Páginas Bastardas

lunes, 5 de mayo de 2014

Mad Men (7x04) The Monolith: Es hora de evolucionar Don Draper

Time Zones” (7x01), A Day's Work” (7x02), Field Trip” (7x03) y, ahora, “The Monolith”, cuarto capítulo de la séptima y última temporada de “Mad Men”. La evolución de la serie de AMC con ese arco argumental fragmentado en una temporada de 14 capítulos nos va a dejar 7 para 2014 y era obvio que la compresión iba a posicionar rápidamente a los personajes y sus motivaciones. Matthew Weiner tiene una idea en mente, cual publicista, pero necesita un recorrido y ese cosmos alrededor de SC&P y los seres que lo habitan. La revolución tecnológica va a llegar y también otro de esos capítulos catárticos basados en una puesta en escena un tanto agobiante y opresiva marca de la casa con ese guiño y homenaje a “2001: Una odisea del espacio” que nos faltó la pasada temporada. Es momento de evolucionar aunque otra cuestión es que la gran calidad que agradecemos los seguidores de la serie contraste con sus datos de audiencia. No han sido gloriosos y se nota demasiado (y para mal) la dura competencia de Game of Thrones” arrasando con cifras de récord cada domingo. Nunca ha sido problema para un drama que ha lidiado con esos estigmas en el pasado. En realidad, es más coherente con el espíritu de la serie así y “The Monolith” va a aclararnos bastante las ideas y conceptos de la temporada.

EnField Trip se nos confirmó el regreso de Don Draper a SC&P con una serie de draconianas condiciones y “The Monolith” debería reafirmar ese juego de oficina con un nuevo tablero. Para nada. Nos van a posicionar en el punto de vista de Don en su llegada (con una elipsis de fondo) a las oficinas para encontrarlas vacías como si una Apocalipsis hubiera vaciado la empresa de sus inquilinos. No se lleven las manos a la cabeza que tampoco es un sueño sino que están en la planta de arriba recibiendo la buena nueva que marcará la sintonía del capítulo y no es otra que la llegada de la ‘computadora’ que tanto pedía Harry Crane y que se va convertir en la Mona Lisa de todas las oficinas. Será ubicada en la sala de los creativos y Lou no luchó por mantener la misma. Tampoco lo esperábamos. Aquí llega el germen del episodio y ese renovarse o morir… aunque se trata de luchar y tener un espíritu subversivo sobre la imposición. Con las obras llegará una puesta en escena repleta de ruidos y cambios, como un murmullo de aquello que se masca también dentro de los personajes. Como suele funcionar en “Mad Men” un evento lleva a otro y la cadena continúa. El punto de partida lo marca una cena de Pete Campbell y Bonnie Whiteside. Pete siempre ha sido una sombra de Don, un reflejo e intento de llegar a ser algo que nunca podrá tocar con los dedos. La elección de Jessy Schram como su nueva pareja a modo de destello de January Jones tampoco es casualidad y precisamente marca un reencuentro con un antiguo trabajador de Vicks que ahora ofrece sus servicios a Burger Chef. Una vez hechas las presentaciones, llegan los negocios y observamos que a un animal comercial como Bonnie le excita ver a Pete en su salsa. También nos van a dejar otro poso informativo ya que su ex suegro (¿recuerdan todavía el incidente en el prostíbulo entre ambos que degeneró en el divorcio de Pete?) tuvo un infarto del que no estaba al corriente. Sigue vivo… por si les interesa a los fans de Alison Brie (y su personaje).


Desde ese punto de partida llegamos a otro: la cuenta quieren que sea llevada por una mujer y Peggy (aunque Pete no sepa cómo cuenta su pasada ex amante) será la encargada de la presentación muy a pesar de Lou, el gran villano sonriente de la temporada. La otra cuestión es que Don trabaje para ella… y en este punto lleguemos a recordar el MEME de la pasada review. ¿Llegará a trabajar Don para Penny? ¡Ya es un hecho! Don no va a estar motivado por las noticias ya que le están haciendo mobbing laboral en toda regla y no tiene ni cuentas, objetivos en la oficina ni tareas. Trabajar para Peggy es la gota que le faltaba para hallarse de nuevo cayendo en su vacío existencial. Realmente ambos están hechos el uno para el otro y moldeamos sobre parecidos perfiles, dejándonos en evidencia que su vida se ha convertido en su trabajo y viceversa. Cuando nos recordaban a Peggy diciendo a Don «Tú lo matas todo» en realidad también se refería a ella porque forman parte de un espejo que proyecta lo peor de sí mismos. A nadie le gusta verse expresado así y es normal que con sus choques nazca cierto potencial dramático. Será por el contrario Bertram Cooper aquel que ponga en situación a Don sobre su vuelta al ver como negocio a las compañías informáticas. La bofetada va a ser contundente: Don está de nuevo en la oficina porque no tuvo la dignidad de irse y regresó para ocupar el despacho de otro de los miembros fundadores… muerto. Bertram le deja más claro si cabe que SC&P no se hundió sin su presencia sino que además lo hicieron muy bien. Bueno, las caras de Peggy en las reuniones del pérfido director creativo Lou Avery apuntalan también otra opinión… 


En “The Monolith”, mientras se prepara la sala para llevar ese ‘monolito’ y HAL 9000 a la informática como cambio, tendremos una trama también de viaje entre Roger Sterling y su ex ex mujer (Mona) para traer de vuelta a su familia a su hija Margaret (o ahora Marigold) que ha acabado en una comuna hippie abandonando a su propio hijo y marido. No se van a topar con una secta religiosa pero sí con su propia hipocresía, pecados y pasado. La sinceridad aplastante de Marigold hacia su madre hará que abandone el barco y su padre, aquel al que hemos visto vivir como un hippie burgués como tantos en esa época en EEUU, pasará la noche con su hija para ver que allí es feliz… hasta que uno de los miembros de la comuna se la lleve para mantener relaciones sexuales. La hipocresía o querer ser un padre para su hija provoca que a la mañana siguiente desee llevarse a Margaret (que ya no Marigold) de vuelta con su hijo incluso por la fuerza. Se topará de nuevo con el fango emocional y físico, con una realidad en la que no quería estar. Su hija nunca le ha perdonado que su vida esté marcada por escarceos sexuales y abandono familiar, de llamar a su secretaria desde un hotel para que le buscara un regalo de cumpleaños. Marigold (de nuevo) sabe que su hijo sobrevivirá sin su madre del mismo modo que ella subsistió sin su padre. He aquí otra de las aristas emocionales de “Mad Men”: la familia, la (des)vinculación de los padres y sus hijos. Y si la relación entre Marigold y Roger acabó en aparente y total distanciamiento, Don y su hija Sally tratan de encontrarse el uno al otro como cara y cruz.


¿Y qué pasó con Don? Como suele ocurrir en la serie de Matthew Weiner los conflictos se cuestionan y posicionan con reflejos de otros personajes y no sobre los lugares. Estar en el despacho donde se ahorcó Lane Pryce no es la cuestión sino hallar debajo de la mesa una banderola de Los Mets de Nueva York y tocar fondo robando una botella de alcohol del despacho de Roger y bebérsela en su lata de refresco. Un borracho Don llamara a Fred Rumsen para irse a pasar la tarde libre y ver el partido de los Mets y, de nuevo, un alcohólico que lo perdió todo por su enfermedad ve el reflejo de otro condenado a repetir su historia. La conexión dramática entre Fred y Don era muy evidente desde el comienzo de la temporada y el proceso de evolucionar del Sr. Draper y reencontrarse con Dick Whitman no iba ser sencillo. Su presunción, petulancia y egocentrismo van a ser puestos a prueba y Peggy es un instrumento de Lou para quitarse del medio a la competencia. Esa Peggy anticristo que siempre señala Michael Ginsberg saldrá a flote en esa comunicación entre despachos contiguos un tanto kafkiana y será otro personaje, Joan, aquella que le revele que «no pensaron en ello en absoluto» aunque no sepamos si se refiere ya a HAL 9000 o a Don. La cuestión es revolucionarse aunque sea por mantener el lado de un sofá que no tienes pedos y que Freddy Rumsen le dé la otra bofetada en plena resaca a Don que necesita para levantarse, vestirse e ir a vencer su guerra personal partiendo desde el fondo de su propia botella tanto laboral como emocional. Como siempre, la secuencia final con Peggy sacando valor (tras mirar el monolito capaz de hacerte evolucionar) y así enfrentarse a Don y éste ya cooperando y trabajando con su máquina de escribir en las tareas asignadas, no deja de puntear el talento de los guionistas con las melodías a tono con los recursos de guión y letras de la canción de The Hollies (‘On a Carousel’). Todo se reduce al exorcismo de sus demonios con la llegada de ese otro ‘monolito’ kubrickiano y con el fin de sus ruidos atmosféricos (a modo de contracciones de un largo y sonoro parto) que nos revelan la alegoría del principio de la evolución tanto de SC&P como de su personaje principal. Es hora de evolucionar Don Draper y nadie dijo que iba a ser fácil. 

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