El estreno de la segunda temporada de “Hannibal” ha tenido unos datos de audiencia esperpénticos aunque superiores a los de su despedida. Parece darle lo mismo a NBC porque una de las grandes incógnitas seriéfilas (o no) fue la renovación de la serie cuando el universo eterno vaticinaba una cancelación asegurada. «¿Lo ves?» se repite en la conciencia del crítico norteamericano que vapuleó la primera entrega y ahora cae rendido ante ese banquete sensorial que propone una serie inédita y sin competencia por desligarse completamente de “Bates Motel” y “The Following”. Los errores quieren corregirse y el procedimental ha acabado engullido por el estomago del Dr. Hannibal Lecter siguiendo el cosmos narrativo de Thomas Harris. Esta segunda temporada presumiblemente nos va a dejar a merced de “El dragón rojo” con la duda y la propia vida de la ficción suspendida de un afilado hilo y presentándonos a Mason Verger interpretado por Michael Pitt. ¿Tiene miedo NBC de cancelar la serie y que acabe en Netflix, Amazon o una cadena de cable con una audiencia fiel y fija? ¿O tal vez desea tener una serie de calidad ya de consolidado fervor crítico dentro de una parrilla dramática condenada al populismo intrascendente? Sea como fuera, realmente estamos ante una serie de cable (y de la mejor calidad posible) dentro de un canal generalista y con “Kaiseki” (2x01) se confirma que “Hannibal” es uno de los dramas suculentos de la televisión norteamericana. Es momento de hincarle el diente.
Las visiones de Graham con las que comenzó la serie van a generar un nuevo arranque para esta nueva entrega. “Hannibal” no puede engañar a su espectador sobre el destino de su personaje principal pero sí extender un recorrido repleto de tensión y, de esta manera, una brutal pelea entre Hannibal Lecter y Jack Crawford en la cocina del mítico asesino en serie nos va a servir un aperitivo que en realidad es el postre. A pesar de que Jack consigue reducir a Hannibal, éste clava un trozo de vidrio en el cuello del agente especial haciendo que tenga que refugiarse en la bodega mientras el animal ensangrentado y enrabietado trata de acceder a su interior. Es momento de volver al pasado, a doce semanas antes con Will Graham encerrado en un manicomio criminal acusado de los crímenes de Lecter mediante esa transferencia y pérdida de recuerdos. Sabemos, como espectadores y lectores que Hannibal será cazado pero, de momento, su plan sigue su curso provocando que las cenas que prepara a Jack sean menos sangrientas que la inaugural secuencia. Es el instante de presentarnos el kaiseki, el juicio pendiente contra Will y esa transmisión provocando que Lecter sea el nuevo colaborador del FBI.
Vamos a tener una novedad que demuestra que “Hannibal” quiere ser más madura manteniendo los aciertos visuales y sonoros dentro de esa turbadora puesta en escena onírica y pesadillesca. No es otra que el asesino en serie no va a ser episódico, hasta nueva orden, sino más inquietante y peligroso. También tenemos otra capa narrativa con la investigación interna que dirige Katie Prunell (estigmatizada como Miranda de “Sexo en Nueva York”) y que puede poner fin a la carrera de Jack gracias a un informe de Alana Bloom y, por supuesto, los careos con los reyes de la función. Mientras el Dr. Lecter visita a su psiquiatra en esas conversaciones de códigos, intercambios versados y, por supuesto, amenazadas veladas, es hora de que conozcamos los cuerpos del delito que nos presentarán al psicópata de gran escala de la segunda entrega de “Hannibal”. El asesino recubre con resina a sus víctimas drogadas y descubrirán unos ‘descartes’ en el río que eran imperfectos. Evidentemente el villano necesita recambios y veremos el secuestro de un joven llamado Roland Umber atrayéndole fuera de su apartamento con la alarma de su coche… El cambio de roles se ha permutado y en el laboratorio del FBI los especialistas forenses trabajan por hallar pistas que les dirijan al peculiar psicópata que crea modelos vivos. El equipo ¿de momento? queda únicamente focalizado en la figura de Beverly Katz. ¿Cómo elige el asesino a sus víctimas? Will dará la respuesta a Beverly en una visita que va a acercar a ambos personajes. El asesino está formando una paleta de colores… que veremos al cierre del capítulo siguiendo su enfermizo y aterrador procedimiento.
Si bien el Dr. Lecter borró sus huellas para incriminar a Will y el FBI no tiene nada sobre él, existe esa obsesión que bien indica Bedelia Du Maurier y que presumiblemente le costará la libertad al asesino en serie. Lecter lo llama amistad y realmente Will complementaba parte de su vacío interior y aminoraba el monstruo que albergaba; era su alma gemela. Will quiere recuperar sus recuerdos y Alana le ayuda para que veamos una de esas visiones referenciales donde Hannibal es una figura diabólica presidiendo un festín… un festín donde Will es el invitado y el plato principal la oreja de Abigail Hobbs, que vomitó en el fregadero. Comprobaremos que finalmente Will mediante su propia cena hallará el camino a sus recuerdos reales y tendrá la primera evidencia de que Hannibal le introdujo por un tubo traqueal por su garganta la oreja. Nadie le va a creer porque los recuerdos de un presunto asesino en serie vienen precedidos de una encefalitis y estados febriles que alteraban su percepción y memoria. La tranquilidad de Will pescando se ve nuevamente rota con la visita de Jack. Will está solo, únicamente le ‘cree’ Alana porque la voluntad de hallar la verdad de los asesinatos que cometió es parte del signo de su inocencia. Un psicópata no estaría aterrorizado de hallar la verdad y Will sí lo está… Will le grita a Jack mientras se dirige a la salida que un día se darán cuenta de quién es Hannibal Lecter. Nosotros te creemos Will pero déjanos, de momento, comer esta delicatessen hecha serie.
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