El cuarto capítulo de “Agent Carter” titulado “The Blitzkrieg Button” nos conduce directos a esa gran conspiración en la que la Peggy Carter se encuentra atrapada. La serie limitada de ABC quiere ofrecer la leyenda alrededor de un personaje con mucha empatía y que dote de sentido la mitología tanto de “Capitán América: El primer vengador” como “Agents of S.H.I.E.L.D.”. Seguramente se ha encontrado con el mismo problema que la ficción de Coulson y compañía: no interesa el formato televisivo tanto como el cinematográfico. Puede que precisamente el acierto de DC Comics y Warner Bros. haya sido delimitar sus universos catódicos y fílmicos ante el éxito de sus series en The CW, ese proyecto con “Supergirl” y todos los planes venideros que ya suenan para la gran pantalla. “Agent Carter”, en el fondo, quiere ser una serie de reivindicación femenina y “The Blitzkrieg Button” es buena prueba de ello.
Peggy va a tener que lidiar con el regreso de Howard Stark, que ha aparecido repentinamente con unas intenciones un tanto dudosas y misteriosas. Ante la ausencia de Dooley, en pleno viaje a Europa paraa investigar una nueva pista, Peggy tiene que seguir con su doble agenda en el SSR y evitar que Stark se trajine a todas sus compañeras de edificio e institución similar a Fort Knox o Alcatraz. Antes llegaron las presentaciones. Jarvis y sobre todo Peggy se encontrarán con la curiosa manera de transporte del propio Howard Stark. Aquí se nos presenta oficialmente (y por mención) el supuesto villano episódico llamado Mr. Mink. “Agent Carter” es una serie claramente femenina y los antagonista de la heroína son el machismo opresor (feminazi dixit) y una mujer en perspectiva. El Sr. Mink nos va a enseñar cómo se enfada y, por supuesto, ese revolver automático y gadget que no puede faltar en una matanza sofisticada. El Sr. Mink, en realidad, es la carta de presentación de Dottie, una perfecta asesina sociópata que acaba fácilmente con el villano y se hace con el arma. Era un poco previsible que Dottie escondiera algo… aunque no sepamos si trabajará para Leviathan u otra fuerza y organización maligna…
Poco importa, más allá de la comicidad, que Peggy tenga que lidiar con la Sra. Fry y esa vigilancia más perspicaz incluso que aquella a la que es sometida en las oficinas del SSR. Ante el viaje de Dooley para entrevistarse con un nazi llamado Muller —y hallar alguna pista que releve qué ocurrió con los rusos desaparecidos en extrañas circunstancias—, Thompson se hace cargo del lugar y a Carter le toca tomar trabajar en el caso y asesinato reciente de su ¿amado u odiado? compañero, mientras que Peggy sufrirá las represalias machistas al ser la encargada de anotar los pedidos de la comida de sus compañeros. Souza se convierte en ese agente capaz de acercarse a esa ‘rubia’ que está dejando su huella y aroma en todos los turbios asuntos. Decide investigar la llamada anónima que les llevó a recuperar las armas de Stark y en esta trama aparece el propio menosprecio al que es sometido el agente por sus muletas y condición. Souza detendrá a un vagabundo pero descubrirá en Thompson que las buenas maneras no funcionan con una persona alcohólica y hambrienta. El vagabundo canta (come y bebe)… aunque la información sea un cambio en el color de pelo de esa mujer… Thompson también recordará a Peggy que como mujer nunca va a ser tratada igual por un hombre. Haciendo amigos… ¿De verdad que es impropio para una dama a leer a Freud? Yo creo que aquí se explicaría toda la represión sexual de ambos personajes…
Dooley llega a Nuremberg y habla con Mueller, que está siendo preparado para su ejecución, ofreciéndole una pastilla de cianuro a cambio de información. Muller revela que no hubo batalla de Finow sino que se encontraron los cuerpos mutilados en el lugar. El que lo hiciera ya no estaba allí… Pese a que la información tampoco lleva a ningún sitio, descubrimos que Dooley trolleó al nazi con un caramelo mentolado… A los nazis ni agua, oigan. Stark, que se hará pasar por el primo de Peggy, ha regresado durante unos días antes de partir a Río. La idea es que Carter —y una cámara-bolígrafo por cortesía del millonario— tome nota de las invenciones de Stark que están siendo investigadas en el laboratorio del SSR. Obviamente era previsible que el millonario perseguido por el gobierno de EEUU —y declarado como traidor— tuviera una agenda propia. Quiere que Carter robe uno de sus inventos por su peligrosidad y destrucción. Cuenta que podría finiquitar toda la red eléctrica de Nueva York sin posibilidad de deshacer ese viaje a la Edad Media. El botón Blitzkrieg esconde evidentemente otra ‘cosa’ bien distinta y Carter detecta que Jarvis y Stark están confabulados en esa mentira y operación. Dentro de esa esfera, se halla la sangre de Steve Rogers en un vial. Pese a que Howard se arrepiente de haber mentido a Peggy, el puñetazo no se lo quita nadie. Stark que fue uno de los principales científicos del Proyecto ‘Rebirth’ y once viales fueron a parar al Gobierno y uno quedó en su propiedad. Aunque el SSR no sabe nada de la sangre, Howard es conocedor que el gobierno nunca se lo devolvería aunque limpiara su nombre. Aquí no sabemos la parte de egoísmo o lucro de uno o de sentimientos encontrados de la otra. La cuestión es que la muestra de SR-53 ayudaría mucho al mundo (y a su cuenta corriente) aunque esa ‘traición’ suponga el adiós de Howard en la habitación de Peggy y una ruptura en la confianza con Jarvis, que está harto de pedir disculpas en su hombre. Peggy esconderá el vial en su habitación y Thompson desvelará que Howard Stark se encontraba en un avión de la batalla. La conspiración ha comenzado a arraigar sus múltiples fundamentos. Por si fuera poco, el transmisor integrado en esa máquina de escribir comienza mecanografiar algo… Pero nada de lo anterior interesa porque a Stan Lee solamente le importa la sección de deportes. Y, al parecer, a los millones de espectadores en EEUU que están dando de lado al show también. Continuará, pese a Stan Lee, pese a ellos.
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