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jueves, 26 de julio de 2018

El chico del millón de dólares: «A veces, para ganar, hay que cambiar el juego»

“El chico del millón de dólares”
Título original: “Million Dollar Arm”
Director: Craig Gillespie
EEUU
2014

Sinopsis (Página Oficial):

En “El chico del millón de dólares (Million Dollar Arm)” se nos cuenta la historia real de J.B. Bernstein (Jon Hamm), un conocido agente deportivo que organizó un peculiar reality show en la India. Su objetivo era encontrar a jugadores de cricket de dicho país que pudieran convertirse en lanzadores de béisbol profesionales en los Estados Unidos

Crítica Bastarda:

No es que podamos calificar «unos hechos reales» como predecibles sino la premisa que precede y marca los mismo: «basa en…». La envoltura lo es todo y podríamos incluir “El chico del millón de dólares” dentro de una tesis del cine comercial de la presente década.Moneyball: Rompiendo las reglas trató de marcar el camino de esas etiquetas previas que conducían al mismo destino. La cinta de Bennett Miller y su reconocimiento nos pudieran llevar directos a “Foxcatcher” como relevo y concepción propia del autor. Por el contrario, el film de Craig Gillespie encaja en esos moldes que tantas veces hemos divisado, que tanto está contando superar a una industria enclaustrada en la repetición. Ya da lo mismo que hablemos de la segregación racial en el béisbol de los años 40 (42de Brian Helgeland), que mutilemos a una barbie y la llevemos a la superación personal y deportiva (Soul Surfer de Sean McNamara). Estamos ante los mismos clichés, arquetipos y caratulas predecibles sobre esa premisa «historia basada en hechos reales» que se ha convertido en un canon y paradigma comercial. 


Nada de lo que va a contarnos “El chico del millón de dólares” va a sorprendernos salvo la conexión con la India a través de ese reality que trajo a EEUU a Rinku Singh y Dinesh Patel por los esfuerzos de ese agente que quiso cambiar las reglas del juego. El sueño americano siempre está presente pero interesa más la conexión con Susan Boyle en ‘Britain's Got Talent’ para apuntalar el poder de la televisión en esta era. Planteemos que todo el adorno es el problema de la propuesta más allá de las aventuras de JB Bernstein en Mumbai por hallar esos diamantes en bruto que pudiera entrenar y utilizar las Grandes Ligas de Estados Unidos. En ese aspecto aparecen las reflexiones de los personajes y la de los guionistas por transformar una historia inspiradora con ramalazos de humor, algo drama y cierto simbolismo religioso y vital. He ahí la aparición de ese espejo para revelar al personaje principal interpretado por Jon Hamm sus defectos y errores, sus pensamientos sobre el dinero y las personas, sobre esa permuta fragmentada en estereotipos, conflictos blandos y gastados y sensiblería de pose y funcional conexión con la audiencia más general y menos exigente. 


Es curioso que veamos imágenes de “El orgullo de los yanquis” de Sam Wood con Gary Cooper encarnando a Lou Gehrig. Resulta incluso contraproducente el contraste en el diálogo de esa mascada pareja:

—Es la película más triste que haya visto. ¿Cómo haces para no llorar?

—Lloré las primeras 35 veces que la vi.

Lamentablemente para “El chico del millón de dólares” prácticamente nadie llorará (o se emocionará) en el primer visionado. Pocos volverán a darle una segunda oportunidad… El problema es simple y sencillo: su eslogan es tan falso como hipócrita. J.B. Bernstein no para de repetir que «A veces, para ganar, hay que cambiar el juego», pero el film de Disney no cambia nada ni juega en otra liga… ni tampoco aspira a ganar más allá de su concepto comercial. Es una Susan Boyle sin la voz de Susan Boyle

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