—¿Qué le pongo?
—Un menú Mic-Macs.
—¡Está de enhorabuena! ¡Hoy son gratis! Los hemos tirado a la basura así que busqué allí…
Resulta difícil valorar “Micmacs”, la nueva entrega de Jean-Pierre Jeunet relegada de nuestras salas comerciales desde el 2009. Complicado sobre todo no por envoltorio, correctísimo e impecable como nos tiene acostumbrado el director de “Amélie”, sino por el contenido. Es cierto que esta vez cuenta con el apoyo mediático de una estrella nacional como Dany Boon y que podríamos estar ante el eslabón perdido de “La ciudad de los niños perdidos” y “Delicatessen” (sus dos mejores trabajos junto a “Largo domingo de noviazgo”) pero lamentablemente para que en apariencia podría resultar un parto con uno de los bebés más bonitos del reciente cine comercial francés se ha convertido en un mutilado e insípido nacimiento condenado al olvido.
Es una pena que “Micmacs” se convierta en una bala perdida que se juega sus cartas en una moneda marcada. Me suena mucho contar con un protagonista que tiene un proyectil en la cabeza (o cualquier tipo de tara o veneno) que puede terminar con él en cualquier momento. La venganza ya ha dejado de servirse fría y ahora resulta que para Jean-Pierre Jeunet es naif e ineficazmente infantil. Aquí no hay katanas ni ataques suicidas frente a dos empresas armamentísticas y sus peligrosos dueños que han marcado la vida de Bazil, el desafortunado protagonista. Se habla de minas antipersonales y todo tipo de arsenales entre venta ilegal a países del tercer mundo. No hay crítica porque no hay realmente fondo, no hay historia porque realmente hay micro-episodios de peripecias resueltas con los mismos recursos y no hay empatía al no existir ningún avistamiento de perpetuidad en el conjunto.
Contorsionismo cómico |
El propio director define su propuesta y personajes como una panda de juguetes de “Toy Story” enfrentados esos crueles y déspotas vendedores de armas. Tal vez la esencia infantil reine desde el planteamiento en esos traperos circenses que forman una familia y banda completamente sincronizada. Jeunet reveló que el personaje principal pasó como una bala por su cabeza cuando montaba “La ciudad de los niños perdidos” y realmente ese enfrentamiento entre David y Goliat, como marca la tradición de la lucha absolutista de clases, sigue los pasos de una comedia y sin darse cuenta se banaliza el contenido político y social. No es tampoco un reverso surreal de “El señor de la guerra” pero lo que está claro es que a Jeunet le gustan las secuencias de montaje cimentadas en un acto sexual con resultados explosivos a lo “Delicatessen”.
Armas y Enemigos Personales |
Puede que lo único que sorprenda de “Micmacs” sea su idealismo infantil revolucionario con tendencia al streaming y redes sociales como manera de cambiar el mundo. Apuntaba a más y mejor en esa figura de ese héroe que vive en una infancia arrebatada con ropa y accesorios sacados de otra época. Ahí aparecían ramalazos de Chaplin y Keaton y pasajes completamente construidos sobre los méritos del cine mudo. Y ahí está el mayor problema de la propuesta más fallida de Jeunet desde “Alien resurrección”: no da el verdadero salto al riesgo formal para llegar al auténtico fondo. Si en la primera tendría que haber arriesgado (tal vez no lo hiciera por culpa del estudio) hacía una comedia loca y negra futurista, sobre una metáfora de la industria de engendros y mitos traídos al presente con fines oscuros, en la segunda, “Micmacs”, un filme completamente mudo y en blanco y negro hubiera impresionado, impactado en su objetivo y explosionado nuestros cerebros de verdad.
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