Páginas Bastardas

domingo, 15 de septiembre de 2013

Bienvenidos al fin del mundo: De Reyes y Leyendas

“Bienvenidos al fin del mundo
Título original: “The World's End”
Director: Edgar Wright
Reino Unido
2013

Sinopsis (Página Oficial):

En una peculiar mezcla de camaradería, astracanadas, desaforada ingestión de cerveza, decisiones más que cuestionables, peleas cuerpo a cuerpo y sorpresas explosivas, “Bienvenidos al fin del mundo” vuelve a reunir al director Edgar Wright con los actores Simon Pegg y Nick Frost, después de “ZombiesParty/Una noche de muerte” (2004) y “Hot Fuzz/Arma fatal” (2007).

La historia de “Bienvenidos al fin del mundo” empieza el 22 de junio de 1990. En las afueras de la pequeña ciudad de Newton Haven, Inglaterra, cinco adolescentes deciden celebrar su graduación en el instituto con un recorrido épico de pub en pub. A pesar de su entusiasmo y después de beber un buen número de pintas, no consiguen llegar al último pub de la lista, ‘The World’s End’ (El fin del mundo).


Crítica Bastarda:

Todo lo bueno siempre tiene un final, incluso el delicioso helado Cornetto tricolor que nos ha propuesto Edgar Wright con Zombies Party, Arma fataly, en esta ocasión, con un verde menta con chispeantes fragmentos de chocolate para que aterricen los alienígenas y la ciencia ficción en “The World's End”, despedida y último lametón. Es complicado enfrentarse al fin del mundo (y a todo concluyente acto) y Wright es consciente del adiós pero parece darnos la bienvenida no sólo desde su título en castellano sino desde un argumento que podría admitir numerosas lecturas y vínculos con sus anteriores entregas. Las citas y referencias propias y pasadas van a aderezar y servir de golosina a una propuesta bajo una crema helada con la textura de “La invasión de los ladrones de cuerpos” y “Los hijos de los malditos”. Pero el más inalterable encanto de la cinta, que vuelven a monopolizar Simon Pegg y Nick Frost, es la exploración tanto del pasado de la trilogía como la convivencia de los logros de “Scott Pilgrim contra el mundo”, reduciendo su sabor a las letras de canciones que compone su acertada banda sonora como viaje nostálgico a principios de los noventa. La versión de ‘I'm free’ los Rolling Stones a manos de Soup Dragons sirve como carta de presentación del personaje [«No tenga miedo de su libertad porque soy libre de hacer lo que quiero (y conseguir mi bebida) en cualquier momento de mi edad»] y ‘Loaded’ de Primal Scream sella la declaración de intenciones de Wright [Queremos ser libres para hacer lo que queramos / Y queremos emborracharnos / Y queremos pasar un buen rato / Eso es lo que vamos a hacer].


En “Bienvenidos al fin del mundo” volvemos a los noventa y a la cassette y al inmovilismo ya visto en Zombies Partycomo forma de vida, pero esta vez Gary King —y su actitud de mantenerse fiel a su pasado— le enfrenta a mundo cambiante donde la tecnología se ha hecho con el poder y las juventudes clónicas campan a sus anchas en locales y pubs que parecen haberse sometido al multinacionales siendo copias inalterables. No hay distinción, no hay originalidad, no hay lugar a la sorpresa, el contacto humano está al alcance de un smartphone y cada vez parecemos una colmena… de robots. Sorprende, además, que Gary King sea un personaje llamativamente trágico sobre un fin nihilista aunque enfocado a una redención propia, mucho más acertado que esos jóvenes atrapados en cuerpos de adultos que la comedia norteamericana y extensiones apatowianas se encargan de utilizar cada año con el mismo agradado que utilizar un condón usado. Todo ese viaje sumado a la apropiación cultural de un pastiche pop, disparatado, extravagante —que entona el cruce perfecto entre el slapstick más surrealista y las coreografías de Jackie Chan— genera una nueva articulación de la parodia como elemento ejemplar y narrativo de una aventura burlesca e hilarante. Posiblemente Wright haya plasmado la película más políticamente incorrecta y con texto completamente anárquico sobre la imposibilidad de someter a reglas definidas y dictatoriales al ser humano. Somos seres libres y hedonistas, necesitados de un Winchester para divertirse, emborracharse, perderse y volver. La necesidad (y a veces necedad) de dar una conclusión a las cosas provoca que el protagonista decida reunir a sus amigos de adolescencia para finalizar la ‘Milla de Oro’ y darse cuenta de que la juventud nunca volverá y el inmovilismo es la navaja más afilada en tiempos en los que todo avanza más rápido que nosotros mismos, abduciéndonos dentro de un sistema pre-calculado que nos invita a ser más perfectos. Realmente estamos posiblemente ante la película anti-sistema más concisa precisamente por no tomarse en serio y dejar dispuesto el futuro de la humanidad a un puñado de borrachos egoístas que dejan clara la más profunda de las verdades: el ser humano es imperfecto por naturaleza y un animal indomable que nunca desea estar amarrado a reglas. Se agradece, como colofón, la absoluta sinceridad y transferencia de la propuesta en ese alegórico nombre del pub que marca el último destino y parada: El Fin del Mundo es, efectivamente, el Fin del Mundo.


De “Los tres cinco mosqueteros” de Alexandre Dumas a una reinterpretación de la odiada Los amos del barrio, “The World's End” nos habla de ReyesLeyendas, del inerte terrenal, de llegar o no llegar, en definitiva, al fin de nuestras existencias bajo la pérdida de nuestra personalidad por encima de la perfección y la genética. Somos más humanos cuanto más imperfectos somos, parecen sentenciar como mensaje de la obra. Con su humor inglés y desternillantes e inesperados golpes de violencia, sangre y risas hacen girar vertiginosa diversión cuyo eje es la inteligencia de la parodia absorbida por la referencia. En cierta medida, Wright ha abducido todos los elementos y resortes del género para formular un discurso sobre el cambio y el choque cultural en la era de la tecnología. Sus debilidades —su comienzo y presentación son pausadas, algunos clichés del género convierte la referencia en también cliché y su clímax final se decanta por el diálogo sobre la acción en ¿una revisión cervecera de “Indiana Jones y la última cruzada”?— son perdonadas por el sentido de amplitud de la obra concluyente, como si todo fuera una elaborada y mastodóntica excusa para un genial sketch final. Como si todo fuera un purgatorio redentor tanto para sus protagonistas como el propio espectador que ha saboreado tan inusual y reivindicable trilogía. ¡Qué corra la sangre… azul porque el King ya está aquí!

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