EEUU
Director: Jonathan Levine
2013
Título original: “Warm Bodies”
Sinopsis (Página
Oficial):
“Memorias de un zombie adolescente
(Warm bodies)” cuenta la
historia de R, un muerto viviente existencialmente atormentado que mantiene una
curiosa relación de amistad con la novia de una de sus víctimas. Ello provoca
una transformación no sólo en él mismo, sino también en sus compañeros zombis.
¿Después de La Saga Crepúsculo nos hemos convertido
en zombis ansiosos de devorar cerebros porque Bella Swan y Edward Cullen nos lo
robaron antes de zamparlo, estrujarlo y escupirlo a nuestra cara? “Memorias de un zombie adolescente”
llega en un momento complicado: la moda zombie es actualmente tan
sobreexplotada como recurrente y los romances de criaturas ‘de la noche’ o tampones
con patas, como en el caso de los vampiros Loreal originados por las novelas de
Stephenie Meyer, son tan trillados
como odiados por gran parte del público. El filme de Jonathan Levine corre el riesgo de ser confundida y relegada como
sombra de la era post-crepusculiana(por-culera) y confinada en un lugar aparate
como una apestada… una película contagiada de imperdonables errores pasados…
¿Podremos darle una segunda oportunidad a la película de Levine pasado el tiempo? Por si fuera poco, Teresa Palmer parece una versión rubia de Kristen Stewart y Nicholas
Hoult da cierta impresión de querer ser el nuevo Robert Pattinson. Los parecidos y las coincidencias argumentales
focalizadas en su romanticismo sobre seres diferentes enfrentados provoca que
nos agarremos fuertemente nuestro cráneo: ¡no queremos que nos vuelvan a robar
nuestro cerebro!
Aquí también
tenemos novela como germen —‘R y Julie,
Una historia de amor entre un zombi y una humana’— pero Isaac Marion intentó demostrar cierta
inteligencia al reformular a Romeo y Julieta en un mundo post apocalíptico
donde únicamente el amor, la compasión y la ternura pueden salvarlo. Mezclar
sangre y azúcar puede inducir al coma o a la muerte cerebral, aunque “Memorias de un zombie adolescente”
intenta consolidarse en el flujo sanguíneo del propio público (mayoritario, eso
sí). La bella es la comida de la bestia y también su juguete ¿sexual?, pero interesan ciertas licencias al
universo zombi: los muertos vivientes devoran cerebros porque así reviven los
recuerdos de su víctima sintiéndose de nuevo humanos… Los cuerpos fríos deben
pasar al calor de la multitud provocando que también nuestros corazones carentes de vida —ante la muerte cerebral del cine mainstream— vuelvan a latir… Jonathan Levine, al menos, trata que su
película sea el primer latido. Un primer latido distante, manipulado y, por
supuesto, multi-cocinado para intentar agradar al mayor número de paladares
posibles…
Podría
haber sido una gran obra burtoniana en los 90 como un bello y gótico cuento
sobre la muerte en vida y el amor como cura existencial para la humanidad. Una
libérrima fábula que aquí es esbozada y nunca finalizada en un cuerpo perfecto.
Obviamente los zombies tienen tanta, pero que tanta… hambre… que se comieron
los reveros inteligentes del guión. Y los espectadores también estamos hambrientos
y ansiosos del plato definitivo que defina la comedia de terror contemporánea. “Bienvenidos a Zombieland”, “Zombies party”,
“[•REC]³ Génesis”, “Planet Terror”, “Dead
Set” e incluso “Fido” han tratado
de dejar sus particulares especias y esencias en la audiencia en ese combinado
de risas, zombis y terror. Atrás quedaron los festines maestros como “Braindead” y “Dellamorte Dellamore”, que siempre serán recordadas por quedar
incrustadas tanto en el cerebro como en el paladar por ofrecer pasajes
originales y nunca antes devorados por el subgénero. Tal vez “Memorias
de un zombie adolescente” debería haber
pensado que la sobredosis de palomitas con azúcar en vez de sal… acaban siendo tan dulces
que al final empalagan.
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