(2005)
EEUU
Director: Christopher Nolan
Sinopsis (Página oficial):
¿Cómo
cambia un hombre el mundo? Es una pregunta que obsesiona a Bruce Wayne (Christian
Bale) al igual que el fantasma de sus padres, muertos a tiros ante sus ojos
en las calles de Gotham una noche que cambió su vida para siempre. Atormentado
por la culpa y la ira, luchando contra los demonios que alimentan su deseo de
venganza y su necesidad de honrar el altruista legado de sus padres, el
desilusiona-do heredero industrial desaparece de Gotham y viaja en secreto por
el mundo, buscando los medios de luchar contra la injusticia y utilizar el
miedo contra los que se aprovechan de los que tienen miedo. Con la ayuda de su
leal mayordomo Alfred (Michael Caine), el detective Jim Gordon
(Gary Oldman), y su aliado Lucius Fox (Morgan Freeman), Bruce
Wayne libera su imponente alter ego: Batman, un caballero negro que
utiliza la fuerza, la inteligencia y un despliegue de armamento de alta
tecnología para combatir contra las fuerzas que amenazan con destruir la
ciudad.
El mundo del cómic se ha convertido en uno de los filones para Hollywood
más jugosos: desde “Men
in black” hasta “V de Vendetta”, “300”, “Sin
City” o “Watchmen”, Alan
Morre y Frank
Miller han pasado de las
sombras y el cultismo a ser y formar parte de la cultura para masas. Es cierto
que lo normal para el mainstream ha sido ha sido tirar del tebeo del
superhéroe, sin importarle realizar bodrios o productos para incitar el
suicidio colectivo, si hay algún beneficio económico. Batman es sabio conocedor de eso: tenía serie por lo
sesenta e incluso una película ‘inolvidable’ (Batman de azul celeste y Robin de rojo conjuntan divinamente con los efectos del
LSD). Sus efectos especiales hicieron historia: de la comedia. Incluso el
cátodo y el turkploitation se han atrevido a meter sus manos en las bat-alas
del ‘oscuro’ superhéroe. Fue de la mano de Tim
Burton cuando resurgió el mito
a finales de los ochenta con una inteligente maniobra de marketing que lo puso
de moda. Quedó al servicio de la animación por encima de una secuela de la que
interesaban la oscuridad y la atmósfera impuesta por el director y a una Catwoman inolvidable y embutida en cuero. Las dos películas
de Joel Schumacher dejaron la saga por los suelos y al murciélago al
borde de la extinción salvo por las ráfagas de sus aleteos y mordiscos siempre apetecibles
y animados.
Cuando se anunció ‘la precuela’ de Batman a más de uno se le escapó una carcajada a lo Jocker. Aunque cuando se dijo que el director era Christopher Nolan se congeló el instante por su pasado: una interesante e irregular cinta, otra original y con elementos sumamente brillantes y, finalmente, una película con un casting de lujo en una historia donde el inhóspito medio ambiental borraba a los personajes. ¿Qué podría hacer Nolan con una película de superhéroes sirviéndose de un reboot? Los antinolanistas dirán que aquí se pronunció el nombre de la bestia y el anticristo de los gafapastas salió de su bat-cueva a morder y propagar un terrible virus por el mundo. Para sus fans se estaba gestando un estilo visual y afilado en la moviola que se dispararía en “El truco final”.
Nolan prefirió construir al personaje dando credibilidad tanto a sus actos como sus conocidos accesorios. Y en ese momento comenzaron las hordas a hablar del tono y la estética realista, de la set-pieces (aquí, todavía por depurar) y en dar el autentico significado del origen, de la precuela. M. Night Shyamalan lo hizo en “El Protegido”, sobre el capítulo cero de un comic… pero el director de “Memento” sabía que el rumbo y su punto de mira original se encontraba en el territorio proporcionado por Frank Miller. Un buen guión y un excelente puñado de actores emergen de las sombras: Christian Bale, personaje a personaje, se fue ratificando como un actor a tener siempre en cuenta. Le respaldaron aquí unos secundarios de lujo: Michael Caine, Liam Neeson, Morgan Freeman y Gary Oldman, los cuatro ases en la mano.
La película en su primera hora consigue que la psicología se superponga a la acción de los personajes, desnudando a Batman, a Bruce Wayne. A partir de ese momento el espectador ve al ser humano que habita detrás de la máscara, del conocido disfraz. No obstante el ‘invento’ tiene sus miserias: la segunda parte de la película es el típico espectáculo de acción, carece de un villano con personalidad, se toma demasiadas licencias respecto al material original, las escenas de acción están rodadas y montadas a la moda (planos cortos y muy cerrados) y debería haberse fijado más en la dirección de Tim Burton para recrear la oscuridad de Gotham City por encima de fríos paisajes cosmopolitas. La sensación que dejó “Batman Begins” fue la de ese cohete cuya mecha todavía estaba por encenderse para explotar. El fuego estaba por llegar…
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