Tras una crisis internacional provocada por el envío masivo de fotos del negro del ‘pollón’ en millones de conversaciones del Whatsapp, la humanidad estaba decidida a enfrentarse al reto de despedir el año. ¿Otra vez? ¿Es que no aprendemos? Un ocurrente (y recurrente) meme nos recordaba que desde la perspectiva de la estrella que se encuentra en el centro de nuestro sistema solar somos una ‘piedrecita perdida en la inmensidad’ que chilla al pasar por el mismo punto en su órbita. Nos exaltamos, nos tranquilizamos cerca de 365 días… para llegar al mismo lugar y volver a gritar… de nuevo. Centrémonos en nuestro propio ombligo y exploremos qué ocurrió en tan señalada y efusiva fecha para comprobar cómo la ‘realidad’ televisiva refleja aquello que simboliza la propia sociedad que la consume. Las cadenas habían, consecuentemente, movido ficha para retransmitir las campanadas y dar sentido a la Nochevieja de la manera más casposa posible para despedir un 2015 que podríamos definir como el año tróspido por ‘excremencia’ del presente siglo. Los responsables de los canales que aportan toneladas de basura a nuestro necesitado vertedero y agujero negro, denominado cocorota, emprendieron la tarea de lanzar el último despojo. Y, como cada Año Nuevo, la polémica estuvo servida… y esta vez la culpa no la tuvieron ‘los becarios’ de Canal Sur.
Podemos definir que estas campanadas fueron las del nudismo pese a que en La 1 Anne Igartiburu se embutió hasta las cejas en sus pieles siberianas, con ‘trapitos’ rojos ceñidos al refajo, mientras Ramón García se cubrió el músculo esternotiroideo con su habitual capa transilvana. La lectura de la retransmisión de la cadena pública es clara: nada puede salirse del guión y la puesta en escena ha de ser tan rigurosa como el propio organismo e institución que representa la preferencia de la mayoría de los ciudadanos. La mayor fan de John Cobra, lleva ya más de una década despidiendo el año y su experiencia, como la de «Ramón 2005, por el culo te la hinco», está tan constatada que el libreto de su retransmisión tuvo un regusto a rancio con alguna ligera… ¿broma?
Y si luego llegan Bertín Osborne y Arévalo para ratificar el ‘ranciofact’ que es España apaga y vámonos...
En realidad, aquello que interesó a (gran) parte de la audiencia fue la guerra de ‘desnudos’ que protagonizaron los presentadores del programa ‘Cámbiame’ frente a Cristina Pedroche y sus ‘transparencias’. Debido a la complejidad que habita en llevar puesto un acicalado repleto de botones y guirnaldas extraídos de Chernóbil para ir desnuda, cuentan que la presentadora tuvo que ser vestida antes con mucha antelación. Y es que tan peculiar modelo fue diseñado y embutido en el cuerpo del delito 400 días antes. De este modo, al parecer, desde Atresmedia tuvieron que inventar una máquina del tiempo para que la Pedroche pudiera ser desnudada satisfactoriamente y ‘vomitada’ a nuestra línea temporal posteriormente. Podríamos hablar de Alberto Chicote y Andrea Ropero en La Sexta, de Telemadrid con María Gracia y Goyo González o del drama de Canal Sur por evitar el drama… pero, seamos sinceros, ¡NO NOS INTERESA, QUEREMOS HABLAR DE LA PEDROCHE!
La división de la audiencia (y redes virtuales) no se hizo esperar ante ese ‘desnudo’ amparado en una simple premisa: «si os quejáis de una hostia os voy a dar un par más». Para algunos, la Pedroche tenía que haber ‘salido’ en pelota picada para potenciar el sentido de la nacionalidad nudista y desinhibida, cual metáfora de la cuenta corriente de la mayoría de ciudadanos de una nación de cerebro árido y desabrigado. Para otros, las críticas sobre la vallecana no eran envidia sino parte de ese ‘rancio fact’ surgido de las burlas de unas monjas de clausura ante la horrible y traumática visión de una película del destape. No obstante, la polémica (lo digo yo) estuvo en esa retransmisión que apenas nadie ha comentado: Pocoyó dando las campanadas en Clan.
Desconozco el número de víctimas de Pocoyó pero anunciaron algo que no se produjo y causó multitud de traumas perpetuos entre los más pequeños y, sobre todo, entre los mayores. El canal infantil de RTVE ‘vendió’ que por primera vez un personaje animado daría en directo las Campanadas e incluso se mencionó la Puerta del Sol de Madrid. Además, no le costaba nada poner el fondo de la señal de La 1 y añadir a Pocoyó y sus amigos. Nada de nada. Para empezar no hubo cuartos ni un aviso previo que diera la señal de alarma en los hogares, simplemente Pocoyó se puso a ‘deglutir’ las doce uvas. Normalmente una de las críticas recurrentes respecto a las retransmisiones de las campanadas es sobre los presentadores explicando el tinglado, sistema y, sobre todo, los cuartos antes de que el cipote del negro de Whatsapp comenzara a dar los doce porrazos en la campana. ¿Estamos tontos, o qué? No, no estamos tontos… somos borregos —o personas inteligentes bajo los efectos de una cena de 8.569 kilocalorías y cerca de un coma etílico—. Sin la explicación previa y todo ese telón de fondo que implica el propio ambiente y representación de las campanadas no nos enteramos de nada. Y Pocoyó no ayudó. Nada. Un desastre.
Por suerte, La 1 conectó con las campanadas de las Islas Canarias una hora después y pudimos cumplir con nuestra función dentro del sistema solar. La presentadora hablaba como un hombre y el presentador como una mujer… pero nadie hace preguntas en un archipiélago del océano Atlántico, simplemente se disfruta. Así que Feliz 2016… menos a Pocoyó, claro.
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