(2011)
EEUU
Director: Juan Martínez Moreno
Sinopsis (Página Oficial):
1910,
en Arga, un pequeño pueblo de Galicia, una terrible maldición cae sobre la
malvada marquesa de Mariño y su hijo, convirtiéndole en hombre lobo en su
décimo cumpleaños.
Cien
años después, Tomás (Gorka Otxoa), un escritor fracasado y último
descendiente varón de los Mariño, regresa al pueblo convencido de que
van a nombrarle hijo adoptivo de la localidad.
En
realidad, los vecinos piensan sacrificarle en una oscura ceremonia para acabar
con la amenaza del hombre lobo que lleva un siglo aterrorizando a la región. De
no llevarse a cabo el sacrificio del último de los Mariño en la fecha
exacta, una segunda maldición caerá sobre Arga. Una maldición de consecuencias
mucho más terribles...
¿Cómo y con qué se estable la escala en cualquier comparación? En el caso de “Lobos de Arga” podríamos tender a mirar hacía lo más cercano o lejano para analizar el éxito de la propuesta en festivales internacionales que ha alcanzado. Con sus cinco millones de euros de presupuesto podríamos apartarla de convertirse en un objeto underground y cutre (a mucha honra) en plan “La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos”. Podríamos hallar intentos el equilibrar la comedia y el terror en la reciente propuesta de Paco Plaza, “[•REC]³ Génesis”. Pero los hombres lobo de nuestro subconsciente nos dirigen (auto-propulsado al pensar mínimamente en “Luna, el misterio de Calenda”) a uno de los emblemas del cine de fanterror patrio: Paul Naschy.
Si “Lobos de Arga” propone una simbiosis del terror y la comedia la suma de sus productoras parece premonitoria a tal fin. Telespan 2000 ‘renovó’ la comedia patria con “Pagafantas” y lanzó definitivamente tanto a Borja Cobeaga como a Gorka Otxoa. Vaca Films es una de las productoras responsables de “Celda 211”, la película que demostró que se puede hacer cine de género competente, recaudar millones de euros y arrasar en los Goya. De la suma de ambas ha surgido un proyecto en cierta medida renovador que pretende aunar al John Landis de “Un hombre lobo americano en Londres” y al Edgar Wright de “Zombies Party”. Tal auto-declarada fusión de especies cinematográficas ha dado como resultado un telón de fondo inusual como homenaje tanto a Naschy como a Jess Franco. Al conjunto se le suma su vocación de comedia con tres actores fundamentales para entender parte de las esencias del género patrio: Gorka Otxoa, Carlos Areces y Secun de la Rosa parecen hacer acto de presencia cuando se trata tanto de la carcajada catódica como cinematográfica. Y, por último, el papel en blanco lo propone la España negra dibujada en un pueblo gallego donde parece que no ha pasado el tiempo… como la maldición que sigue varada en el mismo.
Y con los ingredientes anteriores se ha trazado una comedia de terror con trasfondo rural y homenaje a líneas clásicas. Tal vez por eso se agradezca la práctica extinción de los efectos generados por ordenador dando protagonismo al maquillaje y al terror palpable. Pero la impresión es que fallan demasiadas cosas en “Lobos de Arga”: la película no está a la altura de los contraplanos narrativos, cómicos y dramáticos que plantea. Es cierto que resulta un funcional entretenimiento con sus escarceos y zarpazos de humor negro, pero tanto Landis como Dante o Wright hubieran pedido más noches de luna llena antes de cerrar con sus garras el guión. ¿Le hubiera venido mejor una novia resentida que llegase para recuperar a su perro en vez de una abuela todo-terreno? ¿Tendríamos más carcajadas con una novia oveja para el personaje de Carlos Areces asediada por una horda de hombres lobo que desean devorarla? ¿Se habría sentido más original con personajes sorprendentes que se escaparan del cliché como el que interpreta Luis Zahera? ¿Ganaría hondura dramática y existencial si Carlos Areces nos hubiera mostrado su culo? ¿Sería “Lobos de Arga” la misma con un cambio de sexo y aumento de edad para el hijo maldito de la marquesa? Tal vez, al igual que esas viñetas que forman los títulos de crédito inaugurales, la ausencia de respuestas sea redundante y previsible para el conjunto.
El sufrido espectador maldito volverá ese otro cliché lleno de reparos provocados por lamentos pasados… aquel que se alza cada luna llena para aullar y despedazar esa maldición con forma de estrenos nacionales. Regresaremos a esa frase hecha y tal vez recuperemos nuestra forma no sin antes soltar desde el interior de nuestros afilados dientes: «Para ser española… no está tan mal…».
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