Hay un cierto sentimiento sobre esta undécima temporada de “Expediente X” como si fuera la última. Su regreso hace pocos años supuso incluso un interesante punto de inicio para saber cómo encajaría el pasado de la serie de culto dentro de ese nuevo contexto caótico y complicado en el que vivimos. Chris Carter decidió mantener sus credenciales pero, sin embargo, se sentía que todo ese despliegue final era una jugada para lanzar un cliffhanger imposible en tiempos de giros de guion imposibles en la pequeña pantalla. Aunque el comienzo de esta nueva entrega de “The X-Files” desestabilizó a propios y a extraños, Carter ha aunado episodio a episodio una clara justificación para el regreso de su creación y personajes. Fox Mulder y Dana Scully merecían también una despedida a la altura y cerrar algunos conflictos en torno a su pasado y relación. “Kitten”, sexto episodio de la undécima temporada de “Expediente X”, trata también de rendir homenaje a Walter Skinner aunque, por el contrario, tenga que sacrificar parte de esa calidad y madurez que atesoraban los últimos capítulos. La propuesta dirigida por Carol Banker, se cierne sobre el pasado en Vietnam de Skinner y las repercusiones presentes. La trama es sumamente simplista para allanar el punto de partida. Skinner ha desaparecido, está ausente sin permiso… sin una explicación o un aviso. El destino de Fox y Dana está ligado al de Walter y, por lo tanto, tienen que investigar la desaparición de ese jefe y compañero en el que han dejado de confiar. El episodio mira atrás en su pasado inmediato. ¿Tiene algo que ver con nuestros agentes protagonistas? ¿Con Willian? ¿Con los Servicios Purlieu? Repasémoslo.
¿Cuál es el monstruo que se presenta en esta semana? Algo que estamos viendo en esta entrega de “The X-Files” es que importa más el concepto de nostalgia en las historias que los efectistas puntos de giro. Tal vez la premisa del episodio no esté posteriormente bien desarrollada en la trama aunque, sin embargo, comprobaremos los fantasmas del pasado que acechan a Skinner y los orígenes de su personajes. Sus pecados en la guerra del Vietnam y la relación con uno de sus compañeros, interpretado por Haley Joel Osment, sirven para trazar una línea con ese presente en el que el mismo actor interpreta al hijo del compañero que se acabó convirtiendo en un monstruo. Skinner desea ayudar a Kitten y se topa con Davey James, que recuerda que los efectos secundarios de un gas experimental volvieron loco a su padre y, además, nadie quiso testificar a su favor en la corte militar que se celebró para juzgar sus crímenes. ¿Por qué no dijo nada Skinner sobre ese gas? ¿Cómo pudo hacer que su amigo acabara en prisión tras un cristal y su propio hijo no pudiera nunca tocarlo? A Skinner le obligaron sus superiores no hablar sobre ese gas y, ahora, una carta ha activado su propia búsqueda y los intentos de volver a encerrar a ese peligroso monstruo en el único lugar que puede contenerlo.
“Kitten” sigue en paralelo la investigación de Skinner como aquella propiciada por Mulder y Scully. La trama resulta más bien simplista, ya que Skinner encontrará al hijo de su antiguo compañero de Vietnam y éste se revelará como aquel asesino que estaba dando caza a todos aquellos que testificaron en contra de Kitten. Skinner acabará en una de sus trampas y la llegada de Fox y Dana solucionará las cosas con algunas inconvenientes de rigor para mantener la intriga con unas dosis mínimas de acción y suspense. Los monstruos están aquí… pero, sin embargo, la lectura del leitmotiv va dirigida hacia la conspiración y los planes del gobierno y sus sendas oscuras para manipular las mentes de esos ciudadanos que desconocen la auténtica realidad. Aquello que interesa del episodio es, por lo tanto, el desarrollo de Skinner y sus futuros intentos de redimirse ante aquel compañero que perdió en la Guerra de Vietnam. Tanto su pérdida de dientes como su monólogo final —o esas imágenes a modo de oscuro epílogo— sirven a “Kitten” para trasladarnos a ese imaginario respecto al monstruo del que se disfrazaba el hijo de Kitten para cometer sus asesinatos. Poco más para el recuerdo, salvo ese gas nervioso que el universo de “Expediente X” está ya inhalando.
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