Páginas Bastardas

miércoles, 2 de agosto de 2017

The Strain (4x03) One Shot: Zach tiene la culpa… de TODO


El tercer episodio de la cuarta y última temporada de “The Strain” nos deja claro que la culpa de todo… la tiene Zach. Al menos… él marcó el camino de la destrucción de la humanidad tal como la conocemos. Los hombres, en definitiva, son los malos de la historia… según los Strigoi y el Amo, claro. “One Shot” desea seguir desarrollando esa distopía en la que un invierno nuclear ha sumido al mundo en una extinción cercana aunque, por el contrario, las intenciones de esos vampiros era hacer descender al ser humano un peldaño en la cadena alimenticia. En realidad, Quinlan lo tiene claro: los humanos y sus armas de destrucción masiva han provocado su propia destrucción… Si no llega a ser por la era nuclear el Amo seguiría escondido en sus túneles y no habría desarrollado todo este plan ‘mierder’. Y digo ‘mierder’ porque si al final todo lo tenía que decidir Zach es que el Amo tuvo simplemente suerte de contar con el peor personaje de la historia de la televisión. No sé hasta qué punto nos interesan los rebeldes pese a que, en el otro bando, se encuentran las maquinaciones de Eldritch Palmer (El Maestro) y de su nazi favorito. Es obvio que en Nueva York, transformado en Mordor para la ocasión, se encuentra Zach y si él está cerca nada puede estar a salvo. El Amo desea controlar a esa futura vasija para sus gusanos —y chaleco salvavidas ante un ataque de Ephraim Goodweather (y sus ‘amigüitos’)— para desarrollar en él su maldad interior y su control se base en un dosis de su leche de Strigoi para provocar en el joven visiones. No sabemos hasta qué punto el juego del Amo es poner celoso a su amante (?) nazi ya que, desde que comenzó la serie, las mecánicas argumentales siempre han sido el odio sistemático a otros aliados The Master. Aquí tenemos dos frentes en la despedida de “The Strain” que no son otros que la capacidad humana para sobrevivir traicionando a los suyos si es necesario y, además, la adolescencia de Zach como gran arma de destrucción masiva. ¿Podrá salvarse alguien ante ese panorama? Bien, creemos que no… Al menos, alguien decente y carismático porque ya no existen de esos en esta distopía tróspida. Repasemos el episodio. 

Fet ha rehecho su vida con Charlotte y su amigo (?) y compañero de aventuras Quinlan. La base a la que dirigen todos sus pasos no aparece en los mapas y no saben si encontrarán allí la ojiva nuclear del deseo. Ellos piensan que El Occido Lummen habla del Rostro de Dios como esa luz de tan majestuosa brillantez que hará que la esencia del Amo sea destruida. ¿De verdad? Al fin y al cabo, The Master acabó con los Antiguos con un arma nuclear… Allí no van a ser bien recibidos por un tirador que pondrá a The Born en aprietos y demostrará que no es tan intocable como creíamos. Tras la tensión de rigor, se darán cuenta que el militar que se había atrincherado allí ha dejado de confiar a todos porque algunos seres humanos se aliaron con Strigoi. Si llega a conocer a Zach ese hombre se pega un tiro… El problema es que Quinlan es un hombre de palabra y mata al cacho perro cuando Fet parecía que había encontrado un nuevo ‘amigüito’. ¿DRAMA? Roman dará a nuestros protagonistas malas noticias y necesitan encontrar a los Strigoi que pasaron por allí para que la ojiva nuclear les sea de utilidad ya que se llevaron la ‘bola china’ de plutonio que hace que el arma sea funcional. Continuará…


En Filadelfia, Eph y Alex ponen en marcha su plan para dar veneno de rata (del ‘güeno’) a los Strigoi. Curiosamente es más sencillo para el médico especializado en epidemiología acabar con los vampiros una vez que han conquistado el mundo que antes ya que, irónicamente, la sangre de la que se alimentan permite atacarles con suma facilidad. Es cierto que los Strigoi han puesto altas medidas de seguridad pero “One Shot” revela que no hay nada que se le resista a la calva de Eph. ¿Incluida la propia Alex? Resulta un tanto ridículo pensar en esta tensión sexual que ahora aparece con dos padres que han perdido a sus hijos y que el protagonista de la historia haya hecho desfilar todas las bragas del reparto femenino delante de su pelona cabeza. Nadie lo entiende ya que este tipo nunca fue atractivo salvo cuando tenía una carismática rata muerta sobre su cocorota. Aunque su plan es un éxito, el Amo percibe el genocidio Strigoi e incluso el nazi de Eichhorst se alegra ya que, de este modo, ha dado con el paradero de esos terroristas que serán aplastados y destruidos. Eph, por su parte, descubre junto a Alex que los Strigoi están planeando algo… malo… y no es hacer a su hijo Presidente de los EEUU. 


En Nueva York, Zach se dedica a pasar el día alimentado a su serpiente con ratas mientras lidia con ese triángulo romántico más tróspido que se recuerde en tiempo. El Amo está claro que ha colocado Abby como limpiadora del adolescente pajillero (?) para controlarlo y, precisamente, utilizará a la ‘hija de fruta’ para que su ‘hijo’ se trague su dosis de leche. «Anda, trágate tu ración de leche… cacho perro». De rodillas y abriendo la boca como una perra obediente, “The Strain” debería recibir una justa denuncia del Defensor del Menor por un claro caso de corrupción. Veremos qué sale de ese juego de control en el que Zach necesita al Amo para seguir reteniendo en su vida a la ‘hija de fruta’ de Abby y The Master, al mismo tiempo, requiere de Abby para que su ‘hijo’ adolescente pajillero y futuro cerebro del mal siga a su lado. El Amo revelará al joven que animal humano es el más peligroso y quiere conducir ese odio e instinto de supervivencia, con el que masacró al tigre de La vida Pi, para que se una a su cruzada frente a esos seres humanos que estropean el mundo con sus mierdas como los palos de selfie y sus canciones del verano. La verdad es que tampoco hace falta convencer al pero personaje televisivo de todos los tiempos: Zach tiene la culpa de todo. Así de claro, así de simple. GRACIAS ZACH, GRACIAS.


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