Serie de TV
“The Good Doctor”
EEUU
2017
Sinopsis (Página Oficial):
“The Good Doctor” gira en torno a Shaun Murphy (Freddie Highmore), un joven cirujano residente que padece autismo y síndrome de Savant, conocido también como el ‘síndrome del sabio’, una enfermedad que le causa problemas a la hora de relacionarse con los demás, pero que a su vez le ha permitido desarrollar unas habilidades mentales prodigiosas, como es el caso de su extraordinaria memoria. A pesar de que Shaun ha tenido una infancia muy complicada, se ha convertido en un médico con mucho talento y ha sido reclutado por el doctor Aaron Glassman (Richard Schiffy) en la unidad de cirugía pediátrica del prestigioso San José St. Bonaventure Hospital. Sin embargo, no toda la junta del hospital se muestra conforme con la decisión de incorporar al equipo a un cirujano con autismo. Shaun no tarda en despejar las dudas y demostrar su valía, pero aunque puede haber encontrado su camino en la sala de operaciones, todavía hay muchos desafíos y prejuicios a los que debe hacer frente para cumplir su sueño de salvar vidas.
El subgénero hospitalario ha pasado por tantas variaciones en los últimos años que es complicado establecer ya ciertas credenciales de éxito. “The Good Doctor” ha sido uno de los grandes triunfos del otoño televisivo para el público —con unos excelentes ratings— pese a sus flojas críticas para los medios especializados. Para algunos no es que más que un correcto drama médico mal concebido y estructurado desde su montaje y para otros se trata de una digna sucesora de “House”. Resultaba interesante pensar en las posibilidades de la adaptación por parte de David Shore de la homónima serie surcoreana creada por Park Jae Bum pero, por el contrario, aquello que únicamente destaca es el personaje e interpretación de Freddie Highmore. El nuevo espectáculo de ABC basa sus encantos en un joven cirujano autismo con el síndrome de Savant. Tal combinación lo convierte en un brillante médico, con una capacidad espacial que permite a los escritores introducir un recital de gráficos como si fuera el protagonista de “Da Vinci's Demons”, pero simultáneamente en una persona incapaz de comunicarse socialmente o empatizar con sus pacientes. Shore es conocedor de que necesita un conflicto sobre el pasado de su héroe y decide recurrir al manual dramático de la pérdida en la figura del hermano que perdió en su infancia. El problema es que toda esa concepción no deja de remarcar ese halo de previsibilidad y de comedia involuntaria (y estúpida) alrededor de unos flashbacks que no apuntalan satisfactoriamente los problemas del personaje principal en el presente. La razón es que “The Good Doctor” parece tratar de manera bastante torpe e incluso insultante un tema como el autismo. Pasamos, en definitiva, del tacto y calidad de “The A Word” a una versión cutre hospitalaria de “Jack el simple” protagonizada por Sheldon Cooper.
David Shore triunfó gracias a “House” no sólo porque su protagonista tuviera una ‘tara’ sino que se trataba de una revisión contemporánea de Sherlock Holmes, en los que esos claros guiños al personaje de Arthur Conan Doyle recurrían a tratar los casos de los pacientes como misterios a resolver. En el caso de “The Good Doctor”, su creador da la impresión de estar más preocupado de las capas de ‘soap opera’ del entramado hospitalario que de las complicaciones de los casos a los que se enfrenta el cuerpo médico. Tampoco creo que ayude en absoluto centrarse en los problemas para socializar del Dr. Shaun Murphy y los esfuerzos de la Dra. Claire Browne de entender a su nuevo compañero. Entre las intrigas por el poder del San José St. Bonaventure Hospital y una serie de eventos que convierten en un filme creíble y real a la saga “Destino Final”, el espectáculo de ABC hace aguas por todos los lados a nivel argumental. Otra cuestión es que Freddie Highmore se suba la serie sobre sus hombros y convierta la ficción en una propuesta para su propio lucimiento. En realidad, la propia historia está tan fuera de lugar respecto a su personaje principal que cuesta que “The Good Doctor” puede producir un mínimo de credibilidad al otro lado de la pantalla. Más bien convierte a las actuales 14 temporadas de “Anatomía de Grey” en un reality médico. Ni siquiera dudo que esos dilemas que producen las situaciones de trabajo de los protagonistas —y sus implicaciones personales— puedan romper esas mecánicas forzadas y risibles. ¿Un insulto a la inteligencia? Yo lo definiría como una necesidad del gran público por entretenerse después de éxitos como “Scorpion”, “Scandal” o “MacGyver”: cuánto más irrisoria y menos creíble mucho mejor.
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