La octava temporada de “The Big Bang Theory” será recordada en los libros de historia (de la comedia televisiva) como la peor emitida hasta la fecha. Puede, inclusive, que ponga en peligro su hegemonía en los Emmys después del ninguneo en los Globos de Oro… Incluso para la cuota fija de Jim Parsons. La sitcom de CBS, no obstante, sigue siendo un éxito de masas y uno de los shows más vistos tanto en EEUU como en todo el mundo. Su popularidad y su legión de tali-nazi-fans bien puede ser la perfecta armadura para acallar cualquier crítica. Ya lo dice Taylor Swift: los haters van a odiar, odiar, odiar, odiar. El problema no es el odio sino aquello que genera el mismo. ¿Es que un fan tiene que ser un dummie que dé todo por ‘excelente’ y no se atreva a cuestionar una bajada de calidad o discrepe de las posibilidades del objeto de su fanatismo? En realidad, la propia palabra ‘fanático’ explica todo su concepto. Bien, yo no soy un fan del universo ‘Big Bang’, simplemente un seriéfilo que opina libremente y respeta las opiniones (que no imposiciones) de los demás. Siempre y cuando no vomiten en la guantera de mi coche, claro. El decimotercer episodio de la octava temporada de “The Big Bang Theory”, “The Anxiety Optimization”, apuntaba a ser una nueva catástrofe cómica pero, por el contrario, el ‘13’ ha traído buena suerte a Sheldon Cooper y los suyos. Nos encontramos ante un capítulo divertido y funcional aunque temo que sea un oasis en ese desierto humorístico y creativo en el que está sumido la serie de Chuck Lorre y Bill Prady.
Sheldon quiere notoriedad y pudiéramos imaginarnos a su personaje recogiendo un Premio Nobel como colofón final de la propia serie. Debería recordar que su ‘amigo’ Stephen Hawking no ha recibido tal distinción… La cuestión es que el Dr. Cooper quiere idear una teoría sobre la materia oscura pero no va a ningún lado. Ni siquiera aislándose completamente frente a una pizarra a esas críticas y burlas del mundo que le rodea. La pizarra sigue blanca y la desesperación es inminente. Sabemos que la cuestión no es el entorno propicio ni el contexto sino el propio Sheldon. La gracia es que él todavía no lo sabe y va a arrastrar a todos los seres que le rodean a sus excéntricas aventuras de histeria y ansiedad. ¿La culpa de todo? Knock Knock Knock… Penny? Knock Knock Knock… Penny? Knock Knock Knock… Penny?... Sheldon verá que la rubia-levanta-compañeros-de-piso odia hacer ejercicio y mantener ese cuerpo serrano —que provoca tantas subidas y bajadas de pieles en todo el globo terráqueo—. Por el contrario, provoca que ella misma se esfuerce más. Sheldon apunta el consejo y busca la ansiedad como nuevo elemento volátil y atmosférico para avanzar en su trabajo. Siendo la rata de laboratorio de su novia e implicando en lo mismo a sus ‘amigos’, el Dr. Cooper verá recompensado su esfuerzo… aunque implique un estado de locura y caída libre de su salud física y mental. ¿Habemus drama o risas con efectos de Darth Vader, Joker y Godzilla?
Por otro lado, Wolowitz utilizará la dicotomía romántica de Raj para formular un divertido juego de frases. ¿A quién se refiere el indio cuando dice cosas como «¡Mira, nos compré suéteres iguales!»? Esa era fácil pero en toda esa trama quedan reflejados tanto los méritos de la reconversión del personaje como sus defectos. Raj comenzó con un bromance con Howard y un trauma que le impedía hablar con mujeres salvo que bebiera alcohol. Superadas ambas cuestiones, ha sido Emily aquella que ha cimentado a un nuevo Raj. ¿El problema? El sigue amando igualmente a Canela. ¿El otro problema? ¿Quién es Emily? Da la impresión de que Laura Spencer se encuentra tremendamente desaprovechada y desconocemos si los guionistas querían a Kate Micucci como la novia oficial de Raj. Queda claro que la chica no entra todavía en la mecánica del show y del grupo, que debe ser una secta para aceptar nuevos miembros. Salvo la guerra de gatas con Penny y sus conexiones con la sociopatía, poco o nada está revelando un personaje un tanto prescindible. Al menos, el juego de ‘¿Emily o Canela’? la ha sacado del sarcófago para lanzar un sketch final a golpe de pelos en la boca. Raj vive actualmente una doble relación con su novia y su perra. ¿Acabará en trío? Y así llegamos a la discusión de Sheldon y Amy que acaba con el Dr. Cooper expulsado del hogar de su novia y confirmando a los espectadores que su estado mental de salud es el mismo que Carlota de Bélgica. Con los padres del bebé-maligno-gigante (Penny y Leonard) tomando cartas (que no almohadas) en el asunto, Sheldon encuentra el descanso y, por fin, la reflexión idónea: puede trabajar en su teoría sin gorro sudoroso ni ansiedad. Ya lo sabíamos. Todos los sabíamos… menos el Dr. Cooper… como siempre. “The Anxiety Optimization” es uno de los capítulos más acertados y pulidos de la presente y lamentable temporada de “Big Bang”. Incluso se atreve a incluir efectos especiales que echábamos de menos. ¿El problema? Sheldon Cooper adora a Taylor Swift… Los haters van a odiar, odiar, odiar, odiar.
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