Director: Paul Weitz
EEUU
2013
Sinopsis (Oficial):
Tina Fey interpreta a Portia Nathan, una oficial de admisión de la Universidad de Princeton que descubre en Nueva Inglaterra a Jeremiah, un joven de diecisiete años que posee un gran talento y que sería un candidato ideal para ingresar en dicho centro académico. Paul Rudd es John Pressman, el profesor de secundaria alternativa que fue a la escuela con Portia, si bien ésta no lo recuerda aunque John, por el contrario, no ha dejado de pensar en ella…
Tina Fey y Michael Sheen ya trabajaron juntos en “30 Rock” y en “Admission” forman una inicial pareja que se rompe por necesidades del ‘servicio’. Realmente aquí no está la Tina Fey ácida de la serie que parió para gloria de los Emmys y la NBC porque la propuesta va a estar sumida a corrientes románticas y escandalosamente dulces y emotivas. Realmente la cinta de Paul Weitz nos va a hablar sobre la admisión propia de aquello que nos negamos: desde el amor a la maternidad. El retrato es obviamente femenino dentro de ese rol de Portia Nathan y la imposición de Princeton por no admitir a un alto porcentaje de alumnos. Y ahí llegamos a un alumno autodidacta que en condiciones normales no sería admitido en la puritana universidad pero que el descubrimiento de que pudiera ser el hijo que diera en adopción (horror, culebrón a la vista) hace que la perspectiva se voltee y el sello censor se dirija directamente hacia su corazón.
El retrato de un niño prodigio, los sentimientos maternos en esa cadena de decepciones iniciada con la madre de Portia, interpretada por Lily Tomlin, genere otra escala argumental junto a la conexión emocional que iniciaran los personajes de Tina Fey y Paul Rudd. La falta de definición de “Admission” provoca la decepción y tal vez porque no sea del todo la comedia romántica que nos esperábamos ni una ácida comedia de la mano de Fey. No le leído el material original de Jean Hanff Korelitz y, por lo tanto, no puede valorar la adaptación que ha hecho Karen Croner o si el empacho de feminismo metido a renglón y espacio y la epidérmica sentimentalidad que empapa su libreto son hallazgos propios o ajenos. El letargo de una derrota anunciada desde la voz en off inicial no hace más que dejarnos en el aburrimiento en el que realmente vive su protagonista.
Otra cuestión es la sumisión de “Admission” a estructuras funcionales y trilladas con la consecuente evolución del personaje hacia un lado emocional y vertiente desganada dentro de una comedia más agradable que pobre. Que vamos a tener un viaje personal ceñido a esquemas románticos tradicionales no es una novedad pero la dispersión de la propuesta resta el acierto a todos sus niveles. Y la gestación de una cinta al calor de lo adorable no hace más que potenciar la no admisión de un nutrido grupo de público potencial. Pudiera agradecerse que la dramedia evite el humor escatológico en su justa medida pero revelarse al mundo con conflictos de identidad y dejar el escaso humor y sentimentalidad salve a un filme moralmente confuso e inverosímil provoca que vaya irremediablemente a nuestra indefinida lista de espera. Una lista en que realmente quedó en proceso de admisión, como su título en español, por sus malas críticas y respuesta del público.
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