Páginas Bastardas

martes, 29 de diciembre de 2015

Show Me a Hero: «Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia».

Miniserie de TV
“Show Me a Hero”
EEUU
2015

Sinopsis (Página Oficial):

Años 80. Tras convertirse en el alcalde más joven de EE.UU., Nicholas Wasicsko se ve inmerso en una vorágine de racismo y división en la ciudad de Yonkers (Nueva York). Una situación límite que amenaza el futuro de la ciudad al tiempo que mina sus propias ambiciones. “Show Me a Hero” es la nueva serie de David Simon para HBO, creador de series de culto como The Wire y “Tremé” que escribe el guión junto a uno de sus más habituales colaboradores, William F. Zorzi. Está dirigida por el cineasta y guionista Paul Haggis, ganador de dos Oscar por “Crash” y protagonizada por Oscar Isaac, Catherine Keener, Winona Ryder en su primer gran papel para televisión, Alfred Molina, Jim Belushi y Jon Bernthal, entre otros. “Show Me a Hero” es la adaptación del libro homónimo de Lisa Belkin, basado en la historia real de Nicholas Wasicsko, quien se convirtió en alcalde de Yonkers con sólo 28 años durante la peor crisis económica y social que vivió la ciudad neoyorquina. Tras ganar las elecciones en 1987, Wasicsko se ve inmerso en una grave controversia racial cuando los tribunales federales ratifican una sentencia que ordena la construcción de doscientas viviendas sociales de la ciudad, incluyendo los territorios de población blanca, con el fin de resolver la intencionada segregación ilegal que se había impuesto. Una decisión que podría acabar con su carrera al dividir a la sociedad en una amarga batalla alimentada por el racismo, el miedo, el crimen y la política. Pese a estar contextualizada a finales de los años 80, “Show Me a Hero” aborda temas de rabiosa actualidad y explora los conceptos de sociedad, hogar, raza y comunidad a través de las vidas de políticos, burócratas, activistas y ciudadanos anónimos de la ciudad de Yonkers (estado de Nueva York).

Crítica Bastarda:

● Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia.

— ¿Esa frase es tuya?

● Ojalá. Lo dijo Fitzgerald.

Nick Wasicsko es nuestro héroe, nuestra tragedia escrita y proyectada frente a nosotros. La fábula en la que se ve envuelto nos remite al desencanto que habita y produce la política, a esa desesperanza que finalmente generan aquellos que retuercen la verdad para satisfacer sus intereses y ambiciones y, al mismo tiempo, dar sentido a esa rueda que no para girar, que se retroalimenta de unos y otros. Wasicsko hizo historia al convertirse en el alcalde más joven de una gran ciudad en EEUU pero prácticamente nada salió como esperaba, quedando atrapado en esos engranajes burocráticos que tan bien narra y representa la obra de David Simon. El libreto del creador de The Wire, William F. Zorzi y la propia Lisa Belkin —adaptando el libro homónimo que escribió sobre Wasicsko y el polémico caso de segregación vivido en Yonkers— humaniza a todos los niveles a nuestro héroe dentro de esa madeja que conforma el propio sistema que administra y gobierna a una ciudad. Le vemos establecer una perspectiva de futuro, seguimos sus ambiciones políticas y personales, le observamos lidiar con todo el entramado político e incluso le vemos vomitar, enamorarse, equivocarse. Pero, sobre todo, somos testigos de su confianza ciega en que ese sistema puede ofrecer soluciones a los ciudadanos, aunque muchas veces sus medios queden tan difusos como sus resultados. “Show Me a Hero”, a través de su protagonista, refleja el alma del pueblo norteamericano, de ese sueño que también se torna en una pesadilla debido al racismo y segregación subyacente en su propia historia. También nos habla sobre la perdición política e hipocresía de la clase media, condenada a dar vueltas sobre esa rueda que da sentido al propio mundo. La miniserie de HBO, por lo tanto, funciona como una especie de fábula, amparada en hechos reales, al mostrar la reticencia de las clases medias de Yonkers por aceptar y acatar una decisión judicial y delegar en sus políticos una misión inviable salvo para la propia autodestrucción. Esa gran turba va elevando su tono y cólera por aceptar cualquier cambio que pueda modificar esa impuesta separación racial y claramente ideológica. La gran dirección de Paul Haggis se centra habitualmente en esa sátira política que, poco a poco, se va tornando en una gran tragedia donde por supuesto no falta un héroe en claro peligro de extinción al ser víctima de las circunstancias. 


Hay un sentimiento de realidad en todas las producciones de David Simon que solamente pueden alcanzar unos pocos genios. No se trata de un estilo documentalista o una puesta en escena que emane naturalidad por los cuatro costados sino de ese sentido sobre el paso del tiempo que va afectando la evolución de todos los personajes. Simon, no obstante, ve cierta esperanza en ese mundo que está condenado a encontrarse con el otro, a quebrar esa membrana que los separa incluso en sus propios arcos argumentales en paralelo durante sus primeros episodios. Los protagonistas se van posicionando, ese mundo que gira va dejando problemas continuados en la lucha por vivir de unos héroes del día al día atrapados en cuestiones más trascendentes que la política: enfermedades, dramas personales y familiares, graves problemas ligados a un mundo que no suele ofrecer segundas oportunidades. Ese contraplano narrativo ofrece precisamente ese sentimiento de realidad, de trascurrir del tiempo y de que la propia existencia vital —y sobrevivir al duro cotidianidad— es lo único que importa a esas clases más bajas ajenas al otro para nada mundanal ruido que propicia la sociedad atrapada en una burocracia que ellos mismos condescienden. Aquí no hay sermones sino una lección de vida. La gente grita y pide cambios… cambios que se anuncian, que se venden, que también se alientas y braman… pero nada va a cambiar y esa gran rueda que es el mundo tiene que seguir girando. Dentro de esos márgenes de la moraleja de la propuesta existe la evolución de un personaje fundamental, aquel que está interpretado por Catherine Keener y que atraviesa esa cápsula para dar sentido a toda a una realidad que muchas veces ha quedado inaccesible por imposiciones personales. Simon va desplegando inteligentemente todas sus líneas narrativas, uniendo a todos los personajes mientras va dando sentido la quijotesca lucha de Nick Wasicsko, atrapado en la política y la burocracia en la que él firmemente cree, por alzarse respecto a esos gigantes que acabarán por destruirlo y amenazan con deshonrar la heroicidad de todo adalid: su obra.


No hay lugar a la sorpresa ni los engaños morales porque la tragedia alrededor de Wasicsko siempre queda presente desde el prólogo de la miniserie. Un cementerio es el lugar perfecto para establecer la metáfora y alegoría, respecto a la tumba de un progenitor, y también hallar el equilibrio entre el descanso y el sentido de toda lápida. “Show Me a Hero” es, por lo tanto, un laude a la figura de Wasicsko, una sepultura a todos los héroes que acaban desencantados por el propio sentido de la política y su burocracia. La moraleja pudiera ser desesperanzadora pero también abierta a cierta perspectiva de futuro. No se sabe quién gobierna a quién, si ese pueblo que elige a sus gobernantes buscando cambios o éstos al manipular sus proclamas y peticiones para, finalmente, acatar otro poder mayor que pende sobre todos ellos. La tensión la genera el temor al cambio y una minoría puede desestabilizar al propio conjunto, como si el ruido marcara el resentimiento, como si el miedo fuera el perfecto motor para domesticar y conducir a ese rebaño que conforma la sociedad. Todo aquello que presenciamos en la miniserie de HBO da la impresión de ser extrapolable y su concepción, en clave de recreación de unos sucesos ocurridos en Yonkers en los años años 80, aporta esa noción de gran círculo y ciclo; de ser piedra sobre la que siempre estamos condenados a tropezar. Pero más allá de un drama social, “Show Me a Hero” quiere empaparse de realidad, aportando numerosos puntos de vista en ese amasijo de personajes que van desmigajando una gran historia acotada por cada intérprete. Y es que toda esa caída de piezas argumentales de dominó nos va conduciendo a la gran tragedia no sólo del pueblo norteamericano sino del pueblo occidental, como una gran fábula respecto al egoísmo e hipocresía de la sociedad e incluso el autovictimismo de los más necesitados o esas minorías que tratan de lidiar con sus propios melodramas alejándose de las decisiones que toman otros en su nombre. La audiencia pudiera establecer un ejercicio respecto al discurso de Simon, entablar un diálogo sobre la justicia o aquello que puede suponer un trato tan equitativo como hipócrita por parte de una burguesía únicamente dispuesta a compartir —y encima con recelo— algunas migajas con los más desfavorecidos. Al final y al cabo, el hombre acaba siendo un lobo para el hombre, un ser inhumano que proclama falsamente su humanidad. Y, en este punto, podemos establecer que Nick Wasicsko es el antihéroe que tiene todo héroe, la tragedia de toda esperanza y el precio que tiene tratar de escapar de esa rueda llamada política que todo (y a todos) devora.

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