Páginas Bastardas

viernes, 30 de diciembre de 2016

Las mejores películas de 2016


Un top 10 al cierre del año no deja de ser una simple y subjetiva acotación de un gran número de películas donde siempre queda impuesto el criterio personal. En 2016 hemos aumentado el número de estrenos en salas comerciales españolas cercano a las 470 piezas cinematográficas dejando todavía más si cabe un espacio ante la imprecisión. ¿Conoce algún medio en el que todos sus redactores hayan podido dar fe de todo ese completo conjunto sin excepción o, por el contrario, nos encontramos ante la crónica de la selección de deseos personales entrelazados en una caprichosa repetición? Sea como fuera, es normal que ante tal número de posibilidades exista siempre el riesgo de olvidarse de algunos filmes que con el tiempo ocupen el lugar que merecen. Otra de las cuestiones suele ser el retraso al que se enfrenta la propia distribución cinematográfica ya que la temporada de premios demora hasta el siguiente ejercicio muchas de las películas reincidentes en el gusto de público y crítica. Si observamos las listas y tops 10 de los medios especializados norteamericanos advertiremos que “Moonlight”, “Manchester frente al mar”, “La ciudad de las estrellas (La La Land)”, “Lion”, “Jackie”, “Cameraperson”, Toni Erdmann, “American Honey” o “Silencio” no llegarán al público español hasta 2017. Incluso “Comanchería” de David Mackenzie se ha estrenado el 30 de diciembre haciendo imposible su inclusión en numerosas listas del año por la necesidad de una fecha previa de publicación. No obstante, los tops del año se amparan en la propia controversia que deparan incluso cuando éstos son filtrados previamente detonando todo tipo de polémicas previas para el recuerdo. En el caso que nos ocupa, es hora de ceñirse y reciclar el top personal para Cinema ad hoc, quedando a la espera de publicar las reseñas de las cintas ausentes. He aquí, en defintivia, aquellas (posibles) mejores películas de 2016 para bastardo servidor:

10. ¡Ave, César! (Hail, Caesar!)
Joel Coen, Ethan Coen
Reino Unido / EEUU / Japón
(2015)

Muchas veces los tops 10 del año tienen la tarea de reivindicar alguna de las más cuestionadas propuestas y dar sentido a la injusticia a la que se ven sometidas algunos brillantes e imperfectos filmes, vía desdeño e infravaloración, por parte de público y/o crítica. En “¡Ave, César!” los hermanos Coen se sirven del punto de giro para Hollywood que provocó la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos para evitar el monopolio absoluto de su cadena de producción, distribución y exhibición en plena Guerra Fría, liberando en el proceso a las estrellas que habían sido encadenadas por el star-system sobre el que pivotaba la industria. Un jefe de producción de un gran estudio cinematográfico es el idóneo vehículo para los autores de “Barton Fink” para revelar una lúcida alegoría de ese gran Imperio romano que era Hollywood a finales de los cuarenta y en la década de los cincuenta que se está desmoronando pero donde, por el contrario, alguien tenía que estar en pie para recuperar su fe en ese disparate condenado a la desaparición y propulsar un cambio a través de ese dios sin rostro llamado séptimo arte. Plagada de destellos, pretendida irregularidad y acertadas resonancias, los Coen mantienen esa equidistancia en la forma en la que se revela un sentido del sarcasmo y la ironía, como si no quisiera mancillar el homenaje que desean plasmar. ¿Cómo podrían hacerlo si ni siquiera el mismo hijo de Dios, en esa religión cinematográfica todavía presente en nuestros días, sabía si es un personaje principal, extra o secundario de esa gran historia en distintos mandamientos fílmicos que se estaba contando?

Quentin Tarantino
EEUU
(2015)

He aquí el nicho y la extensa crónica de la mentira figurada, de la fe perdida y prácticamente enterrada, de la visita a un congelado sepulcro suspendido en el tiempo. Pensemos que la única verdad de “Los odiosos ocho” —al igual que el cine de Tarantino— aparece en los títulos de crédito, en ese desfile de actores y nombres donde figura el autor de la obra; aquel firmante de un artificio que va a ser proyectado y aquellos que recrean el mismo. El director de “Pulp Fiction” desea evocar sus ocho ‘odiosas’ películas como primera seña de identidad sobre la que articular su presentación, siendo una clara concepción revisionista y un tanto bastarda de su filmografía. Sobre ese blanco —y nevado— lienzo, que representa la pálida ‘sábana’ sobre la que se proyecta toda mentira (que otros consideran verdad), se despliega un film que conjuga al autor más desmedido e infame que nunca, como si ya nada ni nadie pudiera contener su talento y la posibilidad de seguir siendo ese «enfant terrible» del cine contemporáneo. Al director de “Kill Bill” le concierne encerrar y enclaustrar a sus personajes —y al propio espectador— para que la tensión sea articulada mediante el diálogo y “Diez negritos” de Agatha Christie sea el fuego que derrita el inicial témpano de hielo que conforma una posterior penitencia; donde surge una alegoría del pueblo norteamericano encerrada y encapsulada en una ‘cabaña’ no demasiado alejada de Posesión infernalde Sam Raimi. El baño de sangre está servido siendo la sala de cine ese otro cobertizo fílmico donde quedamos atrapados juntos a unos personajes; parte de esa gran farsa condenada a repetirse.

Jim Jarmusch
Francia / Alemania / EEUU
(2016)

¿Qué es la poesía? ¿Dónde habita la belleza o el sentimiento estético que la genera? ¿Qué se necesita para componer y engendrar la luz que la envuelve? Tal vez Jim Jarmusch haya decidido seguir el ejemplo de los grandes maestros del séptimo arte y dejarse guiar por el halo de lirismo que reside en la vida cotidiana e incline sus instintos hacia un retrato sin aspavientos y ninguna clase de efectismo. Despidiéndose del backstory, salvo escuetos elementos descriptivos, y al implícito conflicto dramático del personaje y el autor de “Dead Man” da la bienvenida al reflejo del tiempo sobre el protagonista y su entorno en las leves oscilaciones que marcan su camino. Precisamente en “Paterson” el héroe, habitualmente armado con su viejo reloj, se confunde con el escenario desde la propia palabra que describe e identifica al sujeto y al contexto (y a la propia película). Revelada tal comunión, el film describe y celebra la poesía que subyace en el día a día de las personas que siguen levantándose cada mañana para dejar apartados sus sueños y respirar cada minuto y suspiro de todo ese tránsito que abarca un nuevo anochecer/amanecer. Al igual que el protagonista Jarmusch nos invita a que seamos los conductores de nuestras propias vidas y decidamos qué sentir y mirar a través de la cristalera que le impermeabiliza del universo. Y cada detalle aquí puede generar una pequeña gran historia, siendo un buzón de correos o una simple caja de cerillas tanto musas como objetos imperecederos dentro de una gran y pequeña película. Posiblemente aquella moraleja que desprenda la obra sea que lo mucho que cuesta al ser humano revelar su auténtica alma a otros, promoviendo un claro sentido acerca de los ecos del destino en los encuentros fortuitos con otras personas y lo mucho que podemos aprender de los mismos. Esas páginas blancas, tal y como indica ese poeta japonés interpretado por Masatoshi Nagase, ofrezcan tanto infinitas e ilimitadas posibilidades como ese sentimiento de esperanza para seguir respirando la poesía que habita en cada nuevo día.

7. High-Rise
Ben Wheatley 
Reino Unido / Bélgica
(2015)

En tiempos en los que la distopía ha absorbido al séptimo arte y a la pequeña pantalla, la llegada de “High-Rise” nos recuerda que los planteamientos de la novela de J.G. Ballard siguen presentes aunque, no obstante, pueden ser cuestionados por la forma en una era en la que las adaptaciones suelen ser objetos de debates olvidándose del fondo. El filme de Ben Wheatley desvela esa separación entre los gustos del público general y los de la crítica cinematográfica (incluso polarizándose a nivel interno) apartándose de ese consenso más amplio que sí alcanzó “Rompenieves (Snowpiercer)” de Bong Joon-ho. Calificada por un gran espectro como una pretenciosa película posmoderna y sin sentido y en absoluto transgresora, la obra del autor “Turistas (Sightseers)” trata de comprimir a la sociedad, tal como nos indica la sinopsis, en «un edificio de 40 pisos de alto con 1.000 apartamentos, piscina, supermercado, colegio y todo tipo de servicios». La Torre Elysium se conforma, de este modo, en la base para confeccionar una metáfora en la que toda civilización está condenada ante el peligro de la autodestrucción al basarse en un sistema de clases, jerarquías y en el que el máximo orden y control está siempre sometido a transformarse en caos. “High-Rise” trata de despuntar en ese universo que propicia su contenido respecto a la condición humana y que los sistemas suelen ser ejes opresores para el individuo. Posiblemente aquello que nos sugiera también el filme de Wheatley es que el ser humano se adapta a cualquier estructura de poder, por caótica y violenta que ésta sea porque, al fin y al cabo, nadie se atreve a cuestionar el sistema en el que se ve inmerso más allá de ese proceso de ajuste. Al fin y al cabo, ese rascacielos fílmico sigue siendo un fiel reflejo de la propia sociedad que observa y cuestiona ese objeto que es una imagen de ellos mismos.

Robert Eggers
EEUU / Reino Unido / Canadá / Brasil
(2015)

En esta nueva edad de clásicos contemporáneos del género de terror nos estamos encontrando con numerosos filmes que más que aterrar proponen cuantiosas lecturas potenciando un debate con la audiencia. La película del Robert Eggers funciona gracias a la ambigüedad de sus varios planteamientos y un discurso que nunca acaba de hacerse corpóreo. Tal vez el terror acabe siendo un espectro invisible que simplemente se alimente y refleje nuestros miedos interiores, dando la impresión de que han sido tan racionalizados y psicoanalizados que únicamente nos queda por enfrentarnos cara a cara con los mismos. Quizás demos a todo tantas vueltas ―normalizando objetos, elementos e ideas― que por norma general acaban difuminados por los debates y teorías de la era Reddit, por ese cosmos de internet y espontaneidad de las redes sociales que todo lo mastica y devora. O quizás el truco sea entender que el terror, tal y como lo conocíamos, ha muerto y en esta segunda década del siglo XXI nos estamos limitando a exhumar sus restos para disponerlos en una morgue cinematográfica y someterlos en una mesa de lavado de cadáveres que acaba siendo la pantalla que tenemos enfrente. ¿A qué bruja se refiere? ¿A una de aquellas que acecha en ese enigmático y mortecino bosque o a la transformación de Thomasin en la que será su nueva naturaleza? Incluso dentro de esos márgenes pudiéramos debatir la evolución del personaje principal como la propia carnalidad de ese aquelarre. ¿No es acaso la finalidad de los subgéneros de terror sobrevivir a toda costa? ¿Y qué ocurriría si la única vía de no perecer fuera transformarse en los monstruos que acechan en las sombras y que segaron la vida de tu propia familia? ¿Y acaso esas supuestas aberraciones son sobrenaturales cuando su origen a todos los niveles es netamente humano? Pero la cuestión pudiera ser otra menos todavía esclarecedora: ¿existen realmente esos monstruos o no son las propias personas aquellas que dotan de cuerpo y vida a sus temores más abstractos? No busquen respuestas sin someterse a ese oscuro hechizo y aquelarre que propone en la mesa de debate el propio Eggers.

Charlie Kaufman, Duke Johnson
EEUU
(2015)

“Anomalisa” pudiera ser uno de esos mundos teatrales dentro de la mente de Caden Cotard (Philip Seymour Hoffman) en “Synecdoche, New York”, aunque la jugada más certera y pulida de Charlie Kaufman pasa por utilizar la animación (y el stop-motion) como una arcilla para explorar el espectro de una distorsionada sociedad y sus implícitos problemas de comunicación que pasan por las atormentadas existencias individuales de sus habitantes como ejes. ¿Y cómo es posible encajar en el mundo si estamos diametralmente alejados de esa sociedad que nos empequeñece y que ha acabado fundido en una misma masa a nuestra alrededor? El ser humano está condenado a lidiar con sus pesadillas y temores respecto a la sociedad y existe un toque pesadillesco sobre el que se articula el punto de giro en el que el protagonista se ve atrapado ese universo kafkiano en que infinitas personas idénticas lo persiguen argumentando que lo aman y que, por lo tanto, no puede estar junto con a ese objeto humano que conforma la ‘anomalisa’ a la que hace referencia el título. “Anomalisa” también nos habla sobre que lo corriente muchas veces puede ser extraordinario en un mundo plagado de monotonía y copias; un extraño cosmos en el que el protagonista al salir de una ducha y hallarse completamente desnudo se percata de su condición de ser una simple marioneta atrapada en su naturaleza. ¿No lo es acaso el ser humano? Tal vez aquello que nos plantee Kaufman es que no existen las anomalías... al menos como algo establece más allá de un hechizo de una noche... de una pequeña y gran película.

4. El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no Monogatari)
Isao Takahata
Japón
(2013)

En la última gran joya del Studio Ghibli surge una asociación final de la princesa Kaguya con la luna, entablando un diálogo entre esa pequeña niña que fue creciendo frente al espectador generando un torrente de emociones. Esa transformación remanente de la despreocupación de la infancia a los problemas que comienzan a aflorar en la adolescencia entabla también un diálogo respecto al lado oscuro de las tradiciones y aquello que pudiera decretarse como más correcto para la sociedad. La libertad pudiera ser esa belleza que se instaura en el filme de Isao Takahata donde el reino animal y vegetal evoca pasajes tan magnéticos como sugerentes sobre un mundo cambiante y eterna evolución. Tal ciclo y viaje de madurez, en el que se ve envuelta la heroína, nos transporta a una simbólica fábula sobre aquello que es realmente la felicidad y ese suspiro que engendra la propia juventud en el ser humano. Esa alegoría instaurada en la narración penetra en un discurso que se ve fortalecido por la animación de la propuesta. Seguramente “El cuento de la princesa Kaguya” nos hable sobre las implicaciones de todos los personajes a través de cada de sus decisiones, como si la vida fuera un concepto tan espiritual como complejo en el que la felicidad es tan subjetiva como impositiva por parte de la familia y sociedad. Ese sentimiento trágico que va floreciendo en la joya de Takahata, para y por el cine de animación, se eleva en un clímax final donde se instaura esa asociación respecto a ese gélido y magnético satélite que siempre nos acompaña desde las alturas. La reencarnación no deja de remarcar ese concepto de poesía y belleza de una cinta que desea que el público alce la mirada hacia una historia humanista, que entrelaza el folclore japonés con un trasfondo y eco más universal e incluso anacrónico, invitándonos a pensar que cada noche evocaremos a esa princesa que ya formará parte de nuestros mágicos anhelos y conmovedores sueños.

László Nemes
Hungría
(2015)

El fondo (sobre el Holocausto) siempre se ha encontrado difuminado, a la espera de encontrar una forma y persona que exprese ese dolor tan reiterado muchas veces de un modo morboso, maniqueo y/o ineficaz. Adornado con banda sonora lacrimógena y de efectos audiovisuales el séptimo arte había olvidado esa mirada que engendraron “Shoah” de Claude Lanzmann y “Noche y niebla” de Alain Resnais desde un posicionamiento documentalista, con invisibles filtros. Si algo define el largometraje de László Nemes es la lucha entre la ambición formal y la implícita desnudez empujando al espectador hacía el realismo cercano a la primera persona, arrastrándonos a ese universo fúnebre y sombrío que subyace en la propia mente de la audiencia pero, por el contrario, sorprendiéndolo con un tratamiento cercano al tiempo real. “El hijo de Saúl” posiblemente sea una de las mejores películas sobre el Holocausto porque decide contrariamente alejarse de una visión global del Soah para hallar en sus propias limitaciones, sobre el remarcado punto de vista autoral, una vía para construir un retrato que aúne el horror confinado en el tiempo y el espacio. Esa comunión entre el discurso cinematográfico y de la historia planteada, nos introduce en esos cuerpos atrapados en esa fábrica del terror donde algunos prisioneros elaboran una fuga mientras siguen siendo piezas de un mecanismo mayor. Existe también la concesión de un halo de esperanza antes de la inherente condena (al absurdo) sobre la que se retuerce su protagonista y encuentre una vía en la que ‘transferir’ esa representación de la historia a modo de legado. Esa nueva perspectiva nos ofrece también un escape y evasión al otro de lado de la pantalla, como si la propia cámara finalmente se revelara como el eje principal de la obra. He ahí el perfecto sentido del testimonio y ese hijo al que hace referencia al título de la película, siendo la esperanza ese objeto testamentario de la característica humanidad pese a todo contexto violento, macabro y despiadado que acompaña su destino. Alguien —o algo, el propio cine— podrá contar esa historia que nunca quedará en el olvido.

2. Elle
Paul Verhoeven
Francia / Alemania / Bélgica
(2016)

¿Cómo adentrarse a plasmar una violación dentro de una ficción y película? ¿Es posible no generar un debate en tiempos en los que todo ha de ser tan invisible como políticamente correcto? Paul Verhoeven siempre ha tratado a sus personajes como objetos, desabrigándolos de sus conflictos más emocionales para guiarlos a través de necesidades básicas sin importar el efectismo que retrate las mismas. Desde la lujuria al deseo pasando por la venganza, la búsqueda de la identidad (o realidad) o la simple supervivencia en los claroscuros de un idealizado mundo que no es tal. El director neerlandés era conocedor que tal acercamiento a un asalto sexual, desde el anterior prisma, pudiera ser considerado tan superficial como banalizar un tema tan delicado para sociedad actual como la violencia de género. La sinopsis de “Elle” invita a la desconfianza, valiéndose de una proposición digna de un telefilme de sobremesa sin demasiadas expectativas. Pero, no obstante, el largometraje decide inocular un concepto netamente cinematográfico a través de la propia e implícita oscuridad de la sala de cine y dejar al otro lado de la pantalla la asimilación de esos ruidos que nos introducen y asientan la premisa. La mirada se reproduce sobre la de un gato, contraponiendo al espectador a los ojos de ese felino que acaban siendo los nuestros. Vivimos impasibles y expectantes, desde nuestra presunción y posicionamiento en la butaca, la cruda violación que sufre la protagonista por parte de un desconocido enmascarado. ¿Se trata de una burla y crítica respecto a esa domesticada sociedad inerte y pasiva cuya única funcionalidad es simplemente observar sin que pueda alterar la desagradable escena? Verhoeven sigue a esa heroína, una estupenda y sensacional Isabelle Huppert, en su recomposición sobre sus cenizas y en su regreso al control absoluto alrededor de todo aquello que compone su vida… incluyendo evidentemente a sus seres cercanos o conocidos. “Elle” refleja un mundo de monstruos en el que la única posibilidad de supervivencia es transformarse en uno más aterrador. El autor se recrea tanto en la absorbente oscuridad de la propuesta bajo un tono de pretendida comedia que sirva para establecer un conflicto y plasmar la ironía y sarcasmo que conforma nuestras vidas. O quizás estemos ante el indiscreto e hipócrita encanto de la burguesía sin que, como ese gato que establecía nuestro punto de vista, tengamos demasiado margen de maniobra. Ya solo somos títeres de ella, estamos en manos de Elle.

1. Carol
Todd Haynes
Reino Unido / EEUU / Australia
(2015)

Todd Haynes simplemente esgrime con la oscuridad y el estridente sollozo que generan unas vías de metro, al detenerse un tren en un andén, la activación del latido y alma de su obra; un componente extrasensorial para enlazar con la llegada de un anónimo pasajero que va a guiar nuestro inicial camino. Se trata de un elemento atmosférico y etéreo, como parte de algo que no vemos pero sentimos. Esa opacidad también queda limitada por las apariencias, siendo una figurada bella verja en realidad una rejilla de ventilación de metro, separada de un mundo que es el nuestro o, al menos, aquel que servía a sus habitantes en el pasado. Ese enjambre de cuerpos también sombrío representa a una sociedad que es el fondo de film, siendo ese tren la metáfora perfecta para que Haynes nos releve una clara descripción de la emoción que genera el primer amor en “Carol”. La maquinaria se ha puesto en marcha, el motor comienza su traqueteo y los latidos se encaminan a galopar por esas vías que nos marcan el destino. El director de “Safe”, a través de una impecable puesta en escena, delimita a sus personajes utilizando paredes, puertas y ventanas para servirse de una alegoría respecto a ese contexto social que les ahoga y asfixia; que nunca les da respiro. Interrumpidas por aquel hombre y anónimo pasajero —que representa parte del pasado de Therese Belivet (Rooney Mara) y el concepto «moralizador» de la época— esa primera secuencia deja a aquella que será nuestra estrella fugaz atrapada entre dos firmamentos, entre los fragmentos de sus recuerdos. Plagada de detalles y elementos sugerentes, Todd Haynes se ciñe al melodrama para dar forma a la relación que desarrolla, sumergiéndose y evocando en su propio pasado cinematográfico y televisivo tras “Lejos del cielo” y “Mildred Pierce”. “Carol”, entre las 100 mejores películas del siglo XXI, según los críticos encuestados por BBC Culturedesea llegar más lejos como un gran clásico cinematográfico aferrándose a un desenlace que conecte incluso con “2001: Una odisea del espacio”, donde parecen darse cita en el mismo espacio, el pasado, presente y futuro de las experiencias románticas del personaje principal a través de viejos amantes y posibilidades. Es necesario evolucionar… o tal vez no… porque el filme sintetiza ese magnetismo de todo artista con su musa y la imposibilidad de escapar de su influjo. Ella es el título, ella es esa tierra condenada a amortiguar el impacto de ese objeto incandescente venido del espacio llamado primer (y seguramente eterno) amor.

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5 comentarios:

  1. muy buena y gran selección.
    yo hubiese quitado Anomalisa que me pareció aburrida y hubiese incluido 10 Cloverfield Lane muy original e inquietante siendo opera prima

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    1. Hola Anónimo!

      Como suele ocurrir todo es cuestión de gustos personales. Me encanta "Anomalisa" y no me pareció en absoluto aburrida sino uno de los mejores estrenos del año.

      Ya comenté lo que me pareció “Calle Cloverfield 10” en este bastardo blog por si le interesa:

      Gracias por el comentario y saludos bastardos.

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  2. ¿Viste la de Nicolas Winding Refn?

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    1. Hola Anónimo!

      Sí y tengo sentimientos encontrados respecto a "The Neon Demon". No obstante, como está siendo incluida bastante en los tops del año me apetecía reivindicar a otras películas más 'olvidadas y castigadas'. ;)

      Saludos bastardos.

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  3. Por las circunstancias, un top muy de 2015. Aún así es innegable la calidad de las películas incluidas en la lista, especialmente Carol que me parece una autentica joya moderna, aunque no es menos cierto que hay algunas que no he visto aun, como Elle o Anomalías. Por otro lado, un film que me estusiasmo este año fue Arrival. ¿Que le falto para que fuese incluida en el top? Un saludo bastardo

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