Título original: “Another Me”
Director: Isabel Coixet
Reino Unido/España
2013
Sinopsis (Página Oficial):
Fay se extraña mucho cuando la gente empieza a mencionar conversaciones que sabe que no ha mantenido, o juran que le han visto cuando ella sabe que estaba en otro lugar. Y comienzan a pasar cosas más raras. Oye pasos apagados detrás de ella que van al mismo ritmo que los suyos y ve un atisbo de pelo rojo igual que el suyo que desaparece por una esquina. ¿Se lo está imaginando todo? “Mi otro yo” es un thriller sobrenatural que juega trampas con la mente y nos obliga a cuestionar hasta qué punto somos realmente únicos.
Cada foto cuenta una historia…
de un momento de tu vida.
Pero, ¿y si vieras un momento que nunca has vivido?
[O sea, ¿algo así como hacerte un selfie del culo mientras estás giñando?]
Ella observa, ella espera, ella quiere tu vida.
Ella es Isabel Coixet, ella hace cine, ella quiere tu alma.
[Alarido mordoriano chungo en plan nazgûl alado con banda sonora de Dimmu Borgir]
¡TU AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAALMA!
[Chillido estridente de death metal]
Tu alma es mía, solamente mía... Te lo juro por Coldplay. |
Poco importa el pasado y haber tenido el honor de crear “Mi vida sin mí” y “Cosas que nunca te dije” cuando se te ha colgado en el presente la etiqueta de «La Belén Esteban del cine gafapasta». Isabel Coixet vive atrapada en su reflejo, víctima de las acciones inconscientes de otra directora que quiere tomar el control de su cuerpo y le persigue, que le imita y le tortura. ¿Estará en peligro su colección de trajes góticos para ir a recoger un Goya capaces de dejarte ciego con sólo intentar mirarlos fijamente? ¿Realmente “Mi otro yo” nos revela en una de sus lecturas que hay una doble coixetiana suelta por el mundo que atrae sucesos extraños (y paranormales) como espontáneos que se hacen llamar ‘El Muletilla’? Sea como fuera, la supuesta autora de «¿A qué huelen las nubes?» ni es Sophie Turner ni Sansa Stark… por mucho que trate de hacer parecer a la actriz una emo-choni o un mapache adicto al selfie. Fuera como sea, “Mi otro yo” es un HORROR. Perdón, el H-O-R-R-O-R cinematográfico por ‘excremencia’ de las gafas de pasta gruesa del verano.
Y es que cualquier espectador que sufra (en silencio o entre ronquidos) el último largometraje de «La Belén Esteban del cine gafapasta» pensará que se trata de un producto de encargo, un simple artificio para que la directora de “Ayer no termina nunca” cogiera el cheque y huyera corriendo a pagar a aquellos que la demandaron por daños y perjuicios cerebrales tras infectar el Festival de Cine de Cannes con una de sus películas. Por el contrario, el guión de la cinta de Coixet lleva su rúbrica. Poco importa si se trata de una adaptación (en esencia) de la novela homónima de la escritora británica Cathy MacPhail, como poco importó su paso el Festival Internacional de Cine de Roma donde recibió críticas aterradoras. De terror va el asunto… siguiendo las citas habituales como «Tienes más peligro Isabel Coixet con una cámara de cine» o continuando la contrastada leyenda urbana de «Das más miedo que ver una película de Isabel Coixet». Como bien dijo un hombre sabio por WhatsAPP (al que no conozco y espero que me digan quién es para citarle): «‘Malo’ e ‘Isabel Coixet’ en la misma frase es un claro ejemplo de redundancia». “Mi otro yo” eleva el pleonasmo a la imagen filtrada por el poso del género, al autoretrato del susto y el suspense más estridente y resobado por ese recital de la repetición encumbrada al más absoluto sopor.
Es difícil encontrar calificativos injuriosos para describir “Mi otro yo” que no haya pronunciado ya Carlos Boyero en su mordoriana trayectoria. De hecho, el planteamiento de la película da la impresión de querer imponer un reflejo del crítico (más criticado) del país, que se suspenda sobre nosotros, que nos acabe poseyendo, que nos haga pronunciar (y no en arameo) aquellas palabras que nunca deben ser nombradas. El libreto de Coixet ayuda poco, tanto como esos columpios que se balancean solos y contradicen una propia historia que nada interesa y en la que no falta enfermedad como la esclerosis múltiple. Repasar “Mi otro yo” puede provocar otro tipo de mal, otro tipo de terror empezando por un ataque de vergüenza ajena con los momentos ‘cuernos’ de Claire Forlani, con los momentos pechito-lobo de Jonathan Rhys Meyers, con los momentos ‘El orfanato’ de Geraldine Chaplin o con el recital de momentos ‘selfie-emo’ de Sophie Turner y sus intentos de ser la Lady Macbeth cinematográfica más choni del Siglo XXI. Si al menos hubiera titulado a su obra fecal de arte ‘La cisnesa negra con los ojos de mapache boreal’ tendría más sentido que ese cúmulo de previsibles lugares comunes, de posesiones y espíritus —que ni siquiera se molestan en sostener hasta la recta final desvelando el misterio a la primeras de cambio— o de reflejos y dobles —con tono tan dark como un zurullo en plena noche—. Coixet ha declarado que quería hacer que el público sintiera escalofríos y debo confesar que sentí en mis carnes aquello que trataba de plasmar la directora. Mientras que la sala entera dormía y roncaba ante tanta nadería oportunista, aprovechándose del éxito y posible tirón de Sansa Stark en salas de cine, servidor se meaba vivo. Pero mearse, mearse. Estuve en completa tensión la media hora final hasta que pude huir para miccionar en el baño más cercano. Fue el momento más placentero de todo ese desastre y nunca agradecí tanto apretar el botón del inodoro como significativa despedida del trauma. Gracias Isabel Coixet, gracias por dejar mi vejiga al mismo tamaño de mi cerebro después de ver tu última película. Gracias.
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