Nuestra lucha es contra un sistema que no se preocupa por la gente pobre y la gente de color, y por la gente pobre de color. Nuestra lucha es contra aquellos que tienen nuestras peticiones en sus manos. Peticiones que deberían leer. Dejen de ver esa mierda que sale en Internet y vean nuestra lista de peticiones porque esas peticiones son justas y necesarias y demuestran nuestra intención de mantener esta manifestación pacífica y centrada en el cambio.
[SPOILERS NARANJAS Y NEGROS] Bienvenidos a la temporada más discutida y controvertida de “Orange Is the New Black” en la que la democracia va a ser puesta a prueba entre ‘novatadas’ y planteamientos morales. Si reconsideramos el universo de Jenji Kohan podemos sintetizar el espectáculo como los ecos de la realidad que nos rodea en ese cosmos multicultural y racial que representa el ecosistema de la Penitenciaría Federal de Litchfield. La verdad que siempre ha mostrado la serie de Netflix ha sido clara: todos podemos cometer errores, la única diferencia es que uno acaban entre rejas y otros al otro lado… Precisamente esos dos mundos van a confluir en los nuevos trece episodios debido a un cambio de roles por el motín que comenzó en “Toast Can't Never Be Bread Again” (4x13). Sobre ese impuesto nuevo rumbo las presas ahora van a convertirse en las carceleras de sus antiguos vigilantes y los planteamientos iniciales pasan por la esencia del tema de los créditos de Regina Spektor: todo va a ser caótico con una jaula de animales desatados. Olvídense de Piper Chapman como eje central del relato porque atrás quedaron los tiempos de homenaje a “Breaking Bad” para pasar a consecuencias más próximas a “Celda 211” con un ligero inconveniente: Piscatella no está dentro del correccional y va a pasar a un segundo plano ante las problemáticas políticas y corporativas que están en juego ahora sobre el tablero. La quinta temporada de OITNB continúa bajo esa revolución como única solución a la opresión e injusticia que vivieron las reclusas de la dramedia de Netflix hasta el clímax que vivimos en la anterior entrega. El problema que sugieren sus primeros nuevos episodios es simple y sencillo: ¿podrán encontrar cierta estabilidad ante la anarquía desatada dentro de los muros de Litchfield?
Sabíamos que «la prisión se estaba convirtiendo en un grotesco experimento social» y, nuevamente, la quinta temporada de “Orange Is the New Black” nos revela las consecuencias del asesinato de Poussey y que la opresión puede ser una peligrosa arma para doblegar y manipular a la sociedad. Pensemos en que Piscatella y Humphrey compendian lo peor del ser humano y que la psicopatía de uno y el odio irracional del otro son el perfecto sentido para la alegoría que se desarrolla. Sabíamos que esa máquina del tiempo se había ‘roto’ y habíamos quedado atrapados den ese pasado junto a Poussey hasta que los pedazos de ese descompuesto presente habían dejado un espacio para la reconstrucción. Tal vez todo ese caos inicial haya sido una de las causas que han desatado el mal recibimiento de una temporada que ha comenzado una reconversión con nuevas caras y la salida de otras. La cuestión es que tres días en un motín de Litchfield puede ser la crónica perfecta de una historia en tres actos que desglosen cómo reorganizar una sociedad que dará comienzo en el momento en el que Daya apriete el gatillo. Nadie es perfecto y ni mucho menos nuestras protagonistas, que tendrán que replantearse el objetivo y objeto de la revolución que han iniciado. Sobre tal punto, muchos seguidores de la propuesta de Netflix pueden sentirse defraudados con esos tres días de narración en el que no faltará tensión, revelaciones, amor y, por supuesto, sangre…
Dentro de los márgenes de ese mundo salvaje, todos los personajes implicados saben que los motines nunca acaban bien y la adrenalina da paso a la conciencia. Podemos sentir a Daya como esa progresión hacia la opresión por sus pecados y el lento inicio hacia la redención de todos sus actos. Todo va a estar fuera de control y, durante cerca de cinco episodios, Litchfield no alcanzará un equilibrio satisfactorio. “Orange Is the New Black”, no obstante, trata también de alcanzar cierta estabilidad escarbando en sus raíces cómicas y en ese eje que supone la relación de Alex y Piper. Cada personaje, al mismo, tiene que hallar su espacio y los escritores han pensado en potenciar a otros integrantes del ecosistema, dotando de protagonismo a esos secundarios que conformaban el contexto de toda coralidad. Esta vez la dramedia puede que haya decidido tomar nuevos riesgos y rumbos en esos intentos de una búsqueda de un sistema justo e igualitario que sirva de ejemplo ante las infamias cometidas previas. He aquí un intento de superación del sentimiento de venganza pero, contrariamente, los rehenes son necesarios para hallar una salida pacífica. El problema es que van a vivir en sus carnes todo tipo de ajusticiamientos de una turba que va a posicionar a las reclusas en bandos. Otras presas, no obstante, tratan de evitar el conflicto en uno de los rincones secretos de la prisión jamás antes vistos… Todavía son tiempos de luto y de tratar de dar un significado y sentido a la muerte de Poussey y veremos cómo Taystee se posiciona como líder de la revolución —en lo que negociaciones se refiere— mientras que aquel grupo que esté en poder la pistola tendrá el control de Litchfield. La fábula que nos propone la quinta temporada de OITNB pasa por ese cambio de escenario y permuta sobre viejas convicciones. La naturaleza del ser humano sigue ahí como exploración de los flashbacks y generación de contrastes entre disturbios de esa fiesta con un reverso aterrador. Entre “Riot FOMO” (5x01) y “Storm-y Weather” (5x13) vamos a tener todo tipo de permutaciones de dinámicas en el que la anarquía inicial va a constituirse como un nuevo orden en la penitenciaria. Los medios van a ser parte de esa crítica ácida respecto al poder de la información y cómo puede trastocarse todo cuando no se sabe demasiado bien establecer el foco de la noticia. ¿Lo es Judy King, las condiciones abusivas sobre las reclusas en Litchfield, la corporativización de las penitenciarías los presos como negocio o el asesinato (imprudente y fatal) de Poussey?
Lo fortuito, lo patético y lo divertido siempre ha sido clave en una serie que no ha dudado en acabar con algunos de sus protagonistas y ciertamente el cliffhanger con el que acaba la temporada no es absoluto novedoso en los márgenes de ese naranja que se hace negro. Antes de llegar allí toca divisar los ecos del motín de Attica en 1971. «Nuestra lucha es contra aquellos que tienen nuestras peticiones en sus manos», deja claro Taystee como parte de esa declaración de intenciones. Pero, ¿en manos de quién? ¿De los medios, de las reclusas, del gobernador, de la MCC…? La estrategia de los escritores en esta quinta temporada de OITNB ha sido arrojarnos al caos y la anarquía en los albores de un motín para que nuestras reclusas traten de establecer el reinicio de una nueva sociedad. El problema en este punto es que no les ha salido una versión contemporánea de “La comuna (Paris 1871)” de Peter Watkins, añadiendo nuevos focos de los mass media y las redes sociales, sino un ácida crítica social a medio gas. Ese aluvión de cambios permiten socorridos cambio de roles como el propiciado por Linda Ferguson e introducir todo tipo de referencias como “Ley y orden”. La idea, más que un cambio de trajes y ‘desnudez’ masculina implícita, es que comprobemos que en EEUU todo el mundo tiene derecho a un juicio justo… incluyendo, claro, a Litchfield… salvo que seas moreno, pobre, famoso o un cristiano blanco. La idea es que esas mujeres sean mejor que sus verdugos y que comprueben que dirigir una prisión y hacer las cosas mejor puede ser complicado con tantos intereses propios y peligrosas delincuentes. Ya vimos que fuera no todo ese de color de rosas y muchas reclusas han construido su propio hogar en la prisión. Es hora de dejarse de juegos infantiles y ver cómo el fuego se hace naranja; o el color de esos Cheetos con los que pretendían sobornar a las presas. Han existido demasiados engaños previos, demasiadas mentiras en sus vidas por hacer lo correcto y precisamente el amor de una madre (o dos) va a ser el detonante a esa instaurada sociedad con su mercado y propia reglas. Lamentablemente el paraíso no deja de ser un espejismo y, después del caos, llegó de nuevo la anarquía… Y es que con maleantes insportables y carismáticas de la talla de Leanne y Angie es imposible que algo pueda salir bien. Sobre todo si los baños se convierten en el arma del terror… En cierto modo, la temporada presenta el bien y el mal como condición y la réplica de una reunión de ancianas en un búnker alejadas del mundanal ruido. OITNB también representa la justicia poética en manos de los destinos de Piscatella y Humphrey entre dilemas morales y cambios de tono. Precisamente la quinta temporada invita en su desconcierto a adentrarse en nuevos esquemas y moldes, vistiéndose de un inteligente slasher con homenajes a “Psicosis”, “El resplandor” y “Viernes 13” como parte de su acercamiento al clímax final. ¿Todo caos vale?
Quizás aquello que plantea esta quinta entrega de “Orange is the New Black” es que ese búnker existencial, que ocupa un plano fundamental en diversos arcos argumentales en la recta final, puede ser una refugio tan sólido como condenado a ser descubierto. No esperen respuestas ya que, del mismo modo que Gerber, cada uno tiene que vivir con los actos que ha cometido y seguir su propia camino. Seguramente esos episodios conclusivos pierdan toda esa crítica social al volcarse en las negociaciones, los intentos de Gloria por ver a su hijo (liberando a los rehenes) y, sobre todo, la disputa por saber qué hacer con (el corazón de) Piscatella. Piper y Alex son conscientes de que han perdido protagonismo en pos de la coralidad impuesto pero la petición de matrimonio de Chapman no solamente es un concepto ‘fanservice’ sino una necesidad de una mujer que se ha desprendido de su egoísmo para compartir la dependencia en Vause. Al fin y al cabo, ambas mujeres son lo único que tienen (que perder) si ocurriera algo alguna de ellas. Quizás los problemas de un cierre climático sean que existen demasiados contratiempos arrítmicos. Demasiadas lágrimas y lloros por los bebés e hijos aunque, en cierto sentido, es coherente que Maria pisara la idea a Gloria por unos momentos con su retoño a cambio de destruir las aspiraciones de sus compañeras y dinamitar el órdago de Taystee en las negociaciones para dar justicia a su amiga asesinada. Ni siquiera la despedida de Brook Soso de la biblioteca-homenaje a Poussey está lo suficiente bien filmada para causar la emoción y épica ansiada. Los problemas no solamente son formales sino que el discurso queda diluido en pos de ofrecer nuevos argumentos en venideras temporadas sin que sepamos qué quieren contar exactamente escritores y productores. Es seguro que el corazón de Caputo sangre como la vagina de una mujer pero los guionistas y showrunners no han hallado la vía emocional correcta, salvo ciertas evoluciones como las de Lorna ‘la loca’ y la siempre fundamental Crazy Eyes, para conseguir aquello que deseaban encontrar al otro la de la pantalla. La cuestión aquí son las parejas y no hablo de ese compromiso dedicado a los fans de OITNB de Piper y Alex sino de los mejores o más destacados personajes de la temporada: Big Boo y Linda, Flaca y Maritza y, sobre todo, Angie y Leanne. Las primeras conforman uno de eso romances improbables que sintetiza a la perfección las bazas de una temporada repleta de roles cambiados y disfraces llamativos. Las segundas posicionan el concepto de crítica social respecto a los medios y la superficialidad de internet a golpe de selfie y postureo variado en tiempos de violentas revoluciones y caos desatado de fondo. Poco importa tener restos de balas de pimienta sobre tus ojos si una troupe de followers aguardan para darte apoyo. Y, por supuesto, Angie y Leanne son las grandes villanas de la temporada de un modo divertido y sardónicamente malvado. Al mismo tiempo, aquí surge un interesante planteamiento: ¿se puede hacer el bien desatando el mal? Seguramente el fin justifique los medios y ese incendio que ha destruido los expedientes de todas las reclusas de Litchfield nos deje en un mar de dudas respecto al futuro de las protagonistas. ¿Quedarán todas separadas y en máxima seguridad? ¿Qué ocurrirá con Linda? ¿Y qué será del destino de aquellas que se quedaron en el búnker-piscina esperando unidas al ‘heteropatriarcado’ asesino? Tal vez la esperanza sean las vidas de aquellas reclusas que huyeron en busca del amor (Pennsatucky) o se escabulleron lejos del caos como Chang. O descubrieron irónicas respuestas como Sophia Burset… Al fin y al cabo, c'est la vie. Al otro lado de la pantalla tampoco tendremos respuestas hasta 2018, entre tantos giros y curvas, aunque esperábamos más de esa montaña rusa en tres actos —y vueltas— que simplemente nos ha dejado descolocados después de un viaje que esperemos encuentre su autentico sentido y rumbo.
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