Páginas Bastardas

domingo, 9 de marzo de 2014

Hannibal (2x02) Sakizuki: «Le creo…»

Después de Kaiseki” (2x01) llegó “Sakizuki”, segundo capítulo de la segunda temporada de “Hannibal”, para confirmar que público y crítica van por lados opuestos. Totalmente opuestos en este caso. La serie de NBC junto a The Americans y True Detective ha cosechado las mejores críticas y elogios en EEUU y aquí llega la curiosidad ya que la serie de HBO es la única que ha mantenido unos excelentes datos de audiencia mientras las de la ficción sobre el Dr. Lecter y Will Graham son tan ínfimas como insultantes. Podríamos iniciar el debate sobre una serie que realmente parece de cable y que esperemos emerja del ostracismo y humillación proporcionada anteriormente por Emmys y Globos de Oro o posiblemente soñar con que el destino “Hannibal” debiera ser formar parte de Amazon por encima de una cadena generalista, recordada más por su sobresaliente calidad que por su preocupantes y malogrados ratings. Dejamos el mal sabor de boca porque es momento de hincar el diente a “Sakizuki”. 

Desconocíamos si el misterioso asesino en serie que estaba formando una paleta de colores iba a durarnos más capítulos o su destino final iba ser el presente episodio. Es cierto que nos tienen que presentar Mason Verger (Michael Pitt) y que el juicio de Will Graham dinamita, en cierta medida, el procedimental que muchos criticaron en la primera temporada y que no sabemos si en la presente acabará con el explosivo arranque y enfrentamiento entre el asesino en serie y Jack Crawford con el que dio comienzo. Ahora “Hannibal” es tan libre y peligrosa como el Dr. Lecter y vamos a tener un doble juego gracias a Bedelia Du Maurier entre los dos personajes principales. Acercamientos y alejamientos, tacones y fetichismo entre la pose y el encanto con el que interpreta Gillian Anderson su personaje. Los cambios de roles y los paralelismos entre Will y Hannibal nos van a ir dejando secuencias para el recuerdo y, sobre todo, parte de esa atmósfera extrasensorial (y malsana) tan característica de la serie.


“Sakizuki” arranca donde se quedó “Kaiseki”, con esa víctima (Roland Umber) levantándose y siendo consciente de su destino y final. Más tarde nos explicarán por qué sobrevivió a la sobredosis al tener una alta tolerancia a los opiáceos, pero nos interesan esas imágenes que podrían recordarnos al imaginario de Tom Six mientras la víctima debe desprenderse de su piel cubierta de resina y así poder escapar del lugar donde yace junto a las decenas de personas muertas donde formaban el gran y macabro mural. En el exterior será descubierto por su captor y el asesino en serie, que le perseguirá por una granja de maíz. Los coches abandonados como la granja que forma un gran cementerio, la luz de una linterna que parce un foco en Gothan City, la noche, el desasosiego y todavía el olor a muerte forman parte de ese recital que tan bien le sienta a “Hannibal”. Donde otros harían un largometraje, la serie del Dr. Lecter cede a un simple prólogo para dejarnos claro que la Roland Umber tendrá que enfrentarse a un acantilado que conduce al río o a su propio captor. Es momento de saltar y morir…


Sabemos que el cuerpo de Umber llegará al FBI y a la nariz de Hannibal Lecter pero nos interesa el teatro por pura supervivencia que debe jugar Will Graham haciendo creer incluso al villano una mentira como parte de un plan. Las lágrimas de Will son de cocodrilo y veremos donde nos lleva su juego y propósito. Se enfrenta a la pena de muerte y desestima el trato de Kade Prurnell para no sacar las miserias del FBI en el juicio. La visita de Beverly pondrá de los nervios a Jack y no será la última así como el doble juego que mantiene Hannibal por cazar al asesino siendo cazado por el propio Will. Y he ahí la grandeza de esta serie, que sabiamente sabe jugar con los paralelismos en paraísos extrasensoriales y códigos en sus perfectos diálogos. Dudo que sea la última vez que veamos ese traje de plástico en el que se enfunda el Dr. Lecter para cometer sus fechorías y sentirse emocionado como Dexter Morgan cuando aplaudía las macabras obras maestras de asesinos en serie. El ojo humano completa ese mural de cuerpos de diferentes tonalidades y observamos al contraplano y reflejo en el propio ojo del Dr. Lecter. Él es el nuevo Dios de la televisión y lo sabe. Y llegamos al humor negro, al descubrimiento del FBI de la granja gracias a Will y que el asesino en serie ocupa ahora el lugar de la victima por obra y gracia de Hannibal. Su pierna será el trofeo de cocina, ¿su Ossobuco con una humana carne de ternera? Y el contraplano a todos los aspectos (morales) del Dr. Lecter ha sido Will. Se convierte en el otro ojo de la serie, el otro ojo que todo lo ve y que ahora se encuentra en una posición menos privilegiada. Todo trata sobre la transferencia y los roles y “Hannibal” suele recrearse como en ese cierre con la visita de Bedelia Du Maurier a Will para acercarse todo lo que se aleja del peligroso Dr. Lecter. «Le creo…». El juego de monstruos ha comenzado y al plastificado Hannibal simplemente le queda oler la fragancia que le dejó su antigua terapeuta como carta de despedida. Y escuchamos las últimas palabras de Du Maurier como ecos en la cabeza del Dr. Lecter dentro de ese intercambio de inteligencia, poder y símbolos, como si el propio personaje interpretado por Gillian Anderson le ofreciera un trofeo para salvaguardar y protegerse en su huida. Recordemos, él es peligroso, es el gran ojo divino, es nuestro Dios. Y esta es nuestra serie.

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1 comentario:

  1. que horible que esta serie sea tan subestimada ami me encanta!!!

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