“Nuestra hermana pequeña”
Título original: “Umimachi Diary”
Director: Hirokazu Koreeda
Japón
2015
Sinopsis (Página Oficial):
Tres hermanas, Sachi, Yoshino y Chika, comparten casa en la ciudad de Kamakura. Al morir su padre, al que no han visto en 15 años, las tres viajan al campo para asistir al entierro y conocen a Suzu, su tímida hermanastra. No tardan en encariñarse con ella e la invitan a vivir en la ciudad. Así empieza una nueva vida de alegrías y descubrimientos para las cuatro.
La última película de Hirokazu Koreeda, adaptación del manga de Akimi Yoshida, admite varias lecturas aunque todas ellas dan la impresión de remitirnos al de una mutación del cine de realidad, que facilita plasmar una filosofía existencial sobre el ciclo de la vida. La expiración, por lo tanto, se encuentra fuertemente presente siendo la bisagra que ate tanto su proposición como su desenlace en dos despedidas y funerales con un aniversario de fallecimiento como punto equidistante. Esa concepción está marcada por los espacios naturales, como si los escenarios o elementos propios que marcan las estaciones definieran esa aroma y sensación del paso del tiempo que desea plasmar el cineasta. Veremos el verano y los destellos de unos fuegos artificiales reflejado en el mar, el otoño formando un telón de fondo, la esperada llegada del florecer de los cerezos… “Nuestra hermana pequeña” es una película que en todo momento lanza un manifiesto sobre la valía de esas pequeñas cosas que marcan el camino de todas las personas, siendo el carácter una materia definitoria que otorgue al cineasta una amalgama y crisol de personalidades queden vinculadas estrechamente a través de su propia sangre y herencia. Koreeda se ciñe a la transparencia y sutiliza de su discurso en ese ecosistema emocional que conforman sus personajes, oscilando la luz y la belleza.
Esas capas iniciales plagadas de esperanza, positivismo y buenas intenciones construyen una carcasa algodonada y refulgente. No obstante, se van filtrando problemas reales que revelan y acentúan los conflictos y reabren viejas heridas. Koreeda desea ir diseccionando a sus personajes utilizando un costumbrismo en las acciones de su ciclo vital, adentrándose en los matices gracias a una manifiesta concepción gastronómica de la cinta. Somos lo que comemos y cocinamos, parece decirnos el director “Still Walking (Caminando)”. Pero sobre esa estructura narrativa de la cinta, el director quiere acrecentar el estilo de los elementos de guion potenciando un discurso sobre el pasado, ese objeto que queda encadenado al drama familiar y herida latente en ese grupo de hermanas. Un padre adúltero y una madre, que las abandonó tras crisis desatada, son elementos que van amplificando el crecimiento de una catarsis colectiva. Tejiendo los recuerdos ―habitualmente a través de los alimentos― son unas viejas fotos aquel concepto que activa una cadena de sensaciones respecto a ese pasado que se va reconstruyendo y sobre el que todo pivota. La gastronomía (e incluso bebida) se convierte en una pieza clave del puzle para resolver los anhelos y carencias de unos personajes que quieren encontrar su lugar en el mundo, atrapadas en ese contexto que define a cada persona.
Las hermanas encuentran en Suzu el reflejo de su padre ausente, como su futuro inminente da la impresión de remitirnos a ese entendimiento y compresión de un tiempo esquivo y todavía latente. Todas ellas tuvieron que hacerse adultas prematuramente, dar un salto por encima de unos breves pasos y, evidentemente, cada una acabó en un lugar y espacio emocional distinto. Ese vacío ha de ser rellenado, ya sea con esos rezos por los ausentes o esos surcos que el pasado ha dibujado a modo de herencia, ejerciendo muchas veces como réplicas de sus conflictos anteriores. “Nuestra hermana pequeña” va estableciendo los roles familiares entre las hermanas por ese padre y madre perdidos sobre los que todavía habita un sentimiento de rencor. Se tratan de arenas movedizas en las que se mueven los personajes entre pequeños dramas, alegrías, tristeza, anécdotas, recuerdos, risas… versos de la poesía del vivir. Todas las hermanas se van a encontrar ante distintos puntos de giro pero todas ellas deciden abrazar esa infancia que les fue arrebatada, volviendo a esa vieja casa que conforma su nuevo hogar, como si la propia existencia de Suzu fuera el reflejo de aquel fragmento de la vida que no vivieron y que necesitan para poder seguir adelante. Ellas van a construir sus propios fuegos de artificio, su propio futuro. Puede que Koreeda caiga en la autocomplacencia al seguir atado a la vida de sus protagonistas, adentrándose en un metraje que tal vez no sea necesario para plasmar el discurso aunque sí ineludible para dar hondura a cada una de las historias que retrata. En cierto modo, la película es tan grande o mínima como quiera el propio espectador, como si aquello que ha sido proyectado en la pantalla fuera un fragmento temporal de la propia vida que otros viven y que a nosotros nos toca vivir.
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