Hannibal (2x05) Mukozuke: Crimen y castigo

Confirmado, la segunda temporada de “Hannibal” está siendo tan redonda y perfecta que cada vez cuesta creer el desprecio al que está siendo sometida por el público estadounidense. Si en “Kaiseki”, season 2 premiere, la escena de apertura daba la impresión de marcar las intenciones, el recital de sorpresas nos ha llevado a un cliffhanger demoledor en “Takiawase” (2x04) y “Mukozuke”, quinto capítulo de su segunda entrega. El episodio nos debe dar el resto de cardinales de aquello que veremos hasta el cierre y a estas alturas nos da lo mismo que NBC quiera o no continuar con una de las ficciones más llamativas del momento o que acabe reciclada dentro de una cadena de cable como posible salvación y marco perfecto para el mind-game de Hannibal Lecter y Will Graham. Saboreemos, pues, el perfecto banquete que nos está ofreciendo Bryan Fuller gracias al material de Thomas Harris. Levantemos nuestra copa y disfrutemos en sorbos a “Mukozuke”. 

El montaje paralelo para posicionar el punto de vista tanto de Lecter como de Graham siempre ha sido un recurso dentro de los márgenes de esta temporada y también un halo oscuro, maligno y reverso de “El dragón rojo” con un cambio de roles en todo ese juego mental que va a posicionar a sus personajes en víctimas y verdugos el uno del otro. La idea es que Graham diera razones suficientes a Beverly Katz para investigar (más) a Lecter y ésta acabara en la mismísima boca y mortal cueva del lobo. El recurso de guión utilizado ya nos señalaba que Lecter había alcanzado a Beverly y ésta había disparado al techo antes de que intuyéramos todo tipo de posibilidades. ¿Qué oculta Lecter en su sótano de los horrores? De momento, mucha maldad y hacer que sus enemigos sean sus amigos más cercanos. Véase ese pernicioso «Eres un gran amigo» que suelta Jack Crawford al Dr. Lecter por salvar a su mujer y es en esas líneas de diálogo donde aparece la dicotomía del villano que divaga entre la filosofía y la medicina.

Si alguien trata de hallar las líneas que unen a Chesapeake Ripper y a ese Copycat Killer que nos presentaron en la primera temporada hallaremos la relación con el Dr. Lecter… con ese agujero negro que devora todo a su alrededor y del que únicamente Bedelia Du Maurier consiguió escapar a otro alto precio: abandonar la propia serie. Beverly Katz será otra de sus víctimas pero da la impresión de que seguiremos contando con ella dentro de la mente de Will. Es momento de reencuentros. Freddie Lounds volverá al observatorio —que tanto juego a dado a Abel Gideon, al Destripador de Chesapeake y al propio suspense— para hallar a la agente del FBI viviseccionada. La presentación nos recuerda a esa polémica exposición llamada ‘Body Worlds’ de cuerpos humanos donados para la ciencia y Graham nos revelará más tarde que Beverly fue asfixiada, congelada y finalmente cortada ‘en lonchas’ para ser introducidas en paneles de vidrio formando una presentación tan maligna como el cerebro de Lecter. Con Lounds de vuelta también conocernos que Abel Gideon, aquel que destripó quirúrgicamente al Dr. Frederick Chilton, también está vivo y va a ser trasladado junto a Graham como parte de su terapia de recuerdos.

La muerte de Beverly Katz va a traer consecuencias todos los niveles ya que, recordemos, es un personaje que en teoría debería permanecer con vida si siguieran a pie juntillas el material que ofrece Thomas Harris… “Hannibal” de la NBC quiere desmarcarse de las novelas y ceder a la psique de sus personajes para dejar a Will Graham tremendamente dolido con una insaciable sed de venganza. ¿Se convertirá la víctima en verdugo? Todo el tablero de ajedrez y piezas se van a desplegar en este capítulo del mismo modo que Hannibal se come la prueba del delito y los riñones de James Gray, el asesino del mural. Por favor, no se planteen si el Dr. Lecter duerme porque la respuesta es simple y sencilla: es el Dios de los asesinos en serie. O eso creía él hasta que Graham comienza a conspirar. Lo primer es saber si Gideon conoce la verdadera identidad del Destripador de Chesapeake aunque da la impresión también de estar dolido con una verdad que le carcome y le revela finalmente a Alana Bloom: ambos son piezas sacrificables de esa partida que están jugado otros dioses mayores. 

Will va a poner en juego toda la maquinaria para completar su venganza sobre Lecter y pudiendo convertirse y extraer de su interior esa bestia que delata el castigo de todo crimen. La idea es que Freddie Lounds incite a su admirador, ese que asesinó al alguacil y al juez durante el juicio, a salir e iniciar un contacto. Un contacto que será más rápido de lo que creíamos al confirmar que realmente se trata de un enfermero del hospital estatal de Baltimore para criminales dementes y comprobar que los guionistas se han guardado alguna carta oculta. Matthew Brown no mató al juez pero sí al alguacil y Will tiene claro que él es su arma para completar su venganza siguiendo las introducciones dadas implícitamente por el propio Gideon que escucha todo: matar a Hannibal Lecter. Nos iremos a la piscina donde el Dr. Lecter practica natación hasta que el enfermero le dispara un dardo tranquilizante y le prepara una muerte simbólica con sus brazos amarrados a modo de cruz, desangrándose y atrapado con una cuerda que desciende a su cuello, a modo de soga, tambaleándose en un balde que evita el ahorcamiento. Es evidente que tendremos alguna revelación sobre esa pupila que admiraba ese mural de cuerpos humanos y, ahora, desvela la verdad a ese admirador de Will: Hannibal Lecter es en realidad el Destripador de Chesapeake. Pero también aparece un diálogo que incita claramente a la posición de ambos: 

—Will Graham no es quién crees. No es un asesino.

—Lo es ahora.

Y esa sangre que emerge en la conciencia de Will realmente cuenta con otros resortes como la entrevista de Alana Bloom como Gideon y la de Will con Freddie para unir piezas y comprobar las intenciones reales de venganza. Jack y Alana llegarán a tiempo y es momento de llamar a una ambulancia. Sí una ambulancia que atienda inmediatamente a la audiencia en estado de shock con tanta sobredosis de calidad.

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