“En la casa”
Título
original: “Dans la maison”
Director: François
Ozon
Francia
2012
Sinopsis (Página Oficial):
Un chico de
dieciséis años se cuela en la casa de uno de sus compañeros de instituto en un
intento de inspirarse para sus deberes de francés.
Su profesor,
impresionado por el talento de este sorprendente alumno, recobra las ganas de
enseñar, pero la intrusión desencadena una serie de acontecimientos
incontrolables.
François Ozon hace que el espectador se convierta en el chico
de la última fila y vea proyectada las otras historias en otra gran ventana
llamada pantalla de cine. Ciertamente hay un plano que
define la esencia de la obra en la distinguimos la casa (y privacidad) del narrador;
la realidad es evidente y la fuga de la misma un recurso para entender la vía
de escape. He aquí el juego definido entre el autor y el lector, entre el punto
de vista y el objeto de la obra. He
aquí la posesión del poder del narrador y la ávida pasión por ser los ojos del
mundo de los otros. La referencia a “Teorema” de Pier
Paolo Pasolini no es casualidad ni los diferentes focos perspectivos que
iluminan la función: la crítica a la burguesía, el arte moderno, la enseñanza,
la transgresión de las reglas cívicas y morales para el lucro personal…
“En la casa” funciona
a distintos niveles estructurales aunque la satisfacción es ejercer de ese ‘chico de la última fila’ y percibir las historias
que asoman en cada ventana.
El mayor arrebato y
gracia del filme de Ozon es que Germain Germain y Claude Garcia
podrían desaparecer en cualquier momento, pudiendo ser cada uno el álter ego
del otro. Mientras avanzan los relatos cortos, “En la casa” nos habla del aprendizaje y la docencia pero también
los peligros de traspasar esa línea invisible entre la pizarra y los pupitres,
entre el autor y el lector. Cuando el lector trata de adoctrinar al autor puede
verse atrapado en la misma narración y que ésta se apodere de su
propia vida. Se trata del duelo que habita en toda obra entre el
autor y el lector, donde la intimidación psíquica la establece la derivación
narrativa y la posibilidad de manipulación a tiempo real como reflexión entre cada página y capítulo. Que un profesor
entusiasta de las letras y escritor frustrado pueda guiar a una aguja en un
pajar lleno de bárbaros establece la dialéctica entre ese par de manipuladores,
donde se confunde el punto de vista y la percepción de la realidad ante la
posibilidad que establece el título de la obra/película: introducirse en la casa de una
familia burguesa para que también el narrador, igualando al visitante que
interpretó Terence Stamp, manipule y
seduzca a su antojo a esa imposibilidad y anhelo existencial del propio autor.
Nos repiten que Germain no tiene
hijos pero Claude se transforma en su extensión genética-literaria, en un
descubrimiento del aprendizaje entre el mentor y el pupilo. La enseñanza debe
ser por ambas partes y la alegoría es tan ostensible como aguda e inteligente.
Que los estereotipos abunden en esa
lucha vital e imaginaria de vidas paralelas, posibilidades e impregnaciones
personales en toda ficción, no hace más que engrandecer el sentido de la obra que
propone Ozon. La vida ejerce como
fantasía y necesidad de romper mentalmente las puertas y proyectarse en nuevas
historias, el alejamiento de la gris realidad queda reiterado en tantas
ocasiones como problemas desprenden los personajes de ficción. La obra de teatro Juan Mayorga parece decirnos que nadie
está exento del drama de esa farsa que llamamos vida y que somos manipulables
por un destino mayor: no sabemos si realmente somos los narradores de nuestra
propia historia. Los sueños perdidos y la reactivación de viejas frustraciones
junto a los peligros de cambiar el rumbo del destino impuesto, envolverán la
mirada de la realidad desde la condición del gran ojo y espectro del voyeur. El
chico de la última fila es aquel que tiene la capacidad de observar al resto
desde la lejanía, al igual que el profesor tiene el otro envidiable ángulo
desde el primer avance de la pizarra. El maestro y el discípulo, el padre y el
hijo, el aprendizaje de mirar y asomarse a la posibilidad de narrar la vida de
otros en ese viaje social, sarcástico y bohemio de todo destino sin fin
conocido más allá de ese punto y aparte llamado página final. Y “En la casa” nos coloca allí, en esa posición
conclusiva y privilegiada donde observar y, por supuesto, imaginar.
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