… ¿Hollywood está en manos de locos y vengativas lesbianas? La venganza y el odio mueve a todos y a todo. LeBlanc decide cobrar su revancha sobre Merc siendo éste víctima del sensacionalismo de su reality. Atrapado en una ‘caja’, cual concursante, probará en sinsentido y odio de esa audiencia que solamente quiere ver caer cientos de insectos sobre su cuerpo… El ser humano ha quedado como un animal repleto de antipatía por otras personas… Los telespectadores se ha convertido en esos monstruos que hay al otro lado de la pantalla y el «Copa, copa, la aceptamos como una de nosotros» ha acabado en un grito al unísono: «¡Soltad los bichos!». David Crane y Jeffrey Klarik nos consideran suficientemente inteligentes para no revelarnos a ese ejército de insectos y nos ofrecen su punto de vista. Al fin y al cabo, nosotros somos los bichos y el objeto (y contrapeso) de ese Holywood televisivo que tan ácidamente retrata “Episodes”.
P.D.: La edad de Morning Randolph sigue siendo el secreto mejor guardado de la serie… aunque se intuye que tiene 898 años por ese sextape que hizo con un joven Matt LeBlanc.
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