Director: Carlos Vermut
España
2014
Sinopsis (Página Oficial):
Alicia está enferma y sueña con el vestido de la serie japonesa ‘Magical Girl Yukiko’. Luis, su padre, hará todo lo que esté en su mano para conseguirlo. Su destino se cruza con el de Bárbara, una atractiva joven con desórdenes mentales, y con el de Damián, un profesor retirado de todo menos de su tormentoso pasado. Luis, Bárbara y Damián quedarán atrapados en una red de oscuros chantajes, en la que instintos y razón se debatirán en una trágica lucha.
Hay historias que sólo corresponden a un momento y un lugar de cada cultura pero si la esencia es universal pueden sobrevivir al paso del tiempo y a cualquier lugar. Este costumbrismo se recrea en la cotidianidad. En el cine de género casi nunca hay costumbrismo y cuando lo hay, como no es habitual, la película se convierte en algo especial. Quiero confiar en el espectador. Creo que el espectador es un ser inteligente, emotivo, que va a completar esos huecos que yo he dejado de una manera mucho más terrorífica de lo que yo podría hacer nunca como director.
Carlos Vemut
En “Magical Girl” la última pieza del puzle es la propia percepción del espectador, ese elemento volátil sumido a la conveniente imaginación, a esa oscuridad que cada uno aporta a su propia fantasía o temor. Para Carlos Vermut “Diamond Flash” supuso un punto de partida, un segmento de un rompecabezas que quiere terminar de armar en esta nueva y posiblemente definitiva cinta al servicio (y retrato) de la cinematografía patria. No hay que engañarse. No estamos ante una nueva “Arrebato” e incluso su éxito en el Festival de San Sebastián —y tour de premios que se avecinan— alejan al film completamente del culto y etiqueta de cinta maldita. Da la impresión, además, de que Vermut es consciente del juego y discurso del propio espectro cinematográfico nacional, sumergiéndose en los convenientes diálogos de la película a disposición de esa patena ‘progre’ de todo votante en los Goya. En realidad, en “Magical Girl” se encuentran todas las carencias y necesidades de ese cine español de alegatos sociales, de reclamos sobre la educación metidos bajo líneas, de discursos sobre la economía y el desempleo, sobre esos sanguinarios, sádicos y sociópatas que reinan en la clase alta, sobre esa chispa que conecte con ese espectro social que aplaude la habitual y moralista forma. Pero, en cierta medida, Vermut traza al respecto un contrapunto de comedia negra, de chiste adecuado a la propia historia que está contando para ironizar la Constitución Española y la representación castiza desde una perspectiva plana, sin caricaturizar ni sugerir ningún tipo de hipérbole, atando los guiños de la narración y todo el simbolismo cotidiano y nacional a los propios conflictos y emociones de sus personajes. Adentrándose en la iconografía manga, como elemento de contraste, florece un reflejo, brillo y ruptura con la suciedad tanto moral y atmosférica que rodea a los personajes. Porque el deseo más desesperado e inocente puede convertirse en una premisa y cadena de pesadillas.
El humor (y la psicología) de la propuesta lo marca ese ‘chiste’ sobre un bebé con el que Bárbara (Bárbara Lennie) revela a la audiencia ese juego descarnado un tanto macabro y empapado de humor muy negro y sádico. Se trata de un personaje enigmático, que bascula entre la víctima y el verdugo, cuyas heridas abiertas señalizan tanto la ausencia de dolor como la oscuridad de su propia alma. En sus diálogos se revela parte del discurso y espejo que propone “Magical Girl”, donde el único consuelo de la sociedad es ver que en este mundo viven otros seres más desgraciados. La televisión nos hizo comprobar que existen realidades cotidianas plenamente lynchanas, como esas señoras y vecinas de Valencia divisadas en ‘Callejeros’. Precisamente Carlos Vermut utiliza ese material castizo (e incluso kitsch y tróspido) para retratar una realidad mucho más oscura y siniestra —el caso de Isabel y Vicenta acabó en los tribunales con los medios haciéndose eco al respecto— bajo un contrapunto humorístico respecto a la tragedia al servicio de los espectadores. La idea es enfocar esa realidad de un portal que pudiera ocurrir en cualquier otro. El género, por lo tanto, se adapta a ese mundo tangible y corpóreo que es el nuestro. El ‘noir’ no es exclusivo sino universal, convirtiéndose en una necesidad como la ética de esos personajes, siendo el espectador aquel que decide interpretar si se encuentra ante un drama moral o una comedia negra de terror representativa de la caspa nacional. En “Magical Girl” la encarnación del mal se encuentra en el reverso de lo corriente, ya que realmente podemos convertirnos en monstruos bajo ciertas condiciones impuestas. Todos, en definitiva y resumen, podemos acabar convertidos en una vecina loca de Valencia.
El sentido de la trama es la coacción, ese intercambio de algo normalmente intangible para conseguir una exigencia física. Ciertamente no hay nada allí, simplemente el juego de poder. “Magical Girl”, por lo tanto, se articula sobre una cadena de chantajes desde un cruce de caminos entre el deseo y el amor. Algo tan simple como una obsesión, provoca que el puzle narrativo tenga que ser rellenado por el espectador, que ese mundo, demonio y carne supongan un matiz y guía para quedar atrapados junto a esos protagonistas dentro de una oscura espiral de perdición alrededor de un vestido icónico. El destino es, en cierta medida, todo el motor de un gran autodestructivo absurdo, como si los seres más desgraciados de una ciudad estuvieran condenados a encontrarse y a tratar de entenderse, a ser parte de ese rompecabezas al servicio de lo cotidiano y simbólico, de lo fantástico y lo metafísico. Carlos Vermut decidió utilizar como soporte creativo su primer largometraje, escenificando una versión 2.0 “Diamond Flash” donde los errores y defectos se hagan invisibles y sus muchos méritos intensifiquen la propuesta, donde el conjunto sea capaz de replegarse y sintetizarse en una simple canción. Manolo Caracol marca ese leitmotiv y sintonía de un fuego interior que consume a los personajes femeninos, de esa mujer que llora y padece, que actúa como el título de otra de las aportaciones de la banda sonora (‘The Desperate Things You Made Me Do’ de The Magnetic Fields), que espera una salvación carente de respuesta. Porque no hay mayor misterio y desasosiego como aquel que consiste en descubrir que se esconde detrás de la puerta del lagarto. Simplemente en esa oscuridad habita el dolor y perdición pero no hay ciertamente nada… salvo nuestra propia imaginación como última pieza de ese sobresaliente puzle que forma “Magical Girl”.
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