Existen dos planteamientos opuestos en el regreso de “Twin Peaks”. Por un lado, Mark Frost y David Lynch desean hacer un homenaje a la serie de culto de los 90 utilizando el mítico escenario para establecer la dicotomía entre lo natural y lo misterioso. De este modo, da la impresión de que toda la cotidianidad en las vidas de esas personas representativas —de esa ciudad ficticia de Washington— tiene un sentido premeditado. Estamos viendo pequeños insertos de cómo se van desarrollando sus existencias y, al mismo tiempo, se establece un halo conductor respecto al paso (y peso) de esos 25 años en los que nada sabíamos de los personajes. Está claro que parte de la idea de Frost y Lynch es instaurar un nuevo universo a través de otro viejo y conocido para la audiencia y en “Episodio 13 (Part 13)” parece que nos invitan a rellenar esos pequeños (o grandes) huecos que el tiempo y el espacio han establecido. En realidad, somos espectadores con una fecha de caducidad y posiblemente los creadores de “Twin Peaks - The Return” deseen instaurar ese sentimiento. Por otra parte, Frost y Lynch vuelven a incidir entre la lucha del bien y el mal personificada en las acciones de la Logia Negra y la Logia Blanca. Sabemos que BOB se ha quedado prácticamente solo en su lucha de seguir corrompiendo a la humanidad a través del inmortal (?) ‘Evil’ Cooper y, para hacerle frente, ha llegado Dougie Jones repartiendo amor y bondad a su alrededor. Poco a poco, Las Vegas es un lugar mejor gracias a él. Existe también todo una aureola surreal y que fusiona con los elementos fantásticos y, al mismo tiempo, hay un interés de contraponer toda la negatividad vivida en “Episodio 12 (Part 12)” al presente capítulo. Repasemos brevemente las sensaciones que nos ha dejado.
De nuevo, comenzamos con la estatua de Las Vegas ya icónica para marcarnos el camino. Puede que todo se resuma en la felicidad desbordad de los hermanos Mitchum bailando la conga con sus chicas y el propio Dougie Jones en la empresa de Seguros Lucky 7 ante la felicidad de Bushnell Mullins. Aquí vamos a tener regalos para todos y también una clara mención a que el dinero sí puede, a veces, dar felicidad dentro de un mundo oscuro. ¿O no es un claro ejemplo ese parque infantil repleto de luces para Sonny Jim Jones? Tal vez el mensaje sea que la felicidad también puede ser un toque de surreal, como ese ostentoso lazo que rodea el BMW descapotable por cortesía de los mafiosos locales. Con todo lo anterior, sabemos que Anthony Sinclair tenía que pasar a la acción pero será el propio Doguie aquel que ejerza tanto como deus ex machina como catalizador de la bondad en las personas que le rodean. No hay veneno en el café que valga si una tarta de cerezas salva el envite con la muerte. De este modo, la confesión de Sinclair ante su jefe (que ya conocía sus acciones fraudulentas) va a suponer una purga para todos aquellos corruptos hombres que están permitiendo la ciudad. Hablamos de Duncan Todd y también de los policías que tiene en plantilla. La moral y en sentido de la culpabilidad (y responsabilidad) finalmente están mandando allí. Para contraponer todo lo anterior, tendremos el lado salvaje de la maldad en las nuevas acciones de ‘Evil’ Cooper para dar con Ray y conseguir la información que necesitaba del mismo. Nuevamente, un toque surreal (como una gran pantalla) sirve a Lynch para exhibir una variación extraña y confusa de los bajos fondos de Western Montana. Allí Renzo tiene el poder a golpe de pulso (en el sentido literal) y aquello que iba a ser una diversión se convierte en una mezcla de violencia y comedia gracias al reto que acepta ‘Evil’ Cooper para hacerse con Ray. El villano no quiere ser el jefe de nuevos esbirros sino, simplemente, dejarnos también a nosotros nocaut con sus divertidas (?) acciones durante el pulso y ese golpe de efecto final que reventará (literalmente) la cara de Renzo. Desconocemos si aquí Frost y Lynch desean plantar una burla a la masculinidad impuesta en los dramas criminales e incluso la irrupción de un tipo, que parece ser aquel que lleva las cuentas de la banda, supone ese acercamiento cómico que rebaje la violencia y maldad expuesta. A soluciones surreales, medidas surreales. ‘Evil’ Cooper acabará con Ray al igual que hizo con su hermana y extraerá toda información que necesita. Philip Jeffries fue aquel que le ordenó matarlo e incluso organizó la fuga con el alcaide de la prisión. Jeffries, además, le dio a Ray el anillo de la cueva de la lechuza para colocárselo al morir y, de este modo, que fuera transportado a la Logia Negra. ¿Qué será aquello que quieren sus antagonistas de ‘Evil’ Cooper? Sea como fuera, las coordenadas y el lugar le serán dados al villano… ¿Veremos, entonces, un cameo de David Bowie similar al vivido con Don S. Davis? ¿Seguirá Richard Horne a su ‘papá’?
Seguramente no todos estén preparados para lo extraordinario y surreal, parece decirnos Frost y Lynch. La verdad descubierta acerca de Douglas Jones por los detectives de Las Vegas, por ejemplo, determina que lo increíble muchas veces no puede ser asimilado y acaba siendo un elemento condenado a perderse en el olvido. Desconozco hasta qué punto se establece también aquí una prueba para la audiencia respecto a esos breves incisos sobre ciertas tramas. En Twin Peaks, Becky alertará a su madre de que su pareja lleva dos días desaparecida… La tarta de cereza, las bolas de vainilla y la nata montada aporta las soluciones aunque éstas sigan siendo a cuentagotas y tan esquivas para nosotros. Algo similar vivimos con el viaje de Hutch y Chantal o todo el misticismo expuesto de la serie.
En Twin Peaks, lo surreal también inunda la cotidianidad de los personajes. Sarah Palmer, por ejemplo, sigue rodeada de colillas de cigarrillos y alcohol en su caída libre al vacío. Ese bucle nos es revelado, a modo de simbología, con un combate de boxeo que se repite. La vida de la madre de Laura es un círculo de perdición y está atrapada en el mismo sin posibilidad de escape. No obstante, Frost y Lynch han decido evolucionar algunas tramas de esos insertos previos como el encuentro de Nadine y el Dr. Lawrence Jacoby. Aquí se habla indirectamente de la soledad de las personas y cómo esas almas solitarias van encontrando su destino. En cierto modo, esa misma jugada es la están aplicando sobre los arcos argumentales que están dejando de ser independiente sino que se integran en otros. La nueva entrega de Audrey, por ejemplo, sigue siendo parte de ese descontrol en el que no sabemos si sigue en coma a atrapada en una realidad alternativa. “Episodio 13 (Part 13)” también desea avanzarnos detalles de la vida de los protagonistas y que nosotros seamos los encargados de rellenar esos huecos que nos ha marcado su ausencia. Ed Hurley y Norma, por ejemplo, no están juntos sino que el novio de ésta es el hombre que está llevando a nivel económico todo lo referente a la expansión de su franquicia. Todas las tramas dan la impresión de establecer una comunicación y reflexión por parte de los autores respecto a su propia serie. Podemos entender que ese mensaje sobre la calidad del producto es un dardo envenenado a los grandes estudios y cadenas a los que no les importa peores ingredientes con tal de exprimir mejores resultados. El amor no siempre rinde beneficios y el regreso de esta serie de culto es puro amor respecto al arte de contar historias en el formato televisivo. Nuevamente, nos encontramos ante un capítulo extraño en el que las tramas de Twin Peaks establecen ciertos autohomenajes internos como la actuación de James Hurley en The Roadhouse (The Bang Bang Bar). Tal vez la proposición sea que la historia están en una mirada y lágrimas de una espectadora respecto a la interpretación del viejo conocido por la audiencia. Todo, al fin y al cabo, son emociones… o soledad, como aquella determina el cierre del episodio a manos de Big Ed. El amor y el desamor juntos y contrapuestos a modo de conclusión y moraleja. ¿Condenados al olvido? Quizás no si nosotros estamos allí como espectadores.
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