(2012)
EEUU
Director: Jonathan Liebesman
Título Original: Wrath of the Titans (Clash of
the Titans 2)
Sinopsis (Página Oficial):
Una
década después de la heroica derrota del monstruoso Kraken, Perseo (Sam
Worthington), un semidios hijo de Zeus (Liam Neeson), intenta
disfrutar de una vida más apacible como pescador de una aldea y padre soltero
de su hijo de 10 años, Helio.
Mientras
tanto, se está desarrollando una dura lucha por la supremacía entre los dioses
y los Titanes. Los dioses, peligrosamente debilitados por la falta de devoción
de la humanidad, comienzan a perder el control sobre los Titanes
encerrados y sobre su feroz líder, Cronos, padre de los hermanos Zeus,
Hades (Ralph Fiennes) y Poseidón (Danny Huston), que
llevan mucho tiempo en el poder. El triunvirato había derrocado a su poderoso
padre mucho tiempo atrás, abandonándole a su suerte hasta pudrirse en el
lúgubre abismo de Tártaro, un calabozo situado en las profundidades de los
infiernos.
Perseo no puede ignorar su verdadera
vocación cuando Hades se alía con Ares (Edgar Ramírez),
hijo divino de Zeus, para cambiar de bando y hacer un trato con Cronos
para capturar a Zeus. La fuerza de los Titanes aumenta a medida que los
poderes divinos de Zeus disminuyen, y el infierno se desata en la
tierra.
Jonathan
Liebesman repite fórmula después de “Invasión
a la Tierra”, cambiando a marcianos tuneados por dioses,
titanes y criaturas mitológicas. La primera parte que dirigió Louis
Leterrier fue una de las mejores spoof movies
involuntarias del 2010. Teniendo en cuenta semejante premisa, me ha sorprendido
gratamente que esta vez la vida de Perseo haya
pasado de ser un culebrón venezolano con espadas a una mitológica versión de ‘¿Quién
quiere casarse (o no) con mi hijo?’. Zeus está muy preocupado por
su hijo tróspido Perseo, que
a su vez está preocupado, como padre soltero, por su hijo mini-tróspido (y
pescador) Helio… Helio es todo un gas noble también aquí. Una
ventosidad cuyo tatarabuelo Cronos
quiere fumigar junto a toda la raza humana y sus dioses. En fin, una locura de
argumento que esta vez se simplifica para ceder el terreno a los efectos
visuales.
Semidios e hijo tróspido |
Perseo
descubre un plan terrible de su hermanastro Ares y su
antiguo archi-enemigo y asesino de toda su familia (hasta el noveno grado de
consanguineidad) en la anterior parte, Hades.
Poseidón también tiene un hijo, Agenor, que
quiere presentarse al concurso de dobles de Melendi. No
falta, tampoco, la cuota de tajada femenina con la Reina Andrómeda
haciendo de Xena. El
argumento aquí es más sencillo que el de un videojuego: el trío tiene que
rescatar a Zeus mientras consigue la única arma para acabar con Cronos. El
humor, en principio, lo tienen que aportar Toby Kebbell y Bill
Nighy, pero si alguien se ríe en una sala con sus chistes
será seguramente deportado durante una eternidad a los Tártaros.
Hijos tróspidos y duras elecciones: pescar peces o reinonas |
El problema de “Ira de Titanes” es
que sus partes épicas y de empacho digital tampoco emocionan. Las comparaciones
son odiosas y el peso divino de “300” e “Immortals” puede
ser una pesada e incandescente losa. No por la divina fotografía, el empape
multicolor de efectos ni el despliegue escénico. El empacho de abdominal y
topless greco-post-espartano que cautivó al público femenino se echará en falta
en la cinta de Liebesman. Sin
contar con la justificación del culo de la doble de Freida Pinto. En “Ira
de Titanes” tan solamente vemos el pecho-lobo de horrendos
cíclopes y del Minotauro más
feo visto en la gran pantalla. ¡Toda una aberración! Porque seamos sinceros:
una película de mitología griega sin topless no es una película. Y en esta o
son muy castos o los griegos no pasan del yogur. Peor lo peor de lo peor es saber
dónde están los ‘Titanes’ (espero que no sean esos masillas amorfos tan grises).
Bueno, Cronos está (y es) muy grandote pero es una unidad, ¿no?
Debería titularse “Ira de Titán”…
pero, claro, aquí lo mismo más de uno piensa que la película es de detergentes
o un biopic del inventor del Titanlux. Lo
de la ‘Ira’ sí que puede estar más justificado en el título, porque será lo que
sientan la mayoría de los espectadores al empezar a desfilar los títulos de
crédito.
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