Páginas Bastardas

sábado, 23 de noviembre de 2013

The Grandmaster: Cuento de cuatro estaciones

“The Grandmaster”
Título original: “Yut doi jung si”
Director: Wong Kar-Wai
Hong Kong
2013

Sinopsis (Oficial):


China, 1936. Nombrado por el Gran Maestro Baosen para sucederle al frente del Colegio de Marcial, Ip Man, el legendario maestro de artes Wing Chun, se enfrenta uno a uno los más grandes maestros del Kung-Fu. Pero el asesinato del Gran Maestro y la ocupación de China por los japoneses crearon un gran alboroto en el orden de las artes marciales de todo el país. Durante 20 años, Ip Man forja combate a combate, su propia leyenda ...

Crítica Bastarda:

Me parece curioso que únicamente en Hong Kong el título en inglés fuera “The Grandmasters” y en el resto del planeta se negara el plural de la obra… porque he aquí el plural de toda cimentación escondida en el mérito del héroe, de cada piedra que va colocando en su camino para construir un legado y con cada canto con el que debe tropezar. El cine de artes marciales siempre ha girado sobre saber quién era más fuerte o la venganza, pero Wong Kar-Wai quiere establecer un tratado sobre el testamento de un maestro y una historia de amor oculta e imposible. En este punto es inevitable no hablar de “Ip Man” y del cambio de manuscrito y orientación en las películas del director de “Deseando amar” y Wilson Yip, que daría continuidad (comercial) en “Ip Man II” (2010). La palabra con distingue y singular apellido fue en aquel entonces el gancho y la negación del plural; la frase «Fue maestro y mentor de Bruce Lee» estableció  el marketing necesario. Es evidente que Kar-Wai desea establecer, al igual que Yip, otra vida y milagros del protagonista total más allá de la anécdota. Pero he aquí de nuevo la negación del plural en el título; “The Grandmaster(s)” no solamente quiere centrarse en la figura de Ip Man sino en la de los otros grandes maestros que perecieron en la memoria, junto a su arte, en la invasión de los japoneses…


Kar-Wai se ha topado con los mismos problemas narrativos que la cinta de Wilson Yip: la historia de Ip Man es tan amplia que el uso de elipsis y necesarios textos explicativos, que fueron el subtítulo al contexto histórico, pudieran dispersar el poder dramático. El director de “Fallen Angels” ha estructurado la obra en un cuento de cuatro estaciones pero sin orden cronológico, pese a marcar el comienzo del ciclo esa primavera que marca su vida antes de los cuarenta años cuando los maestros de las marciales de China competían entre Norte y Sur por el honor y respeto a sus respectivas familias y clanes. El Invierno llegaría antes del verano con la llegada de los japoneses y su invasión. Era momento de sobrevivir… mediante la imposibilidad moral de utilizar su arte marcial: «Las espadas tienen vainas porque su único propósito no es matar sino permanecer oculta». Las coreografías para alcanzar un trozo de pan… y dejar de ser un gorrión serán el nuevo orden, el honor como linterna… y luz para iluminar al pueblo. Los pequeños detalles, la cámara lenta y el folclore como organigrama de que la vida es como una obra de teatro, pero “The Grandmaster” deja en los espectadores la identificación del verano y otoño de la vida de Ip Man dentro de la épica y la historia incontable (e intangible) de amor entre la estática de la leyenda.


Dos décadas son suficientes para que ese maestro nos muestre la evolución desde una pelea en un callejón oscuro y lluvioso hacia esa lección de vital como testamento de su obra... aunque en el filme de Wong Kar-Wai las artes marciales son muchas veces cortejos reducidos a una gran exhibición de seducción y el cineasta se decanta por la historia de amor entre sombras de Ip Man y Er Gong, la única rival que pudo vencerlo… en distintos campos. El protagonismo de Gong aporta ese plural que el mercado internacional se ha decantando por ignorar. No es la historia de un gran maestro, sino la de dos que optaron por diferentes sendas (y completamente opuestas) en la herencia de su arte. La melancolía y la compasión se difuminan con el sentido del espectáculo en ese anhelo final sobre los lamentos por los actos pasados. Er Gong nos recuerda el sentido de las artes marciales y sus tres etapas: conocerse a sí mismo, conocer el mundo, conocer todas las cosas vivientes. Aparte del propósito de enmienda también habita una moraleja de la historia: «¿Recuerdas cuando te dije que no hay nada de que lamentarse en la vida? Todo eso es mentira. Si la vida no tuviera remordimientos sería realmente aburrida». Porque todo se reduce a la poesía de la desaparición, como una gran y mayestática coreografía cinematográfica de artes marciales; aunque repitas el movimiento, el tiempo habrá pasado.

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