Dos días, una noche: ¿La esperanza y el orgullo perdidos y a la deriva?

“Dos días, una noche”

Título original: “Deux jours, une nuit”

Directores: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne

Bélgica/Francia/Italia

2014

Sinopsis (Página Oficial):

Sandra, con la ayuda de su marido, sólo dispone de un fin de semana para ver a sus compañeros de trabajo y convencerles de que renuncien a sus primas para que ella pueda mantener su trabajo.

Crítica Bastarda:

Olvídese de la historia y desvincúlese de la crisis que afectó a toda Europa. Plantéese una pregunta obvia: ¿qué pretende contarnos Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne en “Dos días, una noche”? Evidentemente, volvemos a la historia y la crisis como encaje y referencia a ese neo-neorrealismo que orbita alrededor de los directores de “Rosetta” y “La promesa”. En realidad, estamos ante una película en la que la heroína debe enfrentarse a ese jefe sin corazón, a esa persona anónima que nos es revelada al final de la fábula laboral. El cuento va poniendo a todos esos compañeros un nombre, rostro y vida, un dilema que tienen afrontar junto a la protagonista encarnada por una soberbia Marion Cotillard. A los hermanos Dardenne les vale con una puesta en escena basada en el contraste del aire libre y los muros y las paredes, en ese fondo rígido que define las vías por las que debe transitar la protagonista par hacía mundo real y esperanzador. 

Hay teléfono y pastillas, despertadores vitales en un universo que permanece dormido y que necesita una diminuta revolución para activarse. No se trata de una huelga o una reivindicación laboral sino de volver a ser persona y entender a los otros empezando por uno mismo. La heroicidad es mantener un puesto de trabajo por pequeña e ínfima que sea la empresa, por hijos de puta y egoístas sean tus compañeros, por terriblemente injusto sea el patrón. Hay mantener el puesto de trabajo… empezando por Marion Cotillard. Dentro de ese viaje puerta a puerta, para encontrarse con esos obreros a los que tendrá que pedir que se sacrifiquen por ella, los caminos son diversos. Ella dice estar bien pero se toma más pastillas que Meryl Streep en “Agosto” y ciertamente su conflicto es salir de su depresión personal, independientemente de su crisis laboral. 

Hay un dilema ético y también una alegoría contemporánea sobre la crisis financiera y el descubrimiento ¿Solidaridad? ¿Buenrollismo? ¿Inverosimilitud en esas reacciones cercanas a un reality de Telecirco? En todo ese viaje de Sandra (Cotillard) se halla la epifanía, tras tan tambalear entre la vida y la muerte, la esperanza y la completa y definitiva perdición. La motivación es, en realidad, el espíritu y alma de esa heroína que podría encontrarse entre tantos millones de desempleados. La voz de los otros se convierte, por lo tanto, en ese timón que nos hace hundir o llegar a buen puerto toda nuestra perspectiva aunque la esperanza y el orgullo parezcan perdidos… y a la deriva.

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