Serie de TV
“Black-ish”
EEUU
2014
Sinopsis (Página Oficial):
Andre ‘Dr.’ Johnson (Anthony Anderson) tiene un gran trabajo, una hermosa esposa, Rainbow (Tracee Ellis Ross), cuatro hijos y una casa colonial en los suburbios. Pero, ¿ha traído el éxito demasiada asimilación a esta familia negra? Con un poco de ayuda de su papá (Laurence Fishburne), Dre se dispone a establecer un sentido de la identidad cultural de su familia que hace honor a su pasado mientras quiere abrazar el futuro.
Analicemos “Black-ish”, nueva comedia familiar de ABC, desde el prisma de la polémica que marca su título y credencial. Del mismo modo que “Black Jesus” aterrizó cargada de controversia y acusada de ser tanto blasfema como racista, la sitcom que protagonizan Anthony Anderson y Laurence Fishburne llega con un torrencial de críticas negativas. ¿Es racista “Black-ish” o desea ser una crítica (constructiva) sobre la pérdida de identidad de muchos afroamericanos que han alcanzado un nivel confortable de vida? En realidad, el juego étnico y cultural que propone la serie se reduce en la transformación de un ‘Bar Mitzvah’, solicitado el hijo mayor y pre-adolescente del protagonista, en un ‘Hip-Hop Bro Mitzvah’. Se trata de perfilar ua alegato sobre el mestizaje y la identidad dentro de los márgenes de una comedia ‘blanca’, suave, políticamente correcta y tremendamente familiar. Olvídese de encontrar una nueva “El Show de Bill Cosby” porque, en realidad, la evolución de la comedia ‘black’ estadounidense la marcaron en los 90 “Cosas de casa” y “El príncipe de Bel-Air”, aunque en el Siglo XXI las copias de las copias nunca llegaron a destacar ni confirmarse plenamente. La sociedad afroamericana se encontraba integrada, dando relevo a los inmigrantes latinos y con Obama confirmando el establecimiento en la lejanía de un pasado tenebroso (y no tan distante) que Hollywood se ha encargado de recordarnos cada año. “Black-ish” toma tierra con el respaldo de “Modern Family” y su capacidad de tomar consciencia de su condición, valiéndose del patriarca de una familia afroamericana de clase media-alta que se da cuenta de que la marca y consonancia del color de su piel se desvanece al formar parte de una comunidad predominantemente blanca. Y ellos ya son tan blancos o más como cualquier otro.
¿Es bueno o malo reivindicar el color de la piel, el mero hecho de proponerlo marca el racismo o éste depende si el show muestra a una familia mexicana o asiática? Podemos parafrasear el monólogo de Ellen DeGeneres en los Oscars 2014 para analizar las buenas críticas de la prensa especializada que ha obtenido la serie: Opción número uno, escribes públicamente que te gusta “Black-ish”; opción número dos: los medios sois todos unos racistas. Ni tan original, divertida ni realista como la pintan algunos, ni mucho menos apuntando a ser la nueva mejor comedia de este otoño… salvo que no te quieran llamar segregacionista, claro. El show se simplifica en las cardinales que marca su primer episodio donde observamos la reacción de Andre 'Dre' Johnson (Anthony Anderson) ante un ascenso que imaginaba que no iba marcar el color de su piel con eufemismo (urban). Se puede ir en plan Spike Lee utilizando la metralla de sensacionalismo más abusivo y directo o, por el contrario, matizar de la manera más buenrollista posible la raza ante ‘el hombre blanco’. Es evidente que la forma en la que “Black-ish” va marcar su rumbo por muy auto-consciente que sea y, al parecer, solamente te queda aplaudir o ser acusado de racismo. Sin término medio que valga.
No es que vayamos a contemplar una sesuda, ácida o hilarante búsqueda de las raíces de los afroamericanos ya que dicho viaje nos dirigiría ante un época cruel y violenta con aquellos que fueron esclavos de sus ahora vecinos e iguales. Todo lo contario. El material es tan blando como inofensivo aunque al pasar por los clichés que definen la ‘cultura negra’ en EEUU llegamos a Obama y la asimilación de las nuevas generaciones de un presente que poco o nada tiene que ver con el pasado. “Black-ish”, por el contrario, quiere hablar de la identidad y la autenticidad, aunque su acercamiento también narra la hipocresía de cambiar los códigos para dirigirse y atraer a la comunidad ‘blanca’. Recordemos que el target al que va dirigida la serie, en realidad, es el mismo que “Modern Family” aunque el problema es otro. Si la sitcom creada por Christopher Lloyd y Steven Levitan pulió con calidad los estereotipos para generar otro material más atractivo, “Black-ish” únicamente cede al timón moral que representa el personaje que interpreta Laurence Fishburne como actitud de elemento menos plano en el libreto. Aunque no es trivial se nota un tacto demasiado superficial, con notable ausencia de gracia, carisma y humor. Se nota demasiado que no estamos ante una serie black sino black-ish, poco auténtica y demasiado planificada para no herir a unas sensibilidades que finalmente han incomodado.
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