Páginas Bastardas

jueves, 26 de abril de 2018

Samurai Jack: Quinta temporada


Hasta en las entrañas de la criatura más oscura hay una hermosa luz

[AVISO SPOILERS] Algunas series necesitan de un regreso y despedida para consumarse y ser recordadas. En el caso del “Samurai Jack”, su quinta temporada en Adult Swim no sólo fue un salto de calidad absoluta a un territorio que claramente dejaba en un poso de tono adulto y madurez. El peso de la historia es la posibilidad de amanecer en un tiempo que no es aquel que le corresponde al protagonista y tantear a ciegas por un futuro distopico repleto de anacronismos y oscuridad en el que, realmente, una fuerza oscura gobierne todo. La única posibilidad parece perdida y “Samurai Jack” tantea con el viaje del protagonista hacia la decadencia y, al mismo, tiempo hacia la elevación del héroe y su regreso. De este modo, Samurai Jack decide regresar a ese siniestro mundo de los mortales para que se sucedan una serie de mecanismos que activan su retorno y misión. Sobre todo, esas hijas y discípulas de ese gran mal representan el reverso oscuro del gran villano y su victoria y también, asimismo, su gran debilidad. La idea es que conozcamos toda la historia alrededor de un eterno enfrentamiento que va a ser el último pero, sin embargo, que la calidad de los guiones sea tan elevada como representativa de un viaje emocional y vital. Dentro del regreso del personaje hay una constante evolución aderezada de grandes momentos y episodios. El choque de bellos momentos, como una batalla en la nieve, que pone de manifiesto la oscuridad de Aku pero que, por el contrario, formaliza el sentido de una paradoja se va construyendo a lo largo de esos diez episodios finales. 

¿Existe la posibilidad de un completo final feliz o existe un precio a pagar? Ese precio evidentemente forma parte de un viaje en el tiempo y edad de mantenerse dentro de una historia condenada a una resolución. De este modo, esta temporada se consume y consuma en la posibilidad de engrandecer aquella serie de Cartoon Network que, como un buen vino, profundiza en toda esa concepción de luz y oscuridad.

50 años han pasado, pero no envejezco. El tiempo ha perdido su efecto en mí. Y sin embargo, el sufrimiento continúa. El dominio de Aku ahoga el pasado, el presente y el futuro. Toda esperanza está perdida. Tengo que regresar. De vuelta al pasado.


La posibilidad de volver al pasado imprimida en ese monólogo nos lleva a un Jack atrapado en ese futuro en que únicamente pude combatir a Aku y sus secuaces. Con su espada extraviada y atormentado por los fantasmas del pasado, la pérdida de la esperanza se complementa con el aterrizaje de nuevos villanos y, sobre todo, la irrupción de las Hijas de Aku como parte de ese complemento de humanidad latente en esos enemigos que ya no son robóticos. La presentación forma de Ashi nos lleva a ese enfrentamiento de luz y oscuridad como leitmotiv y la evolución de un mundo que necesita recuperar la ilusión de existir y vivir. Pensemos en que “Samurai Jack” se somete a los estereotipos de todo viaje espiritual y místico y, asimismo, conformando una aventura romántica que esconde una vuelta de tuerca final. Ashi es hija de Aku y, por lo tanto, la lucha interior se somete a esas credenciales y lugares comunes para establecer ese autohomenaje en una gran batalla final. Precisamente, el arma utilizada por Aku para acabar con su némesis se acaba volviendo en su contra y la paradoja se consolida: la posibilidad de regresar en el tiempo para detener a Aku justo en el momento después de que el gran villano lo enviara al futuro por primera vez. En realidad, el destino siempre llamaba a las puertas y el triunfo de la luz frente a la oscuridad. También de al amor… pero, irónicamente, toda paradoja esconde un reverso tenebroso. Ashi no era más que una proyección de un futuro ya inexistente y, ciertamente, podemos entender toda esta temporada —y, por extensión, toda la serie— como una paradoja condenada a desaparecer y quedar ligada para siempre a nuestro recuerdo. ¿Estamos condenados a la tristeza o a soñar con aquello que dejamos atrás? Tal vez un árbol de cerezo simbolice un adiós junto a la presencia de una pequeña catarina que eleve la metáfora de esa necesidad de encontrar la paz y el precio que tal fin representa. 

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