¿Existe el autor más allá del género? Puede y debe pese al reventón de referencias que contiene “Hanna”. Pero Joe Wright no hace un refrito cult y exhibicionista de variedades a lo Tarantino sino que se limita a dar fogonazos de anteriores méritos de sus mejores trabajos: la fotografía cálida y luminosa en momentos etéreos, la pérdida del instante en el control del tempo y la disposición autoral mostrada en “Expiación, más allá de la pasión” y “Orgullo y prejuicio”. Todos los hallazgos preconcebidos quedan diluidos hasta su desaparición visible en la batidora de parecidos razonables: “Ofelas”, “El quinto elemento”, “Species”, “El cabo del miedo”, “The Bourne Identity”, “El pequeño salvaje”, “E.T., el extraterrestre”, “La joven del agua”, “Corre, Lola, corre”… Tantos, que la originalidad queda aplastada y postergada por el cliché y la licencia más insultante en una joven que pese a vivir recluida sin haber visto un fluorescente sabe manejar un ordenador y no se pierde, cual burro en garaje, en una metrópolis como Berlín (dibujada aquí como post-apocalíptica y felliniana). Tal vez lo más doloroso sea esa descripción de España en un toro de Osborne, un par de chonis con vespinos y un poblado gitano cantando flamenco… Aunque es todo un logro que conozcan su ubicación geográfica cercana a Marruecos. En fin, a clichés necios, ojos sordos.
Chupa-planos |
Tiene ramalazos por la vía clip audiovisual respaldados por la banda sonora de The Chemical Brothers pero más que epatar y enganchar a un público juvenil la película acaba por agotarles por su indebida y excesiva duración. Lo verdaderamente salvable de una película tan irregular como “Hanna” son sus claras intenciones de envolver la acción en un cuento con reseñas visuales en un mundo infantil, mágico y novedoso golpeado por una joven y letal asesina y sus captores. Digamos que es el cruce de “Alicia en el país de las maravillas” y “Nikita, dura de matar” con sus descalabros y ausencias, con su bruja (una Cate Blanchett que recuerda en demasía a su papel de villana en “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” aunque sin acento y colmillos de loba más cuidados) y un pater-cazador (Eric Bana) tan favorecido para el anuncio de trajes de Massimo Dutti, a golpe de primer plano, que no para de robarle a la protagonista planos y secuencias dilatorias.
Papá se ha ido de viaje de negocios. |
Es una completa pena porque “Hanna” podía apuntar a una cult movie entre “Valerie y su Semana de las Maravillas” bajo los designios de Robert Rodriguez y sus delirios psicotrópicos y ácidos (ayudados por el acompañamiento de los autores de ‘Dig Your Own Hole’) pero se queda en una flecha rota que nunca llega a impactarnos en nuestro corazón cinéfilo. Se queda lejos. Tanto, que su protagonista cree poder rematarnos con una pistola cinematográficamente descargada.
¿Para quemar después de ver? |
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