Páginas Bastardas

miércoles, 27 de febrero de 2013

Black Mirror (2x03) The Waldo Moment: Política, chistes guarros y revoluciones manipuladas

La segunda temporada de “Black Mirror” llegó para quedarse con tres nuevos capítulos nacidos con la vocación de exponer, amplificar y completar lo ya expuesto en The National Anthem”, “15 Million Meritsy The Entire History of You”. Be Right Backy White Bear han marcado un gran comienzo y tal vez se haya dejado lo ‘peor’ para el final. “The Waldo Moment” posiblemente no esté a la altura de sus predecesores pero sus ideas, moralejas y paralelismos con la crónica política actual sean tan certeros y afilados como dagas. El capítulo se emite un momento de tensión y desconcierto por los resultados en las elecciones italianas, donde el triunfo de Beppe Grillo —un humorista— ha planteado un debate sobre la validad del voto en un sistema democrático y la nulidad de planteamientos y hastío en su electorado. ¿Se puede elegir cuándo no ha nada que elegir? Es momento de repasar el último descubrimiento de Charlie Brooker.

Los osos parecen ser una obsesión de Brooker en la presente temporada… aunque sea por la mera mención. En “The Waldo Moment” un comediante pone voz y ‘anima’ a un popular personaje de dibujos animados con carácter burlesco y ofensivo. «Solamente está para cabrear», afirma su creador. La farsa se introduce en el mundo de la política por su productor, Jack Napier, para aumentar los índices de audiencia y popularidad propia del oso llamado Waldo. Liam Monroe, el favorito en las futuras elecciones, es víctima de la burla constante y humillación… de un concepto falso que comienza a ganarse la simpatía del público y, por lo tanto, de los votantes. Jamie Slater, el humorista, conoce a Gwendolyn, que forma parte de la oposición de Monroe. Es previsible que ambos conecten, se gusten y practiquen sexo… pero también que a Gwendolyn le sea prohibido el contacto con ‘Waldo’.


La explosión de violencia verbal está servida cuando Monroe intenta desprestigiar a Waldo a través de Jamie. El ataque no es sólo frente a Monroe sino que Jamie aprovecha para vengarse del rechazo de Gwendolyn. El odio, aquí, engendra popularidad y todo crece tan rápido que tanto Jack Napier como ‘La Agencia’ se interesan por el movimiento político. Jamie quiere salirse y reparar sus errores… pero ya es demasiado tarde. Monroe ganará las elecciones, Jamie será infeliz y se recuperará de una paliza que provoca Napier al apoderarse de Waldo y Gwendolyn quedará tocada con el resultado al ser superado por un muñeco animado. En esta ocasión las diferencias entre la idea y el resultado son demasiado notables. “The Waldo Moment” podía ser mucho mejor a nivel argumental aunque interesan, como siempre, las ideas y el debate que establece. La popularidad y el desgaste de los políticos es evidente. Waldo no es real, pero es más real que el resto de contrincantes… No obstante, los objetos de la ficción se vuelven inestables… ya seas Satoshi Kon o Charlie Brooker.


El discurso, en esa suma de CGI, redes sociales y APPs, se ve afectado por esa historia de amor y la búsqueda de la felicidad del comediante que está detrás de Waldo. Es cierto que había que dotar de una trama ‘humana’ al capítulo… pero a Brooker se le exige algo que rompa moldes, no que se adhiera a ellos. Lo interesante es que la política es dibujada como una simple fachada. Da lo mismo ser un desagradable oso de color turquesa que suelta palabrotas y enseña el pito… que lucir sonrisas, trajes y falsas promesas. Aquí, hay moraleja. Lo que parece una revolución del pueblo realmente es un mecanismo del sistema para fingir una pretendida liberalización. ¿Todo lo que está tocado por la política es falso y manipulado? ‘La Agencia’ desea utilizar a Waldo como ‘el perfecto asesino’ para derrocar regímenes a través de la simpatía, concepto anárquico y afán renovador que engendra en la sociedad. El idealismo acaba siempre apestado de la mundo civilizado y canónico, golpeado por una porra y sometido por el poder. No hay escapatoria dentro de esa ‘pantalla negra’ que forma nuestro mundo. 

El momento porfa-please del capítulo:

—¿Hablas español?
—Viví en Madrid tres años.
—Excelente

Perdonad, no ‘habláis’ español… ¡Habláis guiri-spanish! 

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