“Invasión extraterrestre”
(Destroy All Monsters)
Título original: “Kaijû sôshingeki”
Director: Ishirô Honda
Japón
1968
Habitantes de otro planeta con avances científicos muy superiores se proponen la destrucción de la Tierra. Han descubierto el confinamiento de gigantescos monstruos en una isla desierta del Océano Indico y deciden liberarlos para utilizarlos a su servicio, destruyendo Nueva York, París, Moscú, Tokio, etc.
Crítica Bastarda:
Al igual que “Pacific Rim” mereció mejor suerte en el boxoffice norteamericano —pese a que salvara los ‘trastos’ en la taquilla internacional convirtiéndola, de momento, en la 13ª película que más ha recaudado del 2013—, me parece en cierta medida una de las cintas más sobrevaloradas del año por el público. Obviamente no existe ninguna otra producción con la que poder compararse actualmente en el mainstream y millones-y-millones de geekboys agradecerán a Guillermo del Toro un proyecto con un acabado y producción envidiables. Otra cuestión es que se valoren más las intenciones que los resultados a nivel narrativo y sus innumerables deficiencias, pese a un resultón conjunto. Posiblemente muchos hayan olvidado que las monsters movies tienen ya películas infravaloradas o desconocidas como “Invasión extraterrestre” (Destroy All Monsters) de Ishirô Honda, la mejor y más completa en mi opinión.
La cinta de Honda combina perfecta los Kaijus con alienígenas pero el peso dramático y narrativo es llevado por los humanos, soportando el auténtico timón y protagonismo. E incluso habita un contexto ecológico en esa premisa (y desenlace) en la que los seres mundanales y diminutos y los territoriales/destructivos monstruos (Godzilla, Rodan, Mothra, Anguila, Gorosaurus, Spiega, Minira, Varan, Manda, y Baragon) han hallado un equilibrio para convivir sin hacerse daño entre sí dentro de una Monster Island AKA Monsterland. Atacar a “Invasión extraterrestre” ciñéndose al previsible y paradigmático guión del cine cutre-retro-vintage-nipón —muertes cutres, material reciclado, efectos especiales de antaño, desfase kitsch y ese larguísimo etcétera— no debería aminorar el alcance del conjunto.
No falta ni un super-villano-Kaiju (el pérfido Rey dragón Ghidrah) que avecina su póster ni viajes espaciales o un plan sibilino y perfectamente hilado por los extraterrestres para hacerse con el control del planeta y transformarlo en una sociedad científica, poniendo a los monstruos en contra de nuevo de los humanos y arrasando con Moscú, Nueva York… Las tramas están perfectamente combinadas y resaltadas acertadamente, siendo un perfecto homenaje y recopilatorio de los logros de las películas de Toho Studios. Puede que los personajes se ajusten los típicos arquetipos y tengas hasta una historia de amor con femme falale emulando incluso al cine de James Bond, como nueva pieza de oportunismo y aprovechamiento de un gran crossover cinematográfico acaparador de elementos externos.
El cóctel puede resultar tan hilarante como contraproducente, con ese sumatorio de ideas tan desfasadas como interesantes, y es ahí precisamente donde la considero como una de las mejores películas de ese loable sub-genero de asesinar a millones de personas y asolar metrópolis con un bicho más grande que la mala leche de Ultrón. Que los edificios de Tokyo, después de cuantiosos ataques monstruosos, ya tengan lanzacohetes integrados y líneas eléctricas inflamables me parece un ejercicio de defensa perfecta. Pero “Invasión extraterrestre”, pese a ceñirse al modelo de la tradicional monster movie con más monsters y movies en el menú, decide ceder en su recta final a los ecos conmovedores y épicos para alzarse como monumento entrañable y carismático más allá ese imposible 1999… donde el dibujo sobre el futuro que estampó Ishirô Honda multiplicó sus numerosos elementos para redoblar su recuerdo.
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